El tiempo y su relatividad

Por Buenhabit

La fascinación por definir y medir el tiempo vienen desde el inicio de la historia. En un principio, se comenzaron a estudiar los movimientos de los astros, especialmente el movimiento aparente del Sol. Hoy medimos el tiempo mediante relojes atómicos Éstos están calibrados para contar 9,192,631,770 vibraciones del átomo del Cesium para luego hacer un "tic". El UTC (Tiempo universal coordinado), referente de las zonas horarias, se establece según estos relojes atómicos. Debido a que la rotación de la Tierra es estable, pero no constante, el tiempo universal se retrasa con respecto al tiempo atómico. UTC se sincroniza con el día y la noche del tiempo universal, añadiendo o quitando un "segundo intercalar" tanto a finales de junio como de diciembre, cuando resulta necesario.
Todo sincronizado hasta la milésima de segundo y seguimos sin poder definir exactamente el tiempo y la eternidad.
El tiempo no se palpa, huye, a veces se extiende y otras se acorta. Hemos podido medir el tiempo objetivo, pero no su percepción.
El “valor” del tiempo no varía según las estaciones ni según los años del calendario, sino según la edad y la percepción subjetiva que de él vamos adquiriendo.
Por un lado somos espectadores del curso de las cosas y percibimos el tiempo como una corriente que viene a nuestro encuentro. Del futuro al presente para disolverse inmediatamente en el pasado.
Por otro lado somos actores y el tiempo nos lleva como un impulso dinámico de atrás hacia adelante, a realizar nuestro proyecto personal hacia el futuro.
Podemos decir que el presente es, al mismo tiempo, línea de llegada de información y línea de partida de energía.
El tiempo simplemente pasa. Es un goteo de segundos uno tras otro que, hasta la fecha, nadie ha podido detener. Nosotros solo podemos gestionarlo, optimizarlo, administrarlo y utilizarlo para llevar a cabo nuestro proyecto de vida.
Para ello es importante tomar conciencia del auténtico valor de nuestro tiempo.
Algunos “ladrones de tiempo”, podrían ser:
- Indefinición de metas y objetivos.
- Confusión con las prioridades.
- Hábitos arraigados de procrastinación.
- Falta de organización.
- Multitasking
- Ausencia o fallos en los procedimientos.
- Demasiado perfeccionista.
- Falta de autodisciplina.
- Desperdiciar energía en banalidades sin valor añadido.
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Como decía Heráclito “Todo fluye y es imposible bañarse dos veces en el mismo rio”.
Sumérgete, bien en el río de la vida, no te mojes solo los pies en  la orilla.
Que tengáis un buen día.
Montse
Referencias: Cómo organizar su trabajo de Deusto
   Wikipedia, enciclopedia libre 

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