La fiesta de la sangre, celebrada entre alcohol es una muestra más del salvajismo de algunas tradiciones españolas, de esas que alimentan la bravura y el machismo nacional generadores de tanta violencia inutil.
Todavía hay que pelear muy duro para evitar hacer salvajadas públicamente, que burros somos. Ninguna razón existe para adornar a ese tipo de torturas públicas con títulos en forma de Premios nacionales turísticos. Al contrario, la primera medida colectiva, global, del Gobierno de la Nación, debe ser eliminarlos de la lista.
Nunca una autoridad local tendrá la fuerza suficiente para defender su prohibición, ni siquiera su crítica, al igual que sucede en otros ámbitos como la corrupción urbanística, deben ser instancias superiores quienes intervengan.
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