El tornillo del fugilate

Por Cristóbal Aguilera @CAguilera2

Es noche oscura. Tan sólo destacan unas luces generales y difusas que apenas si consiguen alumbrar el camino principal. Al fondo se ve el destello deslumbrante de una instalación con forma de invernadero. Una explosión de colores entre los que destacan marrones, ocres, amarillos, verdes claros y oscuros. Se ve moverse una persona en su interior, con tranquilidad, tras el plástico semitransparente del invernadero.

Gregorio mira su reloj. Levanta la cabeza y gira sobre sí mismo intentando abarcar con la mirada todo lo que hay a su alrededor. Observa con atención el pasillo principal del invernadero y se deja deslumbrar por la sinfonía de colores que las microalgas levantan a su alrededor. Se acerca hasta una bomba que hay a su derecha dentro de un receptáculo. Activa el botón de encendido. Se oye el ruido del motor. Empieza el trasvase de las algas a través de una canalización de tubería transparente. Mira como el líquido verdoso asciende y se pierde hacia el exterior del invernadero.

: De la que acabamos de librarnos ( está solo pero habla como si todo el mundo estuviese pendiente de él). Desde luego que si alguien me hubiera dicho ayer que ahora estaríamos bombeando fitoplancton hasta larvas es que no me lo creo ( se rasca la barba y deja escapar una mueca a modo de sonrisa satisfactoria). De la que acabamos de librarnos ( se oye un clic procedente de la bomba que indica que todo va bien. Un ruido a su espalda lo solivianta y se gira).

Sala de reuniones. En el centro una mesa grande alargada con cuatro personas sentadas, dos en uno de los laterales y otros dos en la semicurva. Sobre la mesa tazas de café y muchos papeles. Dos portátiles y un teléfono. Por la ventana se ve caminar a dos personas dirección a la sala de larvas. Una quinta persona, de pie delante de la ventana, los observa. Tiene las manos en la espalda. Se gira y mira a sus compañeros. Todos dejan lo que están haciendo y le devuelven la mirada.

Sonia se encuentra con los dos empleados a la entrada de la sala de larvas. Hay un foco potente que los alumbra generando un semicírculo como si estuviesen en mitad del escenario de un teatro.

De vuelta a la sala de reuniones. Se abre la puerta y Sonia entra precipitadamente y nerviosa. Mueve las manos y gesticula. No se la entiende. Enrique se abalanza sobre ella, la coge de los hombros y la zarandea con cierta violencia. Los demás miran atónitos.

Gregorio y Manuel dentro de una sala cuadrada y muy pequeña. La sala de apenas dos por tres metros está llena de bombas y cables. Hay cuadros eléctricos en las paredes con lucecitas que parpadean. Uno de los cuadros está abierto y Manolo está operando en él. Gregorio mantiene un foco cerca de la cabeza de Manuel apuntando al interior del cuadro eléctrico.

Es noche oscura. Tan sólo unas luces generales que apenas si consiguen alumbrar el camino principal. Son las luces de emergencia que hay debajo de los focos principales. Al fondo no se ve nada. En la puerta de la sala de larvas, bajo un pequeño foco con la inscripción: "Luz de emergencia" se reúne un grupo de personas exaltado. Todos llevan linternas y las luces procedentes de los focos van de un lado para otro. Hay confusión. Se abre la puerta y aparecen Manolo y Gregorio. Gregorio tiene la cara chamuscada. Sigue sonando una alarma cercana.

Todos están reunidos en la puerta. Hay tensión y gritos. Se forma un semicírculo que abarca a Gregorio y Manolo. Manolo tiene un extintor en sus manos.

Un camión de bomberos acaba de apagar un pequeño fuego en la zona de larvas. Manolo y Gregorio están sentados en una camilla que les han cedido los sanitarios que acompañan a la ambulancia. Están acabando de curar un rasguño a Gregorio. Manolo bebe agua. Los demás hacen un corrillo unos pasos más allá. Se ha restablecido la luz y el camino principal vuelve a estar iluminado. Al fondo el invernadero de fitoplancton brilla y resplandece más que nunca.

: ¡Ei, has visto que pasada! Seguro que estos tíos tienen ahí un cultivo de maría. Que no es la primera vez que veo algo parecido.

Los sanitarios están acabando de curar a Manolo y Gregorio. Estaban escuchando la conversación de los bomberos con Enrique.

La ambulancia y los bomberos están saliendo por la puerta principal. Pedro y Enrique comentan algo ventanilla contra ventanilla en sus respectivos coches. Sonia acaba de marcharse. Gregorio y Manolo ya hace tiempo que se han marchado. En mitad del invernadero están Luis y María. Hablan.

Es noche oscura. Tan sólo destacan unas luces generales y difusas que apenas si consiguen alumbrar el camino principal. Al fondo se ve el destello deslumbrante de una instalación con forma de invernadero. Una explosión de colores entre los que destacan marrones, ocres, amarillos, verdes claros y oscuros. Se ve moverse a dos personas en su interior, con tranquilidad, tras el plástico semitransparente del invernadero. Llevan dos bolsas.