Revista Historia

El Tiempo del Ruido, el fenómeno inexplicado que atemorizó Bogotá

Por Ireneu @ireneuc

Aunque en los últimos tiempos las ciencias y el saber humano han avanzado enormemente, el conocimiento del mundo que nos rodea no es, ni mucho menos, absoluto. De hecho, si somos honestos con nosotros mismos como especie, hemos de reconocer que es infinitamente más lo que ignoramos que lo que sabemos, por lo que existen fenómenos naturales que no se saben por qué pasan y que son carne de conspiranoicos, supersticiosos y teólogos varios ( ver El misterioso caso de las chicas con reglas simultáneas) . Uno de estos fenómenos inexplicados aún a día de hoy ocurrió el año 1687 en Santa Fe de Bogotá (actual capital de Colombia) y se conoce de forma popular como " El Tiempo del Ruido".

Cuentan las crónicas que el domingo día 9 de marzo de 1687, a eso de las 10 de la noche, un estruendo ensordecedor, similar al arrastre de troncos por un pavimento adoquinado, inundó el ambiente de Santa Fe de Bogotá, por aquel entonces villa colonial española perteneciente al Virreinato de Nueva Granada. Las campanas empezaron a sonar solas ( ver Sant Celoni 1927, un terremoto a las puertas de Barcelona) y los perros se pusieron a aullar de forma lastimera en medio de la noche. Una noche despejada y tranquila en que no había ni una sola nube, pero en la que el aire se llenó con un profundo hedor a azufre.

El ruido, tremendo y largo como él solo (según los cronistas duró entre 15 y 30 minutos), hizo que la gente se asustara y saliera corriendo a la calle en pijama, buscando un refugio seguro allí donde pudieran, sobre todo a los conventos e iglesias del pueblo. Nadie sabía qué podía ser aquel estruendo. Unos decían que si era una cacería, otros que si era un ejército que se dirigía hacia ellos, los más pensaban que era la llegada del Fin del Mundo con su sulfurada cohorte demoníaca. Incluso el presidente de la Real Audiencia de Santa Fe, el militar Gil de Cabrera y Dávalos, llegó a salir con tropas armadas a las afueras de la ciudad para comprobar lo que estaba ocurriendo, sin éxito.

El fenómeno, que tal como empezó se acabó, no dejó daños materiales ni víctimas de ningún tipo, pero dejó a toda la población de Santa Fe conmocionada hasta tal punto que, durante los años siguientes, en el aniversario, se mantenían los ostensorios descubiertos y se hacían celebraciones religiosas recordándolo. De hecho, el evento ha permanecido en el acervo popular hasta la actualidad en el dicho "ser del Tiempo del Ruido", en un sentido similar a "los tiempos de Maricastaña" o "de la picor". Sin embargo...¿qué fue lo que realmente pasó? La verdad es que los especialistas no se han puesto de acuerdo.

El relato de los hechos, que se documenta en tres fuentes diferentes - Pedro de Mercado (1691), Juan de Ribero (1728) y Joseph Cassani (1741)-, ha provocado que sean varias las hipótesis que se barajen para explicar el fenómeno. A parte de las explicaciones religioso-supersticiosas del primer momento, los especialistas han jugado con la posibilidad de que, aunque no se adapta estrictamente a ningún evento natural conocido en la actualidad, pudiera haber sido un crecimiento súbito de un río cercano, una explosión volcánica más o menos lejana ( ver El Paricutín o cómo sembrar maíz y recoger un volcán) o incluso que solo fuera una leyenda colonial y no hubiera ocurrido en la realidad. No obstante, en los últimos años ha cogido fuerza una nueva teoría: la caída de un meteorito.

Descartadas las otras teorías por la falta de evidencias geológicas que las sustenten, el hecho de que fuera una caída de un objeto sideral coge fuerza según conocemos ejemplos documentados en la actualidad que ayudarían a explicar el fenómeno de 1687.

A la luz de los conocimientos que tenemos hoy en día, la caída de meteoritos y bólidos generan un estruendo tremendo al crear una onda de choque en la atmósfera del estilo de los aviones supersónicos. Estruendo que, si ocurre cercano a zonas pobladas, puede llegar a romper cristales y provocar daños materiales, tal y como pasó en Cheliabinsk (Rusia) en 2013, y que podría dar explicación al improvisado repique de campanas y resto de ruidos que se escucharon en aquella noche en Bogotá. Asimismo, se sabe que estos meteoritos, además de crear una nube sulfurosa dependiendo de su composición, generan un infrasonido de entre 1 y 10 kHz que sería escuchado por los perros, pero no por el ser humano, lo que llevaría a estos animales a aullar extraña e insistentemente. A pesar de todo, esta teoría no explicaría el porqué duró entre 15 y 30 minutos ni porqué no se documenta ninguna luz en el cielo... o sí

Tal y como creen los especialistas, al producirse la caída en plena noche, solo la gente que estuviera en la calle en aquel momento y mirando hacia un lugar en concreto habría podido percibir el resplandor de aquel objeto. Cosa diferente sería el sonido, el cual, como es sabido, llega a nuestros oídos con tanto retraso como lejos estemos del fenómeno. Así las cosas, la gente, encerrada en su casa, se habría alarmado en el momento de la llegada de la onda sónica y habría provocado las correrías de la población ante lo que pensaban ellos que era la llegada del Fin del Mundo. Una percepción que haría que un fenómeno de una duración de segundos, se alargase en el imaginario humano hasta extremos inconcebibles, y más si tenemos en cuenta que los cronistas recogen el incidente 4, 41 y 54 años más tarde, con lo que el testimonio pudo verse fuertemente deformado por el paso del tiempo.

Sea como sea, aquel incidente quedó grabado en la memoria popular de la gente de Bogotá y alrededores, como un suceso natural extraordinario que nunca había pasado antes y que nunca se volvería a repetir después. Los científicos, si bien pueden tener una teoría sobre lo que pasó en aquella noche, en realidad ignoran cual fue su origen, quedando todo él, y para siempre, en el indefinido limbo entre la realidad y el más profundo misterio.



Volver a la Portada de Logo Paperblog