El trabajo nace con la persona

Por Siempreenmedio @Siempreblog

2 enero 2014 por cuinpar

Estas navidades me he dado cuenta de que mi capacidad de síntesis no tiene límites. Cada vez que algún familiar o conocido me preguntaba que en qué estaba trabajando yo, asumiendo que me lo preguntaban a mí porque mi madre no había conseguido explicarlo, lo resumía diciendo que mi trabajo consistía, básicamente, en escribir cosas en Internet. No les cuento el resto, claro, más que nada por no aburrir, y un poco también porque no parezca que me quejo de un trabajo que me apasiona, un trabajo que sé que es el mejor trabajo que podré tener nunca, con la mejor compañera de trabajo que nadie podría tener. No les digo que para escribir esas cosas en Internet tengo que entenderlas primero; que dedico bastante más de ocho horas al día a estudiar los temas, a descifrar los entresijos de las plataformas y los lenguajes de los públicos más variados, a convertirme en ellos y reclamarme a mí misma lo que me gustaría leer si tuviera sus ojos. Tampoco les cuento que para escribir esas cosas en Internet a veces tengo que pasar horas en la calle, paseando arriba y abajo, algunas veces bajo la lluvia y otras bajo un sol que me quema las plantas de los pies. Ni les digo que hace un año que no apago el teléfono las pocas veces que voy al cine, porque en algún momento puede entrar un correo urgente. Tampoco que a veces sueño con los encargos que nos hacen y que ahora duermo con un cuaderno en la mesilla de noche porque me cansé de levantarme de madrugada a anotar cosas que se me ocurrían cuando estaba a punto de caer redonda. Mucho menos que a pesar de todo esto, hay meses que me salva la vida la comida que mi madre me dejó en el congelador después de su última visita, ni que las horas que antes dedicaba a tomar cañas y gintonics ahora las he cambiado por horas delante del ordenador.

Ni siquiera les cuento que a veces personas con un sueldo que triplica el mío, detrás de sus escritorios y de su horario de ocho a tres creen que mi trabajo es una mierda y que el dinero que me van a pagar (dios sabe cuándo) por haberlo hecho es demasiado. Tampoco saben la inseguridad que eso genera, ni las ganas de llorar, ni la culpabilidad que se siente cuando cuestionan a otros por un trabajo del que sólo yo soy responsable. Sé que no es el curro más importante del mundo, no es como sacar comida de la tierra que uno sólo sabe pisar, o como arrebatarle a la mar los peces que nos alimentan, o como componer una canción. Mi trabajo no es fundamental para la existencia de la especie humana, pero créanme que lo hago honestamente y lo mejor que sé. Tal vez la culpa de que lo cuestionen es de la dichosa capacidad de síntesis. O tal vez no.