Carmen Castillo es una mujer sorprendente. Trabajó junto a Beatriz Allende, hermana y secretaria del presidente Salvador Allende, en el Palacio de la Moneda desde 1970. Tras el golpe de Pinochet se trasladó con su esposo y sus dos hijos a su casa de la calle Santa Fe, en Santiago. Una mañana los militares asaltaron la casa y asesinaron a su marido, Miguel Enríquez, que murió intentando proteger a su esposa embarazada. Un bebé que, poco después de su nacimiento, falleció. Sus padres consiguieron liberarla y se exilió a Inglaterra. Instalada en París desde 1997, decide convertirse en realizadora y, entre otros trabajos, 30 años después, rueda un excepcional y conmovedor documental, Calle Santa Fe (2007), donde narra estos hechos.
La curiosidad de esta mujer nunca ha desaparecido y su profunda humanidad es la marca habitual de sus trabajos. Si Icíar Bollaín se preguntaba, en clave de ficción, sobre la utilización y explotación de los recursos naturales en También la lluvia (2010), Concha Castillo, más apegada a la realidad, se plantea la misma cuestión en el fascinante documental de El Tesoro de América – El oro de Pascua Lama (2010).
La curiosidad de Carmen Castillo le impulsa a hablar con los indígenas, con los habitantes y agricultores del valle y compartir sus inquietudes. Pero en esta apasionante investigación también necesita escuchar a la otra parte y visita al presidente de la Barrick Gold que le expondrá sus teorías sobre la imposibilidad de parar el progreso, los miles de empleos que va a generar y su máxima vital: en este mundo no hay comida gratis.
La realizadora duda entre estas dos concepciones incompatibles, dos visiones del mundo irreconciliables. La tradicional, que ya conocemos, y la nueva que no sabemos cómo acabará. Sin manipulación, ni militancia ciega, el documental ha conquistado al público y obtenido el premio especial en su categoría en el Festival de la Habana de Nuevo Cine latinoamericano.
Un documental apasionante con datos tales como que Chile es el alumno aventajado del FMI, con un crecimiento anual del 5%, pero que se sitúa en el puesto 113 sobre 135 en materia de desigualdad económica o que cuando saltó a la prensa que la mina iba a destruir los glaciares milenarios del Valle de Huasco, los especialistas de la multinacional encontró una inteligente solución: trasladarlos a varios kilómetros de la explotación. Eso sí, sin pensar que las nubes tenían la fastidiosa manía de nevar siempre en el mismo lugar. Un trabajo alucinante e imprescindible.