Estos últimos días estamos pasando un auténtico calvario en casa. Nos toca escolarizar a nuestra hija y más bien parece que estamos luchando contra un régimen dictatorial que otra cosa.
Cuando te planteas crear un proyecto de familia tomas una serie de valores fundamentales. Entre ellos decidir el número de hijos que quieres tener. En nuestro caso queríamos sólo uno, para poder volcarnos al completo. Este tipo de familias tiene sus riesgos y por supuesto sus ventajas.
El primer riesgo lo descubrimos a la hora de elegir un colegio para ella. Nos encanta uno concertado pero no tenemos puntos, ni por proximidad (aunque en realidad estamos muy cerca), ni por tener otro hermano dentro (desventaja de ser hija única), ni por ser ambos ex-alumnos del centro (ya sabéis que me vine desde Sevilla, no tengo ni enchufes a los que presionar).
La situación actual en la que nos encontramos es que el centro que soñábamos con poder llevar a nuestra hija, en serio, lo soñábamos, no hay muchas posibilidades de que entre. Son varios niños los que están en la misma circunstancia y queda en manos de un sorteo. Conociendo la suerte que he tenido en mi vida doy por hecho que el sorteo no nos servirá de nada.
Luego toca preguntar en el colegio que elegimos en segundo lugar, otro concertado donde también tenemos cero puntos. Calculamos que no habrá tampoco plaza, ni en el público que hay en el pueblo donde vivimos (uno de los cuatro que hay) que elegimos en tercer lugar.
Como buen pesimista que soy me pongo en lo peor, que sólo queden plazas en los dos peores colegios del pueblo. Uno hecho de barracones y otro en una barriada a 2km del centro, donde predominan inmigrantes no integrados y familias marginales.
Ojo, no me vayas a tildar de clasista o racista porque no lo consiento. El que me diga que no quiere lo mejor para su hijo es que miente. El que me venga con que en ese colegio “chungo” aprenderá lo mismo que en cualquier otro, es un demagogo o un necio.
Si elegí tener sólo una hija es porque quiero poder pagarle el mejor colegio posible, que le garantice en la medida de las posibilidades sus estudios. Huyo del fracaso escolar endémico en los colegios públicos, ya lo viví en mis propias carnes y ahora imagino lo que debieron sufrir mis padres ante tanta impotencia.
Me gustaría saber en estos momentos cuando y quién decidió inventar el sistema de puntos como baremo de acceso a los centros escolares. Sobre todo me gustaría saber si fue un técnico o un político. La cosa cambia porque si fue un profesional de la educación, vale, pero si es un político que luego lleva sus hijos a coles privados, es para salir a la calle y dejar en poca cosa la que está liada en Libia.
No me importa si alguien que esté leyendo ésto piense que estoy dramatizando en exceso. Me gustaría hacerte ver que las situaciones son las que te conducen a que te tomes las cosas de una u otra forma. Si sabes que tienes una oferta educativa de calidad en cualquier centro a los que tienes opción de acceder, pues fantástico. Pero si vives en un pueblo a las afueras de una gran ciudad, donde hay guetos de inmigrantes que no se integran, donde el nivel del profesorado es lamentable (ausencias contínuas, expedientes disciplinarios…) y las instalaciones tercermundistas… Entonces es cuando comienzan a apoderarse de ti todos tus miedos.
Debería ser un derecho que cada uno elija el centro donde estudia su hijo. Si el nivel de todos los colegios fuera similar no habría exceso de demandas en determinados colegios. Pero como la realidad muestra lo contrario, luego nos encontramos con exceso de demanda y una oferta insuficiente y de baja calidad.
No sé cómo acabará el tema, creo que ya nos está comenzando a afectar la salud. Son varios días sin dormir bien, es monotema en nuestras conversaciones con amigos y compañeros de trabajo (os pedimos disculpa por ser tan pesados, de verdad). Agradezco personalmente a la gente que me sigue vía twitter y me envía sus ánimos, pero en estos momentos lo vemos todo tan negro que somos incapaces de encontrar un hilo de esperanza que nos alegre el día.
Cuál es mi plan si sale la opción más negativa? Pues la primera idea es criar a mi hija como una psicópata y que con 10 años se vaya un día al colegio con un rifle de repetición y monte una matanza para salir en la tele. Mi mujer dice que estoy loco, pero en estos momentos es lo que más apetece, en serio.
Luego piensas en positivo (en realidad no sé cómo se hace eso) y te planteas que no importa tanto el centro donde estudie. Si es buena estudiante lo será en cualquier colegio. Que le hecho de que esté en el mismo pueblo me facilitará el poder llevarla y traerla, me ahorraré el comedor y el transporte. Pero por qué será que nada de eso me vale como argumento frente a la posibilidad de que mi hija sea una estudiante mediocre como sus padres, y tarde o temprano necesite un apoyo intensivo que no suele existir en los colegios públicos?
Suma a toda esta angustia le hecho de que no soy de aquí, emigré 1.000kms dejando atrás amigos, familia y conocidos. Eso hace que me presente a la batalla del enchufismo sin tener ni una sola arma. No tengo el teléfono del cuñado del director, ni mi jefe juega al tenis con el marido de la secretaria. No, no hay nada de eso. Los puntos, los putos puntos son los que decidirán el futuro escolar de mi hija. Así de democrático, así de fácil de manipular.
Los puntos se falsifican hasta tal punto de padres que comienzan procesos de separación para fingir un próximo divorcio, familias que alquilan meses antes una vivienda cerca del colegio para ganar puntos de proximidad, padres que conocen a médicos que están dispuestos a firmar documentos donde mientan diciendo que el niño padece una determinada enfermedad que da puntos (sobre todo el tema de los celíacos está siendo un escándalo últimamente). En fin, pura adulteración del sistema de acceso, consentido y mantenido por los que tiene más influencia.
A todo ésto, el presidente saliente de la Generalitat de Cataluña, el socialista José Montilla, llevaba a sus hijos a un colegio privado, dando ejemplo de que confía en el sistema público de enseñanza. Para el resto de ciudadanos nos queda lo de siempre, jodernos.
Ya os contaré en qué acabó todo, aunque sigo barajando lo de la matanza como última opción (es broma, eh!).