Revista Opinión

El triunfo del egoísmo frente al “buenismo”

Publicado el 17 marzo 2018 por Carlosgu82

Buenismo. Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua:

Determinados esquemas de pensamiento y actuación social y política (como el multiculturalismo y la corrección política) que, de forma bienintencionada pero ingenua, y basados en un mero sentimentalismo carente de autocrítica hacia los resultados reales, demuestran conductas basada en la creencia de que todos los problemas pueden resolverse a través del diálogo, la solidaridad y la tolerancia.

El buenismo, como término, se viene usando desde hace unos cuantos años para hablar de eso que define la RAE, o concretamente, para referirse hacia esos sectores de la población que se comportan de esa manera. Es un comportamiento muy habitual en determinados partidos políticos de izquierda. Pero también se utiliza, por parte del sector conservador o “de derechas”, como una mera simplificación de los métodos o acciones que hacen los partidos políticos de izquierda. Vamos, lo de siempre, la demagogia de unos y de otros.

Pero esta mañana he visto algo en televisión que me ha hecho reflexionar. Por enésima vez he oído el término buenismo. He visto como un periodista usaba la palabra para ningunear de alguna manera la visión que otras personas tenían sobre los recientes disturbios ocurridos en el barrio de Lavapiés en Madrid. Puede que el periodista que usaba la palabra tuviera razón en lo que decía: el problema no se puede tratar bajo una “visión buenista”. Pero me ha hecho pensar en otra cosa. En como cada vez más vivimos en una sociedad demasiado individual, sin tiempo para pensar en los demás. Como si usando ese término de manera casi despectiva, el buenismo, se tratara de dar otro sentido al trasfondo, que no es otro que el de ayudar a los demás. La ingenuidad con la que muchas personas puedan tratar de resolver los problemas no es obstáculo para entender que las personas debemos sentir compasión por las que lo pasan mal. Parece que ser una persona empática es ser una persona ingenua, o peor aún, ser una persona débil. No puedes mostrar compasión por otro conjunto de personas porque eso te debilitará frente a otras. Es la ley de la selva llevada a las sociedades civilizadas.

Recuerdo que cuando empezó la crisis de los refugiados, esas miles de personas que están intentando cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa, el entonces ministro del Interior del Gobierno de España, Jorge Fernández Díaz, hablaba de la situación crítica de las fronteras, con miles de personas tratando de saltar las vallas de Ceuta o de Melilla. Venía a decir el ministro que no se podía dejar pasar a toda esa gente y que si alguien estaba dispuesto a acogerlos en sus casas, que los acogieran, como queriendo decir que no hay recursos económicos para atenderlos en España, pero también queriendo decir, que ya que hay tanta gente “buena”, que se hagan cargo del problema ellos mismos. Esta, para mí, era otra de esas visiones simples del buenismo, como si sentir compasión por el sufrimiento de esas personas te convirtiera en una persona ingenua que no entiende la realidad que hay detrás de problemas como el de la inmigración.

Yo comparto la definición de “buenismo” que hace la RAE. Me parece acertada. Creo que debemos hacer autocrítica acerca de los métodos con los que debemos intentar arreglar los problemas sociales de nuestro entorno. No nos podemos anclar en ese sentimentalismo para ayudar a otras personas. Ahora bien, lo contrario me parece muy peligroso. No sé si el “buenismo” esté provocando el efecto contrario. Europa está viviendo unos tiempos extraños en los que la población se está agarrando a según que discursos para intentar no perder lo poco que puedan tener. Me refiero al auge de los extremismos o a situaciones políticas tan absurdas, para mí, como el Brexit. Estoy hablando de culpar a los demás de nuestros propios problemas, entendiendo a esos “demás” como elementos foráneos como los inmigrantes que llegan a Reino Unido. Puede que muchos estén utilizando como arma arrojadiza el fenómeno del buenismo para simplificar la realidad. Sentir compasión por las miles de personas que huyen de Siria está mal, porque te convierte en un ser ingenuo que persigue una utopía. Es mejor ser una persona egoísta que mira sólo por sí mismo y en todo caso, por su propia familia. No puedes mostrar cierto interés por los problemas de los refugiados porque puedes recibir como respuesta, ¿y tú qué harías con ellos si te parece tan fácil acogerlos a todos? Es el triunfo de lo contrario a ser un ingenuo altruista, el triunfo del egoísmo. No estaría mal dejar de pensar ingenuamente y no ser tan “bueno”. Pero lo que estaría bien del todo es dejar de ser un puro egoísta.


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