El tiro errado

Publicado el 12 noviembre 2018 por Daniel Guerrero Bonet
Un vecino de la localidad de Tarrasa (Cataluña) ha sido arrestado por difundir mensajes en las redes sociales en los que afirmaba querer asesinar de un tiro al Presidente del Gobierno por promover la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos. Decía estar dispuesto a sacrificarse por España. Que la persona en cuestión sea un introvertido, soltero, aficionado a las armas de fuego, deportista, vigilante de seguridad y franquista nostálgico no es lo más llamativo del caso. Lo sorprendente es que explique su intención de sacrificarse por España, no por la ruptura del Estado que persigue el independentismo de la Comunidad en la que habita, sino por la iniciativa del Gobierno de retirar la sepultura de un dictador de un lugar público que posibilita su exaltación. Es el detalle que revela una mente delirante que yerra el tiro de su argumentación, cuando ninguna sirve para justificarlo, e imposibilita, afortunadamente, al francotirador su propósito al publicitarlo sin disimulo en los foros de internet.

Arsenal del francotirador

Demencias semejantes, que banalizan la violencia y la muerte, abundan entre las personas que nos cruzamos por la calle sin que nos causen alarma ni especial preocupación. Estamos inmunizados de tantas barbaridades y desvaríos que los consideramos normales en los tiempos que corren. Desde levantar muros en la frontera para impedir la inmigración, facilitando que muchos fallezcan en el intento, hasta obligar que sean las víctimas las que paguen los efectos de una crisis económica, condenándolas a la pobreza y la marginación, son algunos de ellos. O que los tribunales fallen que los usuarios asuman los gravámenes que corresponden a los especuladores financieros. Incluso que los independentistas exijan disculpas al rey de España por recordarles el respeto que deben a la Constitución que todos nos dimos.Por eso, que ahora salga un loco anunciando su voluntad de provocar un magnicidio por el traslado de una momia, apenas causa perplejidad, salvo por el hecho de errar el tiro. El tiro de la justificación... y el de la bala, gracias a Dios.