Me los imagino después sentados el uno frente al otro y me imagino a De Guindos rompiendo el hielo, "mi querido Schäuble, salude usted en nombre del presidente Rajoy y en el mío propio a la cancillera Merkel. Ustedes saben que siempre pueden contar con nosotros y que España no les va a defraudar. Pero, ahora que ya estamos a solas, me gustaría dejar las cosas bien claras desde el principio. Estamos preocupados, muy preocupados, y me gustaría que usted pudiera ofrecernos algún motivo para dejar de estarlo. Verá, queremos ver cómo van ustedes a cuadrar las cuentas y qué tipos de medidas van a tomar para reconducir la economía de Alemania. Le seré sincero, seguimos con preocupación todas las decisiones que toman, pero, sobre todo, nos inquietan las que todavía no han abordado. No quisiera ser excesivamente tajante, pero España no apoyará a Alemania si ustedes no hacen un esfuerzo por recortar el dispendio social y el descontrol en el gasto. Hemos llegado al límite y, o bien son ustedes los que ejecutan las reformas que convienen, o seremos nosotros los que acabaremos por intervenir su economía. Tenemos poco tiempo y la paciencia de nuestro presidente Rajoy se agota". Me imagino al pobre Schäuble atemorizado, tragando saliva, buscando las palabras que puedan calmar la agresividad del ministro De Guindos, que, impasible, continúa con su perorata sin darle tiempo a reaccionar, "Y dicho esto, me gustaría abordar cuanto antes los pormenores de esta reunión. No estamos para perder tiempo, así que, si no tiene inconveniente, empecemos a evaluar los datos que tiene que presentarme. Supongo que habrá recopilado toda la información que les hemos exigido, ¿verdad? La Comisión Europea tienen suficiente con los números que ya les han facilitado, pero nosotros queremos tener información de primera mano, completa y fidedigna, sin maquillajes. Si después son necesarios retoques o medidas más profundas, podrán incluirlos antes de la reunión de junio, ¿no es cierto?". Vuelvo a imaginarme al ministro Schäuble tragando de nuevo saliva, intimidado por la figura de De Guindos y su abierto menosprecio a embaucadores y mentirosos. En el fondo, hay algo de admiración y respeto, y piensa que su figura se agiganta cuando sacude la palabra como un azote, o como si fuera el rayo de un dios. Así que el ministro alemán sólo puede soltar un, "de acuerdo, señor ministro, empecemos cuanto antes", e inmediatamente hace una señal a su asistente para que saque, de un portafolios de piel negra, listados, estudios y dosieres. El sudor recorre la espalda del alemán porque sabe que, si todo va bien, salvará a su país del castigo de bancos y fondos de inversión, "debo convencer a estos españoles como sea", piensa en silencio. Me los imagino así porque todos sabemos que es imposible –afortunadamente para Alemania.Una visión crítica -personal- de la economía, la actualidad política y los medios de comunicación.
Me los imagino después sentados el uno frente al otro y me imagino a De Guindos rompiendo el hielo, "mi querido Schäuble, salude usted en nombre del presidente Rajoy y en el mío propio a la cancillera Merkel. Ustedes saben que siempre pueden contar con nosotros y que España no les va a defraudar. Pero, ahora que ya estamos a solas, me gustaría dejar las cosas bien claras desde el principio. Estamos preocupados, muy preocupados, y me gustaría que usted pudiera ofrecernos algún motivo para dejar de estarlo. Verá, queremos ver cómo van ustedes a cuadrar las cuentas y qué tipos de medidas van a tomar para reconducir la economía de Alemania. Le seré sincero, seguimos con preocupación todas las decisiones que toman, pero, sobre todo, nos inquietan las que todavía no han abordado. No quisiera ser excesivamente tajante, pero España no apoyará a Alemania si ustedes no hacen un esfuerzo por recortar el dispendio social y el descontrol en el gasto. Hemos llegado al límite y, o bien son ustedes los que ejecutan las reformas que convienen, o seremos nosotros los que acabaremos por intervenir su economía. Tenemos poco tiempo y la paciencia de nuestro presidente Rajoy se agota". Me imagino al pobre Schäuble atemorizado, tragando saliva, buscando las palabras que puedan calmar la agresividad del ministro De Guindos, que, impasible, continúa con su perorata sin darle tiempo a reaccionar, "Y dicho esto, me gustaría abordar cuanto antes los pormenores de esta reunión. No estamos para perder tiempo, así que, si no tiene inconveniente, empecemos a evaluar los datos que tiene que presentarme. Supongo que habrá recopilado toda la información que les hemos exigido, ¿verdad? La Comisión Europea tienen suficiente con los números que ya les han facilitado, pero nosotros queremos tener información de primera mano, completa y fidedigna, sin maquillajes. Si después son necesarios retoques o medidas más profundas, podrán incluirlos antes de la reunión de junio, ¿no es cierto?". Vuelvo a imaginarme al ministro Schäuble tragando de nuevo saliva, intimidado por la figura de De Guindos y su abierto menosprecio a embaucadores y mentirosos. En el fondo, hay algo de admiración y respeto, y piensa que su figura se agiganta cuando sacude la palabra como un azote, o como si fuera el rayo de un dios. Así que el ministro alemán sólo puede soltar un, "de acuerdo, señor ministro, empecemos cuanto antes", e inmediatamente hace una señal a su asistente para que saque, de un portafolios de piel negra, listados, estudios y dosieres. El sudor recorre la espalda del alemán porque sabe que, si todo va bien, salvará a su país del castigo de bancos y fondos de inversión, "debo convencer a estos españoles como sea", piensa en silencio. Me los imagino así porque todos sabemos que es imposible –afortunadamente para Alemania.Una visión crítica -personal- de la economía, la actualidad política y los medios de comunicación.