El equipo de Samantha Leigh, de la Universidad de California en Irvine, cultivó algas marinas en un acuario especial y posteriormente colocó allí cinco tiburones cabeza de pala y los sometió a una dieta compuesta en un 90 % de esas algas y un 10 % de calamar.
En el transcurso del experimento, los autores analizaron la composición de los excrementos de los depredadores, y luego examinaron su tracto gastrointestinal.
El análisis mostró que los tiburones pequeños son realmente capaces de digerir las algas y asimilar los nutrientes de los alimentos vegetales.
Durante el experimento, los tiburones mostraron un crecimiento somático (celular) estable, y además se encontró carbono-13 en sus tejidos de sangre y de hígado. Esto significa que los animales poseen la bioquímica enzimática necesaria para digerir incluso las partes fibrosas de las algas.