Los ataques de París en noviembre del pasado año, donde unas 120 personas perecieron, parecían anunciar una oleada de terror que se confirmó cuando la vecina Bélgica fue golpeada en marzo de 2016.
En dos atentados contra el aeropuerto y una estación de metro en la capital belga murieron 35 personas, entre ellas los tres terroristas suicidas, y más de 300 resultaron heridas. La agresión -al igual que su precedente en París- fue reivindicada por el grupo extremista Estado Islámico (EI).
‘Le obligaremos a replantear sus ideas mil veces antes de volver a matar musulmanes’, expresó poco después de esos actos criminales en su cuenta de Twitter un simpatizante del EI cuyo nombre no se aclaró.
La doble agresión en la estación de metro de Maelbeek y el Aeropuerto Internacional de Zaventem provocó el incremento de medidas de seguridad en Europa. El terror se sembró en cada uno de los rincones del denominado viejo continente.
En Bruselas se elevó a cuatro el nivel de emergencia tras dos explosiones en el transporte subterráneo y un aeropuerto de la ciudad, así como el cierre de la frontera belga con Francia y el llamado a los civiles a ‘evitar cualquier desplazamiento’ emitido entonces por el primer ministro de Bélgica, Charles Michel.
Michel anunció también la habilitación de una línea telefónica y conformó un ‘centro de crisis’, asequible a toda hora para las personas que pudieran proveer información sobre los ataques a las autoridades o solicitar datos y actualizaciones de la situación en general.
Además, las jurisdicciones pertinentes decidieron el cierre total de toda su infraestructura de transportes públicos, incluido el metro y las líneas de autobuses de la ciudad así como evitar aglomeraciones de ciudadanos que pudiesen convertirse en posibles objetivos de los grupos extremistas.
El gobierno francés también fortaleció la seguridad en sus límites fronterizos y en las redes de transporte de toda la nación, y activó un operativo con el despliegue de mil 600 policías y guardias adicionales.
Además, organizaciones en claro peligro de ataque, como las sedes e instalaciones de la Unión Europea (UE) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), entre otras, extremaron sus medidas de protección.
Los acontecimientos de Bruselas también llevaron a otras potencias vecinas a aumentar la vigilancia en sus fronteras, como el caso de Reino Unido, donde se reforzaron los sistemas de detección en lugares públicos y aquellas instalaciones donde más flujo de personas se registra, para evitar un posible ataque.
Por otra parte, el portavoz de la Policía Metropolitana de Londres (Scotland Yard), Mark Rowley, aclaró que se movilizaron tropas extras en aras de garantizar la seguridad y protección de los aeropuertos, estaciones de metro y ómnibus mientras que los principales edificios y parques también fueron celosamente custodiados en los días posteriores.
Quizás algo que no vaticinaron los galos es que apenas cuatro meses después del embate sufrido por Bélgica un seguidor del EI volvería a arremeter contra una localidad francesa, en este caso la sureña ciudad de Niza.
Un total de 84 personas murieron, entre ellas numerosos menores así como mujeres, y más de 330 fueron hospitalizadas tras ser atropelladas indiscriminadamente por un camión durante una celebración del día de la Bastilla.
Tras la tragedia, la agencia de noticias online yihadista Amaq indicó que el autor suicida de la masacre, Lahouaiej Bouhlel, ‘ejecutó la operación en respuesta a las llamadas orientadas a los ciudadanos de países de la coalición que luchan contra el Estado Islámico’; el EI contraatacaba.
UNA CRISIS DE CARÁCTER EXPANSIVO
Pese a que los mencionados ataques a Francia y Bélgica fueron los que más atención mediática recibieron en lo que va de 2016, otras naciones europeas también fueron víctimas de acciones similares, a mayor o menor escala.
En Alemania, el 18 de julio, al menos 20 personas resultaron heridas luego de que un hombre atacara con un hacha a los pasajeros de un tren cerca de la ciudad alemana de Wuerzburg, en el norte de Baviera.
Tras ese hecho, un afgano fue ultimado por las autoridades luego de ser reconocido como el autor del asalto, al cual al EI identificó como uno de sus combatientes.
En esa nación se produjo otro incidente masivo, en una céntrica arteria de Múnich, donde un adolescente causó la muerte a una decena de personas al abrir fuego contra una multitud que logró atraer a través de las redes sociales, donde falsamente prometió comida gratis a todos los que acudieran a su llamado.
Este hecho condicionó el incremento de la seguridad en el país germano, así como el recrudecimiento de su política migratoria.
Turquía, un país que actualmente busca integrarse a la UE, también recibió un duro golpe a fines de junio.
En una noche del citado mes un ataque terrorista fue ejecutado contra el aeropuerto internacional Atatürk, en la ciudad turca de Estambul, uno de los más transitados del mundo.
Durante el siniestro en la importante urbe del país euroasiático, fuertes explosiones y tiroteos sacudieron la terminal aérea, para dejar un total de 41 muertos y 239 heridos, un macabro preámbulo de otro sangriento capítulo en suelo turco: el fallido golpe de Estado que un mes más tarde acabaría con la vida de unas 300 personas.
La mayoría de las estadísticas manejadas por los medios coinciden en que los ataques previamente aludidos -además de considerables daños a la infraestructura de los países blanco de los mismos- ocasionaron unas 500 muertes en lo que va de 2016, sumado a una elevada cantidad de heridos y damnificados de los cuales varios aún portan secuelas de las agresiones.
Las más recientes posturas adoptadas por los Gobiernos e instancias encargadas de proteger a la población de futuras agresiones vaticinan un futura incierto en cuanto a posibles acciones extremistas en suelo europeo.
Entre ellas destacan las recientes declaraciones del primer ministro francés, Manuel Valls, el cual durante el primer aniversario de la tragedia de París consideró que ‘el terrorismo nos volverá a golpear (en Europa), pero tenemos todos los recursos para resistir y toda la fuerza para vencer’, aseguró el Jefe de Gobierno galo.
Resulta también llamativo el hecho de que Francia mantenga el máximo de nivel de alerta ante el terrorismo, una muestra de que pese a que desde Niza no se reporta ningún incidente grave, el temor persiste.
Finalmente, la Oficina Europea de Policía (Europol) alertó que el EI planea nuevos atentados en Europa a corto o mediano plazo tras la pérdida de territorio en Siria e Irak, lo que llevaría a sus combatientes a regresar al viejo continente donde el futuro cada vez se torna más incierto.
*Periodista de la Redacción Europa de PL
Tomado de CubaSi.Cu
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