Se le llama así por haber pertenecido a Luis de Francia, el Gran Delfín, que falleció durante una epidemia de viruela en 1711 sin haber llegado a reinar.
En el museo del Prado se conserva el tesoro del Delfín
Las «Alhajas del Delfín», es un conjunto de vasos preciosos que, procedentes de la riquísima colección de Luis, gran delfín de Francia, vinieron a España como herencia de su hijo Felipe V. Otra porción del tesoro original se halla en el museo del Louvre de París.
Solo príncipes y magnates podían adquirirlos, por lo que se convirtieron en símbolos de poder, además de poseer supuestas propiedades mágicas y profilácticas.
Están realizados total o parcialmente con piedras naturales, labrados en la masa del mineral y ornados con guarniciones de metales preciosos, a veces enriquecidas con esmaltes y piedras preciosas.
Luis XIV dispuso que se enviara a su nieto una selección de las mejores piezas existentes en la colección del delfín, que en algunos aspectos, sobrepasaba la propia del rey. Quedaban ciento sesenta y nueve piezas de un total de seiscientas noventa y ocho contabilizadas en 1689.
Sin embargo, de esas ciento sesenta y nueve piezas falta una cuarta parte y casi todos los vasos se hallan mutilados por los sucesivos robos. En 1724 se encontraban en el Real Sitio de La Granja de San Ildefonso, posiblemente para ser empleadas como elemento decorativo, lo que las salvó de el incendio del Alcázar en 1755.
En 1776, Carlos III, considerando la rareza de sus materiales y el interés científico que pudieran tener, ordena entregar las alhajas al Real Gabinete de Historia Natural, para el que Juan de Villanueva había construido el edificio que alberga actualmente el Museo del Prado.
Las tropas francesas en su retirada de 1813 incluye el Real Gabinete, del que se extraen las alhajas sin sus estuches. Aunque el Empecinado trató de impedirlo llegan vía Orleans hasta París, desde donde son devueltas en 1815, aunque desaparecieron doce vasos y se deterioraron varios.
Desaparece toda memoria de los vasos extraviados hasta la redacción del catálogo razonado, donde, al menos, se han localizado sus descripciones y reconstruido su aspecto, gracias a los antiguos inventarios y las notas de la Embajada de España en París, a cargo del conde de Peralada.
Estando en el Real Gabinete, las alhajas se ceden por orden de Isabel II al Real Museo de Pinturas, llamado posteriormente Museo Nacional del Prado. Se descubre un grave expolio en 1918 después de los robos de un empleado del Museo llamado Rafael Coba .
Desaparecieron once piezas y se deterioraron treinta y cinco. En 1937 son trasladadas a Suiza, retornando en 1939 con un vaso deteriorado.
El suceso, el más grave en la historia de la institución, le costó el puesto a su director, el pintor José Villegas Cordero, y supuso el cierre cautelar de los estudios que los artistas tenían en la pinacoteca.
Hay ejemplares desde la época clásica y la Edad Media, helenísticos, sasánidas y bizantinos, además de un cristal tubular posiblemente labrado en Renania en el siglo XIII, hoy parte de un jarro y un plato antiguo, con un águila labrada en su centro, que perteneció a varios monarcas franceses y al emperador Carlos V.
Los cristales de roca, en su mayoría, son obra de los talleres milaneses, entre los que destacan los de las familias Miseroni y Sarachi, que también trabajan las piedras de color, y el taller de Metellino, además de otros talleres menores, aún sin identificar, que se denominan provisionalmente «taller de las rosas» y «taller de las águilas»…
Se exponen en una cámara fuerte ubicada en el sótano del Museo, se inauguró en 1989. Se muestran también algunos de los estuches.
La mayoría están revestidos en cuero, en los que se guardaban estas piezas y que se realizaron reproduciendo exteriormente su forma con el fin de poder identificarlas sin necesidad de abrirlos.
Varios más se exhiben en el Museo Nacional de Artes Decorativas, en el que se conservan más de cien depositados por el Prado.
En 2001 se editó el primer catálogo razonado de esta colección, que estuvo a cargo de Letizia Arbeteta.
En la web del Museo del Prado podéis comprobar un listado de las obras, Hay una gran variedad.
La importancia de las «Alhajas del Delfín» no es su cantidad, sino su calidad. Es una de las mejores colecciones del mundo en su género.
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