El tiempo no espera en Saigón

Por Amoreno
La vuelta a Vietnam en Marzo para encontrarme con Thoai trajo consigo una estancia de pocos días en Saigón. Fiel a mi cita volvía como cada año a la ciudad que me acogió en 2007 y 2008.

Siempre es un placer estar de regreso y comprobar los efectos del tiempo en una ciudad en constante cambio.

Hace tres años que pisé por allí por primera vez así que ya me considero un viejo del lugar y me permito la licencia de explicar a las nuevas generaciones que cuando yo vivía allí todavía no existían esos rascacielos en la avenida Hai Bà Trưng, el flamante Kumho Asiana Plaza con el Hotel Continental.



Tampoco teníamos un mall o centro comercial en el distrito 1 tan lujoso como el recién inaugurado Vincom Center, más grande que el Diamond Plaza del bulevar de Lê Duẩn. En mis tiempos, cuando queríamos ir al cine cogíamos la moto y conducíamos hasta el distrito 5.

Si el tío Ho levantara la cabeza, me pregunto qué pensaría del progreso de la capital del sur de Vietnam, una ciudad que intenta seguir tímidamente el modelo de su vecina Singapur.

¿Dices que hacen falta más edificios de oficinas para atraer inversión extranjera? Pues levantamos este imponente rascacielos con plataforma de helicóptero incluida, con ese toque de extravagancia que a veces caracteriza el estilo arquitectónico vietnamita.


El distrito 1 está cambiando su fisonomía a marchas forzadas para convertirse en el motor financiero que necesita la economía del pequeño dragón asiático. El progreso no puede detenerse, aunque en ocasiones suponga un perjuicio para la historia y la herencia cultural. En el caso de Saigón, nos referimos a las casas de estilo colonial francés que han sido borradas del mapa de un plumazo durante la última década. Para desgracia personal, una de las víctimas de esa reestructuración urbana fue el edificio que albergaba la antigua Oficina Económica y Comercial de la Embajada, una preciosa villa de estilo colonial que ya no existe.

Por lo menos han sabido conservar el Hotel Continental y el Hotel Rex, dos de los pocos edificios emblemáticos de la etapa colonial francesa que quedan, el último sirvió de cuartel general a los periodistas durante la Guerra de Vietnam.

En el último año se ha procedido a renovar el exterior del Hotel Rex construyendo un arcade de tiendas de lujo que ya rivaliza con Đồng Khởi y que amenaza con llevarse por delante todas las pequeñas tiendas de recuerdos por las que era conocido el bulevar del Lê Lợi. Un paso necesario si Ho Chi Minh City quiere continuar la senda de la modernización aunque un golpe duro para los nostálgicos.

Por un momento siento que me agobio con tanto cambio. Necesito tomarme un café sentado tranquilamente en mi terraza favorita y comprobar que el pulso de la ciudad sigue siendo el mismo, que a pesar de los centros comerciales con aire acondicionado todavía hay mucha gente haciendo vida en la calle y que aunque gracias a dios las aceras se vuelven más transitables, el ir y venir de las motos no cesa.

Puedo respirar tranquilo, las calles siguen vivas y la esencia aún permanece, aunque sobrevive a duras penas y ahora el contraste es mayor.

Pasan por delante mío los vendedores de fruta ambulantes y me pregunto ¿qué será de ellos?, ¿qué destino les depara el progreso?



¿Y los oficios callejeros como el de peluquero o cerrajero? ¿Están condenados a ejercer su profesión dentro una tienda?

¿Y los abuelos que pedalean a los turistas por el centro en su viejo cyclo? ¿Habrá sitio para este medio de transporte en el Saigón del s. XXI con su red de metro?

Sólo el tiempo tiene la respuesta y no sé si estaré allí para verlo, aunque ganas no me faltan. Un almuerzo con mi viejo amigo Deeptesh me confirma que aún es feliz viviendo en Ho Chi Minh City después de 4 años, que todavía no tiene intención de marcharse ya que la ciudad se vuelve más confortable con el progreso.

A las nuevas generaciones de españoles también se les ve contentos de estar allí, y eso que todavía no han cumplido un año. Hablo de Oscar, Álvaro y Borja, los actuales becarios ICEX de la Embajada que amablemente me acogieron unos días en su casa, y de Alberto y Víctor, dos estudiantes de Master que viven en la ciudad universitaria. Con todos ellos salí de fiesta algunos días y me lo pasé igual de bien que cuando vivía por allí. Son muy buena gente y han aprendido a disfrutar de la vida de Saigón. Alguno de ellos ya progresa adecuadamente en vietnamita y dice que intentará alargar su estancia buscando trabajo porque en Vietnam se vive bien. Razón no le falta.

La opinión de estos amigos, viejos y nuevos, no hizo sino reforzarme en mi idea. Me planteo seriamente regresar a Saigón, una ciudad en la que me siento muy cómodo.

Pero eso tendrá que esperar hasta dentro de dos años, cuando haya terminado de estudiar el Master en Japón. El tiempo habrá pasado y la ciudad habrá cambiado por entonces, pero confío en encontrar todavía parte de esa esencia que me hizo ser tan feliz cuando vivía allí.
Hẹn gặp lại Sài Gòn