Muy interesante reportaje del diario español ABC al filósofo francés GUY SORMAN. Merece prestarse atención a su visión de la filantropía como un tercer pilar que sostienen a una sociedad, conjuntamente con el capitalismo y la democracia. Seleccionamos algunos fragmentos del extenso reportaje.(…)
(Alexis de Tocqueville) era un hombre muy modesto que no intentaba imponer su visión del mundo. Es exactamente lo contrario de Marx, o Engels, que venían con una visión del mundo y los hechos eran utilizados para confirmar su ideología. Tocqueville no tenía ideología, él comenzó observando hechos y desde luego para mí fue siempre un modelo, porque como él viajo mucho, hablo con mucha gente, y siempre trato de escuchar y de entender a la gente que no está de acuerdo conmigo, por qué son diferentes. Tocqueville nunca pretendía tener razón. No pretendía ser un representante de la verdad. Por eso su metodología sigue siendo para mí muy inspiradora. Sin embargo hay una gran diferencia entre él y yo: Tocqueville era muy pesimista, y yo soy muy optimista. Es mi elección. Era pesimista porque pertenecía a la vieja aristocracia francesa, y porque veía que Francia se iba volviendo más y más autoritaria, y veía que el país se deslizaba hacia una dictadura, aunque no usara esa palabra. Sin embargo yo creo que podemos escaparnos de este tipo de pesimismo. Acerca del papel de maestro podría decir que en ese sentido Milton Friedman jugó un papel mucho más importante en mi vida. Fue él quien hizo de mí un optimista. Y no conviene olvidar que la tradición francesa es fundamentalmente pesimista.
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Tengo la sensación de que nos encontramos en un momento decisivo en el que muchos políticos, economistas y empresarios son conscientes de que, si no reaccionamos, corremos el riesgo de convertirnos en un museo. Sin embargo veo algunos signos positivos. La izquierda ha dejado de ser socialista, y también ve la importancia de los pequeños negocios. Durante años he estado yo también escribiendo acerca del declive, del peligro de que Europa se convirtiera en la Disneylandia del mundo, pero, aunque lo que escribía era real, se ve ahora un cambio en el estado de ánimo, y también nuevas circunstancias en el horizonte. Por ejemplo, algo de lo que escribí en ABC: lo que respecta al número de patentes que se registran en el mundo. En primer lugar está Estados Unidos, seguido de Japón y Europa, lo cual quiere decir que todavía tenemos resortes intelectuales y capacidad de innovar. El problema es cómo traduces esta innovación en verdadero desarrollo económico.
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Cuando vives allí (Estados Unidos) te das cuenta de que la verdadera democracia no está apoyada en dos columnas, Estado y mercado, sino en tres: Estado, mercado y sociedad civil. Y la sociedad civil se expresa a sí misma a través de la filantropía, de las organizaciones sin ánimo de lucro. Cada vez estoy más convencido de que lo que es verdadero para Estados Unidos lo puede ser para cualquier parte. Porque en Europa hemos descubierto que tenemos un grave problema de pobreza, pago por la cultura, cuidado de los necesitados, y mucha gente, millones de personas, tienen o tiempo o dinero. Cuando los medios hablan de filantropía en Estados Unidos suelen poner el foco en la Fundación Gates, o en Soros. Pero apenas representan el 5 por ciento de la filantropía global. Lo que descubrí cuando escribía el libro es que ocurre lo mismo en Europa. Pero en Europa buena parte de esa tarea la asumía la Iglesia católica, y con el avance de los ideales socialistas en el siglo XIX organizaciones sin ánimo de lucro y el voluntariado fueron dejados de lado. Ahora volvemos a descubrir que las empresas y el Estado no pueden resolver todos los problemas, porque no sabemos cuál es la solución, como por ejemplo la drogadicción. Nadie sabe qué hacer. Pero probar y equivocarse es el campo de la filantropía. El gobierno, por definición, no puede cometer errores, y si una empresa comete errores, desaparece. Como suele decir George Soros, si no fracasamos quiere decir que no lo hemos intentado. Creo que estamos ahora descubriendo la necesidad de lo que llamo el tercer pilar, o la tercera columna. Esta noción que supone la resurrección de la filantropía es más interesante que el debate entre el Estado y el mercado.
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No debemos olvidar que España sobrevivió a la crisis gracias a la familia, y la familia es ese tercer sector. La familia es filantropía a pequeña escala.
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Los orígenes éticos de la filantropía son muy diversos. Pero mi punto de vista es: “no me importa”. ¿Por qué Bill Gates da dinero? Me da igual. Lo que me interesa es saber qué hace con el dinero, a qué lo dedica. La filantropía, como el capitalismo, debe ser analizado por sus consecuencias, por sus efectos. No se trata de un juicio ético. El tercer sector tiene un papel distinto, pero no hay que caer en interpretaciones psicologistas o psicoanalíticas para analizar sus razones.
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Creo que el error de la gente que aman el gobierno o el capitalismo es esperar demasiado de ambos. El capitalismo está ahí para producir bienes y servicios, no esperas de una compañía que sea ética, aunque debería respetar a sus empleados y la ley. Pero el papel de las empresas es fabricar bienes que puedan ser adquiridos. Y el papel del gobierno es proporcionar otra clase de bienes y servicios que el sector privado no puede proporcionar, como justicia o defensa. Y el tecer sector ha de ocuparse de lo que los dos anteriores no puede producir. Son diferentes funciones y papeles.
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Todos somos prisioneros de nuestro tiempo, y nuestra identidad está determinada por el tiempo en que vivimos. Usted cree que es español, yo creo que soy francés. Gran error. Ambos pertenecemos a nuestro tiempo, somos prisioneros de nuestra época, de lo que somos, de lo que escribimos, de lo que vemos. Derrida solía decir que el autor no escribe, es su época la que escribe a través del autor. Y creo que hay algo muy profundo en lo que Derrida dice.
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Creo que el Papa no es prisionero del tiempo, sino de su época en Buenos Aires. El Papa se sirve del típico lenguaje de la izquierda y de los jesuitas en Buenos Aires. En guerra con el Opus Dei (el Opus Dei era partidario del mercado y los jesuitas estaban en contra), creo que todo su pensamiento social está basado en una experiencia limitada y en un conocimiento limitado, fruto de lo que vivió en Argentina, que nunca ha sido un mercado libre. El Papa creía que vivía en un mercado libre y no es así, vivió en una economía mafiosa, que es algo totalmente distinto.
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Sartre nunca tuvo ninguna influencia en mí, sobre todo porque nunca conseguí entender muy bien de qué estaba hablando. Era un experto en manipular conceptos, pero tengo dos problemas con Sartre: primero con los conceptos, cuando los conceptos solo son conceptos y no puedes establecer ningún vínculo entre ellos y la realidad. El segundo tiene que ver con su vida personal, que no tiene nada que ver con su filosofía. De alguna manera a Sartre cabe encuadrarlo en la tradición platónica. Él pensaba que hay una élite de filósofos, y que esta élite define los conceptos y tiene todos los derechos. Y la gente tiene que seguirlos. Yo siempre me he sentido francamente incómodo ante la nada democrática dimensión de la filosofía sartriana. De esto no se suele hablar, se suele describir siempre a Sartre como un héroe revolucionario. Lo que él amaba sobre todo en la revolución era la magia de la revolución. Recuerdo una conversación con Sartre sobre la Revolución Cultural en China. Yo estuve en China y le pregunté qué es lo que le gustaba de la Revolución Cultural, y me dijo que la música y los colores. Era una estética de la revolución. Tú solo puedes apreciar ese aspecto de la revolución si estás en la cima y no sufres el impacto directo de lo que la revolución supone. Yo nunca he aceptado este comportamiento antiético.
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Creo que las razones para el optimismo son mayores que las razones para el pesimismo. La gente dirá que hay guerra, plagas, quizá calentamiento global, que todo ha ido mal con las primaveras árabes... De acuerdo, pero yo pongo las luces largas y creo que hay razones para el optimismo, hay más gente con buena formación, hay más Estado bienestar, mayor esperanza de vida... Creo que hay una inmensa capacidad de innovación. Adopto el optimismo como una estrategia.
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Reportaje de ALFONSO ARMADA a GUY SORMAN
“Guy Sorman: ‘La familia es filantropía a pequeña escala’”
(abc, 08.04.15)