El tiempo que nos une (Alejandro Palomas)

Publicado el 27 febrero 2015 por Elpajaroverde
Como una bofetada inesperada y a traición. Así siento física y literalmente una de las primeras frases que Mencía le arroja a Bea en este libro. Estoy segura de que de haber observado mi rostro en un espejo en ese momento hubiera descubierto sin asomo de asombro cinco dedos rojos tatuados en mi mejilla. No en la izquierda, la del lado del cuerpo considerado más intuitivo y emocional, sino en la derecha, el flanco consciente, reflexivo y racional, el que sabe que lo escuchado (leído, en mi caso) se corresponde con una inquebrantable verdad, de esas que callamos por pensar que al ocultarla es menos cierta, de esas que no nos atrevemos a verbalizar por temer que al liberarla duela. Como si el dolor no llevara tiempo ya alojado y cómodamente instalado en nosotros. A punto estoy de cerrar el libro, bastante losa es a veces la vida como para que encima venga la mano huesuda de la vieja Mencía a hundirte más hondo. Pero es que ¡ay, pajaritos!, a veces una mano tendida necesita primero empujarte hacia abajo para jalarte luego por los pelos y arrastrate hacia la superficie, devolverte al mundo y ponerte de nuevo en circulación. Sigo leyendo, como no.
"Porque si hablo, si te lo cuento, será verdad, y mi vida no es eso. Yo soy la que ves, abuela, no la que no ves. Esa Bea no está, no entiende. Y lo que no se dice no existe, porque una vez oído echa raíz, como una mala planta, castrándote el engaño y la ilusión. Hoy soy tu nieta enferma, Mencía, la hija de tu hija, nada más. Nadie más. No tengo fuerzas para lo que no quiero. Ni siquiera para inventar."

Portada de El tiempo que nos une

Mencía es... iba a decir la protagonista, pero no sería justa con el resto de bellos personajes de esta novela. Mencía es una de las protagonistas de "El tiempo que nos une", es el hilo conductor en torno al cual todo gira. Tampoco. Sí es el hilo conductor, pero más bien es ella quien hace que todo gire, que se mueva. Es difícil describir a Mencía, hay que vivirla, hay que leerla. Mencía tiene noventa años, es irreverente, deslenguada, pero por encima de todo es madre y abuela. Por encima de todo y de todos.
Alejandro Palomas teje y trenza la vida de cinco mujeres y tres generaciones. Mencía, sus hijas Lía y Flavia, y sus nietas Inés y Bea. Son mujeres unidas por la sangre, por la vida, por el amor y sobre todo por el dolor. Os decía que Mencía era el hilo conductor de esta novela, y aunque esto podría llevar a pensar que es la narradora de la misma no es así, o al menos no en su totalidad. Son las cinco protagonistas (con incursiones de algún agregado que diría Mencía) las que nos cuentan en primera voz su historia. Se alternan en la narración, y aunque esto a priori podría hacer que nos perdiéramos costándonos volver a arrancar cada vez que se hace un cambio de narrador, el autor barcelonés no sólo consigue evitar que sea así, sino que logra una mayor dimensión de sus personajes al someterlos a las miradas de cada uno de ellos, a la vez que atrapa al lector y le hace partícipe y cómplice de las emociones de estas niñas adultas siempre al borde de la rendición. Nos faltan más personajes, que no tienen voz pero están ahí, porque en este libro, como en la vida, las ausencias muchas veces pesan más que las presencias.
"Desde que él nos dejó, he aprendido que hay hombres, mujeres y niños que miran con luz propia sin oscurecer nada de lo que miran. Son seres extraños, cuerpos con vidas demasiado grandes, almas que no caben. A veces, he visto la luz de los ojos de Helena y de Tristán en los de otras vidas con las que he cruzado la mía y he tenido que respirar hondo para no llorar de alegría, porque cuando los veo sé que sí, que hay más Helenas y Tristanes llenando el mundo, haciéndolo mejor."

hospita. Fotografía de marissa anderson

Mucho tendrá que bregar Mencía con sus niñas. Se valdrá de todos los recursos a su alcance, a su edad no está para perder el tiempo con remilgos. Nos regala el autor unos diálogos brillantes: divertidos y mordaces unas veces, que tocan la fibra y la tecla correcta otras. Cuántas veces me he encontrado sonriendo leyendo este libro y cuántas otras he tenido la oportunidad de escuchar la risa franca de sus protagonistas. Sabe la vieja Mencía cómo y cuándo hacer reír. Sabe la sabia Mencía del poder único de la risa para rendir defensas y abrir puertas que de otro modo serían inexpugnuables.
"Nos reímos esta vez al unísono, las dos con los ojos cerrados y dejándonos llevar por la alegría de la invalidez compartida. Nos reímos, sí, y en la risa de Bea siento que hay algo de abandono, de compuertas que empiezan a romperse, de resistencias debilitándose. La miro de reojo y al verla así, recortada entre sacudidas de risa contra el cristal de la ventana, la siento mía, presa fácil, ignorando que quizá dentro de un rato se oirá contar cosas que nunca se creyó capaz de decir a nadie, escuchará cosas que se jurará no volver a repetir, abriéndose a mí, sin vuelta atrás."
Se le va la mano a Palomas con Mencía. La pasa a veces de histriónica. Repite anécdotas que sobran. Ello hace que a veces la narración chirríe y que también en ocasiones este personaje raye lo inverosímil. Tengo que reprocharle también al autor que recurra a su antojo a los 'agregados' que antes mencionaba para luego cuando ya no los necesita dejarlos abandonados. Tenía que decirlo, no como una crítica, sino como un casi que le falta a esta novela para acabar de ser redonda. Voy a hacer yo también un poco de abuela loca y azotar a este escritor porque sé que le sobra talento para hacer grandes cosas (tal vez ya las haya hecho, tengo varias lecturas suyas pendientes) Y hay tantas cosas que podría también achacar a Mencía, pajaritos... La vieja aprieta y a veces ahoga, porque sus niñas serán unas inútiles manejando emociones, sí, pero es que es difícil vivir bajo el reinado de esa sombra que protege y que todo lo abarca .
"El recuerdo que yo conservo de la abuela es el de una mujer que ocupa todo el espacio y el oxígeno del mundo y que no tiene nada que perder porque ha perdido tantas cosas en la vida que ya sólo juega a ganar. Mencía es toda nosotras en una y no descansa, y nos quiere tanto que nos hace pequeñas porque ni mamá, ni tía Flavia, ni Bea ni yo sabemos querer así."

christiania, glass house, february 2009. Fotografía de seier+seier


Pero la perdono, aunque le falte autocrítica y tacto. Mencía juega a contrarreloj. Sabe que le queda poco tiempo para enseñar a las suyas lo que a ella le ha costado años aprender. Ese tiempo que las une toca a su fin para ella y no quiere que las que queden sigan mirándolo pasar sin arriesgarse a vivirlo. Quiere que sumen minutos, horas, días, años. Quiere que vivan sumando.
"Llega una edad en la que nos damos cuenta de que vivir restando es vivir al revés porque hace daño y la vida no es eso. Hay que aprender a sumar, hija, a sumarlo todo: el dolor, la pena, la angustia, lo vivido, lo que esperas vivir, lo que ya no... los que se marcharon. Todo eso eres tú."
Mencía piensa muchas veces que algo ha debido hacer mal para que sus hijas y nietas anden tan desorientadas por la vida. Yo en cambio he descubierto en esta novela cuatro criaturas hermosas, llenas de dudas y de dolor, sí, pero tan madres, tan hijas, tan hermanas, tan personas. Estoy segura de que cuando esa vieja loca se vaya se irá con ella un bastión irreemplazable en la vida de estas mujeres, pero también lo estoy de que sabrán tirar unas de otras cuando haga falta y sostenerse cuando sea necesario. Sí, Mencía, lo has hecho bien. Y yo también he hecho bien al continuar leyendo tu historia. Una historia sobre el amor y la familia, una historia que convive con el dolor, una historia en la que se ríe llorando y se llora riendo, una historia sobre la vida. Porque eso es la vida, risa y llanto, y el que no ha reído y no ha llorado, es que no ha vivido.
"En algún lugar de la casa, Gala llora ahora, mezclando sus sollozos recién despiertos con la risa de su bisabuela, cortando el tiempo y el espacio que trenzan los lazos de esta familia, acercándonos en esta noche de calor templado como sólo saben acercar los niños y los ancianos. Desde la risa y el llanto."

Faro de la Isla del Aire. Fotografía de Jon Gonzalo Torróntegui


Ficha del libro:Título: El tiempo que nos une
Autor: Alejandro Palomas
Editorial: Suma de letras
Año de publicación: 2011
Nº de páginas: 576

Primeras páginas


Antes de nada quisiera comentaros que el próximo lunes publicaré una entrada especial. En el grupo tarro-libros 2015 estaremos toda la semana celebrando el día de la mujer. El lunes os dejaré una sugerencia de lectura para ese día y os contaré más cositas.
Ahora sí, os dejo, como siempre que está disponible, el enlace para que accedáis a las primeras páginas de esta novela. Así podéis echar un vistazo y ver si os apetece seguir leyendo.
Y no me resisto a despedirme de vosotros sin dejaros aquí la canción que en las últimas páginas de esta novela Mencía escucha en el ipod que le regala su nieta Bea: "Gracias a la vida" interpretada por Joan Baez.
Leed, amad, soñad.
Primeras páginas de "El tiempo que nos une"
Vídeo de Joan Baez interpretando en directo "Gracias a la vida"