Es una pena no tener a la familia tan cerca como quisiéramos. Aparte del desahogo y la ayuda que puedan prestar, a los niños les vendría genial y les volvería locos poder jugar a menudo con su primo Rafa, o pasar la tarde en el parque con la tita Rocío, o ver cómo va creciendo el pequeño Alonso. Y sobre todo con la abuela Cecilia, la "Yeya", la persona que hace desaparecer al resto del mundo para el pequeño Luke. De hecho, este post podría haberlo escrito sobre cualquiera de ellos; sobre el tito Pablo y sus muecas y juegos, o la abuela Isabel y sus cuidados y cariños, o la Madrina Pilar y sus canciones y cuentos. Pero el tito Kiko es que que tenemos más lejos, y al que menos ven los peques. Y es mi hermano.
Ya estamos esperando a la siguiente visita, para el segundo cumpleaños de los pequeños, en pocas semanas. Y volveremos a tener un buen rato de –"¡Tito Kiko! ¡Tito Kiko! ¡Tito Kiko!".