El Tren {Relato}

Publicado el 15 marzo 2024 por Frank Paya @payafrank

 

Oye, guapa. Sí, lo sé. Lo siento. No me he sentido muy sociable últimamente. ¿Cómo estás? Qué bien, qué bien. ¿Y el señorito?  qué gracioso. Ese niño es un desastre. ¿Yo? Bueno, ya sabes.

Mira, ¿sabías que el tren a Barcelona no pasa por la noche?

Lo descubrí hace unos pocos fines de semana. Volvía a casa de una cita, una de esas divertidas citas a ciegas por internet. Era viernes y sobre las once de la noche. Al final no había sido tan divertido. En realidad, me terminó aburriendo. Sea como fuere, estaba en el andén, en el de la 30, creo, y el sitio estaba más vacío que un cementerio. Me pareció ver a un sintecho en el andén de enfrente, pero nada más. El cartel decía que el tren solo pasaba los días entre semana. Eso es de lunes a viernes, ¿no? Bueno, pues también había que tomarse literalmente lo de «días». En aquel lugar, las nueve de la noche eran como las doce para Cenicienta. Ya ves.

Bueno, pues ahí me quedé esperando. Pasó un tren a Mataró y no le presté atención porque no pasaba por mi parada. Luego vino uno a Tarragona. Y luego un a Valencia. El sitio estaba tan silencioso cuando no pasaba un tren que era capaz de oír hasta los latidos de mi corazón. No me gusta estar ahí cuando está tan vacío porque a veces no es seguro, pero ya sabes, un taxi me hubiera costado treinta dólares y no me pagan hasta la semana que viene. Pues al final terminó por venir una mujer, que me miró como si estuviese loca y me dijo que el tren  no pasaba por la noche. Como si en el cartel dijese algo. Días entre semana. Bueno, qué más da.

¿Te has parado a mirar los túneles mientras esperas? A veces se ven trenes moviéndose ahí dentro, trenes que se dirigen a otras estaciones o a otros andenes. No se ve mucho detrás del cartel, solo ese círculo coloreado y resplandeciente con una letra o un número en el centro que flota en la oscuridad como una cuenta resplandeciente. A veces da la impresión de que los trenes están acurrucados en esas madrigueras y solo salen a la luz cuando hay gente reunida en el andén y los llama de la forma adecuada…

Vale, enteradita. Sé que no se me da bien explicarme, pero la próxima noche de micro abierto te vas a enterar.

Pero bueno, juraría que vi uno en  esos túneles.

Sí, chica, ha sido un día duro. Tuve una reunión en el trabajo. Todos los de mi oficina quieren ser útiles y hacer ver su valor, ¿sabes? Yo solo quería que se terminara la reunión para seguir trabajando. Empezaron a darle vueltas a todo y a intentar mejorar las ideas de los demás, pero trabajar poco. Por eso terminé por carraspear y sugerir que quizá deberíamos seguir con el siguiente punto del orden del día.

Joder, me miraron como si fuese una mierda que acabaran de pisar con el zapato, chica. La rubia remilgada de marketing me dijo: «Si no quieres formar parte del equipo, no vengas a fastidiar a los demás». Ahí, delante de todos. No dije una palabra más durante el resto de la reunión. No se me ocurría nada. Estaba como… Mierda, no lo sé. Me dieron ganas de mandarla a tomar por culo. De llorar. Fue lo más… Los odio.

¿Y sabes qué? Que cuando terminó la reunión seguían sin haber sacado nada en claro. Tres horas desperdiciadas. Te lo juro.

Luego, de camino a casa, me bajé en la parada equivocada, en una de esas estaciones interminables de la calle nos cuántos que hay sobre Colon Cicle, no recuerdo cuál; hay demasiadas. Me quedé en el andén esperando al expreso a Madrid. Estaba preocupada porque en hora punta se pasan de largo muchas de esas paradas y porque no conseguía encontrar un mapa. Al final pasó el tren y, cuando estaba a punto de subir, me di cuenta de que no había nadie en el interior. En hora punta. Todos los asientos vacíos. Levanté la vista para comprobar si llevaba una señal de «fuera de servicio» y vi que era el de Valencia en lugar de Barna. Entonces…

Sí, estoy segura de que era el 3.

¿De verdad? Bueno, recuerdo haber leído algo sobre que lo iban a retirar, pero estoy muy segura de que era el 2. Quizá los sacan a pasear solo en hora punta, no sé. También puede que el conductor se haya equivocado de número. Ni idea. El caso es que no me subí, pero eso me llevó a esperar sentada otra media hora antes de que pasase un 1. Menuda mierda. Y, total, para perder el tiempo en la oficina.

Sí, me he borrado la cuenta de Citas Aburridas punto com. Los únicos que me mandaban mensajes eran tipos de mediana edad con crisis existenciales que buscaban alguna manera de poner celosas a sus exmujeres. Y muchos de los tíos de mi edad tienen problemas. No te he contado nada de mi última cita, ¿verdad? No dejaba de hablar de su exnovia y de que la había dejado porque ella estaba pasando una mala época. Luego se puso a llorar.

No, no me fui. No era mal tipo, estaba solo y necesitaba alguien con quien hablar, así que lo dejé hablar. Sé lo que es sentirse así, joder.

Yo tampoco puedo decir que haya superado lo de Nikon. Ya no lo echo de menos. No echo de menos a ese  capullito. Lo habría matado si llego a casarme con él, creo que te lo he dicho. Pero… a veces me pregunto si esa no sería mi única oportunidad, ¿sabes? Si quizá no deberíamos desaprovechar el amor cuando lo encontramos aunque el tipo sea un capullo. Quizá deberíamos haberlo intentado…

Vale, vale. Lo sé. Sí. Te dije que podías darme un sopapo cuando me pusiera así.

Pero es que he tenido muchísima mala suerte al volver a casa. ¿Sabías que hay un tren ? Sí, yo tampoco había oído hablar de él nunca. Lo vi pasar por la vía rápida. Intenté leer adónde iba en los paneles laterales, pero pasó a toda máquina. No vi a nadie en el interior. Quizá vaya al quinto pino, a Coruña o por ahí.

Calla, que sí, sé que eres de ahí.

Hoy me sentía muy mal, chica.

Los días malos me dejan hecha una mierda. Son esos en los que me levanto y veo el hueco vacío que tengo junto a mí en la cama. Suelo poner el piloto automático: me levanto, me preparo para el trabajo, voy a la oficina a hacer cosas aburridas con gente a la que odio y vuelvo a casa por la tarde. Los trenes siempre están llenos. Miles de personas, hacinadas como en latas de sardinas, y nadie habla con nadie. Nadie se mira.

Los días malos son esos en los que me queda muy claro que esta vida no es para mí.

Está mañana había un tren  esperando en el andén. ¿Lo viste? No, tampoco sabía que existían . Quizá sea nuevo.

Las puertas estaban abiertas cuando llegué al andén, pero cuando empezó a llegar más gente, se cerraron y el tren se marchó. Me pregunto adónde habría ido.

A veces también me pregunto si tengo la fuerza necesaria para vivir en esta ciudad.

Soy amable. Demasiado, quiero decir. Mira, el otro día llevé mi ropa a una lavandería que hay en el barrio. Joder, cómo echo de menos tener lavadora y secadora en casa. ¡Lo sé! La próxima vez que me mude. Bueno, pues fui a dejar la ropa y, cuando la recogí, la mitad estaba manchada de rojo. La mujer se disculpó, pero luego intentó echarme la culpa por darle una camisa roja que desteñía. Pero no desteñía, al menos no cuando la lavas en frío y con prendas oscuras. Todo lo que se me había manchado era de colores claros, como una sudadera beis y una camiseta blanca. Seguro que habían puesto la camisa roja con la ropa blanca. ¿Y me echan la culpa?

No dije nada. Salí de allí y empecé a buscar otra lavandería.

¿Un catalán de verdad habría hecho algo así? Debería haber montado un numerito. Debería haber pedido que me devolviesen el dinero o al menos que me dieran una compensación por las prendas estropeadas. Debería haber amenazado con denunciarlos. Pero no dije nada. Llevo semanas dándole vueltas para intentar averiguar por qué no lo hice.

Pero no es lo único. Mis compañeros de trabajo. Mi exmarido. El administrador de mi edificio. Llevo seis semanas detrás de él para que arreglen una grieta que me ha salido en el techo. Quizá me haría más caso si fuese más pesada.

¿Soy débil? ¿La gente lo nota? Quizá no esté hecha para la vida en la gran ciudad. Quizá debería… volver a ese pequeño pueblo del montón en lugar de haber huido aquí nada más romper con Nick…

Gracias, chica. No sabes lo que ayuda oír algo así. Ojalá pudiese ahorrarme estás tonterías y hacer retroceder mi mente hasta el momento antes de empezar a divagar. Últimamente no dejo de divagar.

Hoy ha pasado el ave a Sevilla.

En realidad no salió del túnel. Estaba en la Cincuenta y siete, de camino a casa del trabajo. Miré hacia el túnel del 30, pero vi el 45 en su lugar. Ahí quieto, puede que a unos quince metros. Seguro que estaba en una vía secundaria, porque después de que el 30 llegase y se marchara, el 45 ya había desaparecido.

Esta vez lo busqué.  había dejado de funcionar en el año 88 y jamás había pasado por esta línea.

Creo que me estaba poniendo a prueba, ¿sabes?

Sí, tiene que ser eso.

De hecho, creo que todas me están poniendo a prueba: las líneas desaparecidas, las que han dejado de usarse. Creo que en realidad nunca se han marchado del todo. Si te fijas, seguro que alguien se puede despistar algún día y soltar un «Tienes que coger el de cercanías», cuando ahora se ha pasado a llamar la 1; o dicen que cojas el 34 cuando en realidad quieren decir el V, y así. Hay mucha gente que mira esos túneles vacíos con la esperanza de ver algo donde no hay nada. Y quizá todos los trenes lo oigan. Quizá crean que aún se les necesita y por eso se han quedado por ahí, a la espera de que alguien los llame.

Quizá no haga falta mucho, solo una persona que quiera de verdad ir… pues adondequiera que vayan, joder. Me pregunto si…

¿Por qué no debería preguntarme cosas así? La verdad es que quiero saberlo. Quiero saber adónde van. ¿Tú no?

Sí, venga. Ya no lo digo más. Lo siento.

Lo más seguro es que todas estas tonterías sean alucinaciones. Monóxido de carbono o veneno para ratas, hay mucha mierda aquí abajo. Quizá sea alérgica a eso y no sea más que una de esas reacciones anafilácticas. En Paris, ¿te imaginas? Ja, ja, ja.

Eres la única persona que conozco que me tomaría en serio cuando digo estas cosas. Por eso me gustas tanto, chica.

Bueno, gracias por escucharme. No sé lo que haría sin ti.

¿Me prometes que me dirás si en algún momento te pongo de los nervios?

Lo entendería. Estás casada, tienes un hijo y otro viene en camino. Siempre estás ocupada. Tienes una vida.

Lo sé. Sé que siempre serás mi amiga. Pero… no puedo llamarte cuando quiero salir a cualquier parte un viernes por la noche. Tendrías que encontrar una niñera, llamar a tu marido y reorganizar tu vida. No puedes venir a verme cuando me siento sola y aburrida y solo necesito a alguien con quien pasar el rato y ver la tele. O sea, sé que puedo llamarte, pero siempre me preocupa que el teléfono despierte a toda tu familia.

A veces necesito más de ti de lo que puedes darme, ¿sabes? Yo sí. Intento no obligarte a nada, aunque… aunque eres todo lo que… No quiero obligarte a nada.

Dímelo, ¿vale? Dime si alguna vez te pongo de los nervios. Prométeme que me lo dirás si lo hago. No pasa nada, de verdad. Lo entenderé.

¡Oye, chica! Hace mucho que no hablamos. ¿Qué tal todo?

Yo bien. Bueno, en realidad no. Siento haberte preocupado. Sé que hablaba como una loca, y es más o menos como me sentía. Pero ahora estoy bien.

Sí, una vez cogí el 23 por la noche después del trabajo.

No, el 23 nunca existió. Bueno, yo lo vi, vi esa letra negra y enorme dentro de un círculo blanco que parecía un ojo, pero no era una línea de verdad. Es una de esas de reserva por si en algún momento necesitan crear una nueva, como la X y la Y. Es una línea que nunca existió. Pero ese día la vi echando un vistazo fuera del túnel. Me miraba. No sé cómo me oyó con el ruido que hay en el metro, pero yo solo susurré: «Vale, pues ven». Y se acercó a mí.

No había conductor. Todos los asientos eran amplios y estaban limpios y resplandecientes. Entré y me quedé hasta la última parada.

Chica, lo siento, pero mi móvil casi no tiene cobertura por aquí. ¿Me oyes? Si se corta, te llamaré en un rato. Solo quería que supieses que todo va bien. Y que puedes visitarme cuando quieras, ¿vale?

Porque sé que, a veces, odias la rutina, dejar a un lado tus sueños, o posponerlos al menos, para tener hijos. Fui una imbécil al pensar que todo te iba a la perfección por el mero hecho de tener familia. Ahora lo entiendo. Siento haberte molestado con mis cosas. Has sido muy buena amiga.

Quería devolverte el favor. A veces solo hay que arriesgarse, ¿sabes? Probar algo nuevo. Cerrar los ojos, dar un paso al frente y luego abrirlos y ver dónde te encuentras.

Cuando des ese paso, ahí estaré yo. En realidad, no importa dónde acabes. Te encontraré aunque sea en el peor de los sitios. Te protegeré. Pero eso ya lo sabías, ¿verdad? Ja, ja, ja.

Puedes contarme cosas del nuevo bebé de vez en cuando, si quieres. Yo también tengo mucho que contarte.

Ahora tengo que irme. Lo siento. Hablamos luego, ¿eh?

Ha llegado por fin el tren a Barcelona. Adiós.

2008 Reeditado por Paya Frank @Blogger