El terror y lo inconsciente

Publicado el 10 febrero 2015 por Rafael García Del Valle @erraticario
<img src="//i0.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/plugins/send-to-kindle/media/white-15.png" alt="" title="" width="" height="" data-recalc-dims="1">Send to Kindle<img src="data:image/gif;base64,R0lGODlhAQABAIAAAAAAAAAAACH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAICRAEAOw==" data-lazy-original="http://i0.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/uploads/2015/02/clown-horror-s.jpg?resize=475%2C475" alt="clown-horror s" title="" data-recalc-dims="1"><noscript><img src="//i0.wp.com/www.erraticario.com/wp-content/uploads/2015/02/clown-horror-s.jpg?resize=475%2C475" alt="clown-horror s" title="" data-recalc-dims="1">El g&#233;nero de terror surgi&#243; en el siglo XVIII, el siglo de la Ilustraci&#243;n, en claro constaste con la exaltaci&#243;n de la raz&#243;n que caracteriz&#243; la &#233;poca. Era como si tanta pulcritud y claridad de pensamiento exigieran un reverso oscuro y repulsivo.Desde una perspectiva junguiana, es un claro ejemplo de compensaci&#243;n. La irrupci&#243;n de lo inconsciente es muy fuerte cuando se quiere ignorar su papel rector en la vida de los seres humanos; cuando, por despreciarlo, la conciencia se niega a s&#237; misma la posibilidad de canalizar la fuerza irracional que la supera y encauzarla de forma creativa, la corriente ps&#237;quica retenida aumenta su presi&#243;n sobre los muros que la bloquean hasta que finalmente rompe y se precipita con su sublime capacidad de destrucci&#243;n.Sublime porque, como comprendieron impotentes los rom&#225;nticos, cual hijos bastardos de la raz&#243;n, la contemplaci&#243;n de lo inconsciente es la contemplaci&#243;n de lo primordial en todo ser humano, y tal experiencia, si la conciencia es d&#233;bil &#8211;el opuesto de la racionalidad intransigente es tan peligroso como ella misma&#8212;, provoca el deseo de la muerte dulce, un entregarse l&#225;nguido y perezoso a la fuerza imparable del caos, el origen del &#233;xtasis que, por falta de voluntad, provoca la muerte definitiva del individuo como ser aut&#243;nomo, que es el resultado de milenios de evoluci&#243;n ps&#237;quica y de reforzamiento de la voluntad &#8211;esa que este siglo amenaza con debilitar hasta su extinci&#243;n, un proceso que se exterioriza en la actual fascinaci&#243;n por la moda zombi&#8212;, y lo devuelve a ese estado primitivo denominado participation mystique, donde se desvanece la diferencia entre sujeto y objeto, y los individuos se sienten una totalidad con el cosmos porque se mueven por &#233;l bajo la simple gu&#237;a de los instintos m&#225;s elementales sin posibilidad de controlar sus acciones, es decir, donde la Naturaleza los maneja cual marionetas a merced del caos primordial.El mundo se llena entonces de fantasmas y esp&#237;ritus que son las proyecciones del contenido inconsciente en el mundo y cuya &#250;ltima proyecci&#243;n, antes de que la conciencia reconozca el aut&#233;ntico poder que se esconde en las machadianas y oscuras galer&#237;as del alma que no se atreve a recorrer, es el concepto de dios en cualquiera de sus formas, el centro del ser, la piedra filosofal de los alquimistas, la esencia aut&#233;nticamente humana que se esconde en la mara&#241;a neuronal del cerebro, la red por la que se manifiesta la inquietud espiritual y la nostalgia de eternidad &#8211;que sea una verdad o una ilusi&#243;n no importa; el hecho es que esa inquietud se da naturalmente&#8212; de toda criatura consciente.Esa vuelta al estado primitivo es, en definitiva, la disoluci&#243;n de la conciencia en el sistema inconsciente, un proceso que se da por pasos, como el endiosamiento del gur&#250; de turno que se ha identificado con lo irracional hasta el punto de creerse controlador en lugar de controlado, como la hibris del tecnocient&#237;fico que ha reducido lo real al esquema l&#243;gico que le permite manipular ciertos aspectos de la materia hasta el punto de creer que ese esquema ya no es modelo simplificado para facilitar el trabajo, sino exclusiva realidad.En ambos casos, la conciencia se justifica a s&#237; misma para no aceptar que est&#225; siendo dirigida por una fuerza instintiva ante la cual, cuando se llega a estos niveles de ignorancia &#8211;por identificaci&#243;n en un caso y desatenci&#243;n en el otro&#8212;, ya no tiene poder, pues la voluntad ha quedado anor&#233;xica.El caso es que, en el siglo XVIII, los monstruos se redujeron a la literatura de las sociedades industriales, y su significado fue mayoritariamente despreciado. No&#235;l Carroll, en su Filosof&#237;a del terror, apunta al hecho de que, para que haya monstruos, el concepto de naturaleza tiene que estar muy bien definido, pues un monstruo es aquello que viola la naturaleza, que no encaja en ella.La Ilustraci&#243;n cre&#243; la naturaleza apropiada, clara, mec&#225;nicamente ordenada, para que fueran posibles los monstruos modernos; los residuos que no encajaban en el modelo adoptado pero que no pod&#237;an desaparecer de la realidad mental de los seres humanos. Si, en &#233;pocas anteriores, los monstruos eran parte de lo real, inquietudes proyectadas en la oscuridad de la noche y en lo profundo de los bosques, desde el siglo de las Luces la ficci&#243;n ser&#225; su &#250;nico refugio.El solo pensamiento del monstruo genera terror; no hace falta creer en su realidad f&#237;sica, basta con su existencia mental para que las emociones provoquen reacciones f&#237;sicas de repugnancia y miedo, la mezcla necesaria para que surja eso que Carroll denomina &#8220;terror-arte&#8221;.De hecho, si se creyera en su verdad f&#237;sica, no habr&#237;a placer alguno en la experiencia del terror-arte, no habr&#237;a fascinaci&#243;n, sino estr&#233;s y necesidad de huida. La fascinaci&#243;n ha de nacer del encuentro con algo primordial de lo que se sabe que no es posible huir, m&#225;s bien lo contrario, es algo ante lo que se intuye un profundo y oculto deseo de &#8220;regresar&#8221;.El monstruo provoca aut&#233;ntico terror &#8211;frente a otras teor&#237;as que dicen que es un terror fingido, pero que aqu&#237; se antojan insatisfactorias&#8212; porque es una figura que sirve de recipiente, una excusa f&#237;sica en la que se vuelcan las caracter&#237;sticas m&#225;s detestadas por la conciencia racional: la impureza y el peligro.En su impureza, el monstruo es una criatura que no puede ser etiquetada bajo ninguna de las categor&#237;as con que la ciencia del siglo ha organizado el mundo; se mueve en las fronteras y cruza de un territorio a otro sin que se pueda saber realmente qu&#233; es; es la fusi&#243;n de diferentes animales, o de animales y humanos como Dr&#225;cula; o la fisi&#243;n de un hombre en dos seres opuestos que no se reconocen uno al otro, como Jekyll y Hyde; o la magnificaci&#243;n de seres ya considerados impuros en la vida real, como los deformes cuyos rasgos se llevan al extremo de lo grotesco y, por tanto, de lo obsceno en una sociedad que busca el orden y la uniformidad.El peligro del monstruo es el peligro de que se agriete esa uniformidad y se muestre la mugre que crece tras el decorado de lo socialmente correcto, que no es sino la materializaci&#243;n de lo mentalmente aceptado frente a lo inconsciente bloqueado.La sociedad de la raz&#243;n elimin&#243; con sabidur&#237;a al monstruo de la realidad, pero crey&#243; que la mente no es real y desatendi&#243; a las criaturas que emerg&#237;an de la ficci&#243;n, y que ahora, con el tiempo, sabemos que profetizaban acontecimientos por llegar, simplemente porque eran el producto de inquietudes presentes en la psique de cada ser humano que conforma una sociedad en una &#233;poca dada, y toda sociedad evoluciona en virtud de la psique de los individuos que la conforman: los peligros de la t&#233;cnica sin moral en la figura del doctor Frankenstein, la desintegraci&#243;n del individuo que se aleja de su naturaleza &#237;ntima y termina por ser un extra&#241;o ante s&#237; mismo como el doctor Jekyll, la succi&#243;n de la energ&#237;a vital y la depresi&#243;n cuando se ignoran los instintos y &#233;stos crecen ajenos y transustanciados en Dr&#225;cula, una criatura que posee y debilita la voluntad de sus v&#237;ctimas, etc.En la banalizaci&#243;n de la vida que es la sociedad del espect&#225;culo, se tiende a pensar que la ficci&#243;n es una forma de escapismo; sin embargo, suele ocurrir que se trata de un &#8220;escapismo&#8221; hacia un universo cargado de amenazas, miedos, desesperaci&#243;n, ansiedad o muerte. Independientemente del g&#233;nero, si no hay problemas, ya sean terribles o suaves, no hay historia, como ya indicara Arist&#243;teles.En definitiva, no se trata de ning&#250;n escapismo, y mucho menos de alimentar el gusto por la superstici&#243;n &#8211;hay que estar demasiado pose&#237;do por lo inconsciente para llegar a estas conclusiones, como es el caso generalizado hoy en d&#237;a&#8212;, sino de la necesidad del ser humano por entrar en contacto con su realidad m&#225;s &#237;ntima y, por tanto, su &#250;nica realidad.Dice Noam Chomsky que existe una gram&#225;tica universal, y dice Jung que existe una forma universal para la &#8220;imaginaci&#243;n&#8221;, independientemente de la cultura o la &#233;poca. Las historias comunes a una cultura, incluso a toda una civilizaci&#243;n, los mitos y las leyendas, obedecen a una estructura interna; hay temas universales que rigen el comportamiento humano.Cuando se los ignora, pierden su simbolismo y su fuerza cat&#225;rtica; la raz&#243;n sucumbe desbordada tarde o temprano, el caudal incontrolable de lo irracional asalta la conciencia, la convence de que sus contenidos son reales, no dentro, sino fuera, y, entonces, aparecen los monstruos internos, los complejos, en el mundo exterior; los diferentes, los raros, los desconocidos, los extranjeros, jud&#237;os, homosexuales, los gitanos delincuentes, los musulmanes todos primitivos y terroristas, los corruptos e impuros que todo lo manchan.Frente a ellos, el individuo ya no se conoce. Se ha identificado con el h&#233;roe, el dios solar, el portador del Bien y adalid de la Verdad. Es en ese momento, y s&#243;lo en ese momento, cuando el universo fant&#225;stico, por ignorado y despreciado, se vuelve un peligro para el resto de la humanidad.</span>