WhatsApp es un ejemplo perfecto como entorno idóneo sobre el que establecer estafas. Antes de que el popular sistema de mensajería integrase el sistema de llamadas de voz, se difundió una estafa en la que, accediendo a una web externa, el usuario podría llamar gratis desde su teléfono a cualquier parte del mundo sin introducía su datos. Millones de usuarios mordieron el cebo y recurrieron a aquella maravillosa oferta con el deseo de tener la mejora antes que sus contactos. Sin embargo, fueron victimas de un phishing indiscriminado, y nadie tuvo acceso a llamadas de voz hasta que los desarrolladores de la aplicación incorporaron este servicio.
Desde hace unos días, el timo ha vuelto a la carga vestido de modernidad. Ahora se nos ofrecen videollamadas si cumplimos los mismo requisitos: registrarnos en una web externa y reenviar la información a nuestros contactos. El phiser no ha tenido que idear un sistema complejo ni novedoso. Sobre la misma estructura técnica ha desarrollado una nueva remesa de peticiones que se ha extendido de manera viral entre los usuarios. Y los resultados no se han hecho esperar. Por algo se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.
alfonsovazquez.comciberantropólogo