El Tour de Francia de 1992 XXX

Por Rafael @merkabici
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El grupo de escapados pronto empieza a hacer diferencias, y a la altura del Col du Lautaret, antesala de los kilómetros más duros del Galibier, Bugno ya cuenta con más de un minuto sobre Indurain. La situación es potencialmente peligrosa para el navarro, que ve cómo queda mucho por delante y la escapada podría ser perfectamente incontrolable. Una escapada en la que, además, se ha filtrado un rival directo, uno que va muy bien contra el crono y con el que el colchón que supone la ultima contrarreloj respecto a, por ejemplo, Chiapucci, no sería tan grande. Faltan más de 130 kilómetros a la meta y la carrera está, una vez más, apasionante.

Siempre valiente

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Pero las imágenes que se ofrecen de los escapados son desconcertantes. Se ve a Bugno tirar, sí, pero sin mostrar excesiva ambición, con un rostro tranquilo, sosegado, sin apenas aparentar esfuerzo. Es Fignon, el viejo zorro francés el que lleva el peso de la escapada, el que muestra con su lenguaje gestual que no todo está perdido, el que continuamente habla con su jefe de filas para animarle, para picarle, para intentar sacar el genio que lleva dentro. Pero quizás es Bugno el ciclista menos adecuado para este tipo de gestas, por su carácter sosegado, por sus pocas astracanadas, por su visión científica y calculadora del ciclismo. Bugno, tan poco parecido a Chiapucci, se ha visto obligado a imitarle, y tan sólo está saliendo una mala copia. Fignon confiesa después que se sintió profundamente decepcionado con su compañero ese día, y que comprendió que jamás podría llegar a ser un gran campeón, alguien de talla histórica. Tenía piernas, tenía aptitudes, pero le faltaba sangre, nervio.

Últimas balas de Bugno

Fruto seguramente de esa falta de concentración, de ambición, fue el incidente que ocurrió ya en el último kilómetro del Galibier. Allí Bugno está tomando una curva de herradura a izquierdas por la parte interna de la misma, y se topa con un aficionado, que le hace caer, arrastrando el italiano a Robert Millar al suelo. Paradójicamente ese aficionado es amigo íntimo del propio Bugno y miembro de una peña de apoyo que se había desplazado a animarle. La respuesta del ciclista, golpeándole con su rueda delantera, parece hablar más de sus propios nervios, de su propia falta de concentración, que de un contratiempo auténtico.