El trébol negro (Capitulo 2)

Publicado el 13 septiembre 2019 por Carlosgu82

Capitulo 2

Cuando era niño, siempre supe donde estaba la escopeta que guardaba mi padre, nunca me pegué un tiro por qué no supe cómo usarla, habían dos gatillos el cual uno era para meter la bala y la otra para disparar, si hubiera sabido cual gatillo es cual, créanme que no estuviera en este momento escribiendo, me hubiera volado la tapa de los sesos y el final de esta perra vida hubiera sido más corta sin tanta mierda.

Cuando estaba en cuarto o quinto de primaria, me envolví las cortinas que dividían de una habitación a otra, me quedé dormido y la vida se estaba yendo de a poco, hasta que alguien (o algo) me empujó y caí al piso, cuando estuve en el piso solo sentí un total dolor en mi cuello. Lo que no me acuerdo es si lo hice con intención de morirme o simplemente por juego, lo que sí me acuerdo es que unos días tuve que ir al colegio con una bufanda para no mostrar mi cicatriz en el cuello, mi mamá me dijo que si alguien preguntaba yo tenía que decir que me quemé con la estufa, la verdad, algo no tan convincente pero bueno, una pequeña historia que quería escribirla.

Un suicidio simbólico el cual lo he tenido claro desde hace mucho tiempo, es no tener hijos. Muy simple, esta sociedad y mi pasado no me garantiza la crianza de un niño desde la perspectiva de tener un autoritarismo total, puesto que de por medio se encuentra la televisión y sobre todo la internet quien manipula la mente de un niño. Soy totalmente conservador en ese aspecto, pero muy liberal si me dicen que traer hijos a esta tierra es una bendición para uno.  Como lo acaban de leer, es algo totalmente egoísta para uno crear su felicidad a costa de alguien que no tuvo la culpa de venir a este mundo solamente para vivir desgracias.

Desde mi adolescencia he vivido en medio de la depresión, en casos donde me veo con alegría solamente es una máscara, inclusive si pudiera viajar en el tiempo e ir a encontrarme conmigo mismo a la edad de 10 años, le ayudaría a dispararse a sí mismo con la razón de que a los 37 años, todavía vivo con mi mamá y trabajo en un call center, muy, pero muy lejos de lo que he querido ser.