Desde el 78, hemos asistido al terrorismo de Estado, a latrocinios abundantes y corrupción sistemática. La telaraña, el entramado de enchufes y corrupción tejido en Andalucía tras años de socialismo, décadas en que hermanos, sobrinos, cuñados y socios, y con ellos los sindicatos, han controlado los puestos clave, subvenciones y organismos, hasta amalgamar sin posible distinción, lo público de lo privado. Y esto no es exclusivo de Andalucía y del PSOE, se ha dado lo mismo o más en Cataluña y CIU y, especialmente, cuando el gobernante llega a confundir la crítica a su caciquismo con el ataque a su pueblo. Es el caso de J. Pujol, en Cataluña se revistió de un manto de silencio, pese a las certezas que publicaba EL MUNDO, que patentizaban el enriquecimiento ilegal de los Pujol en el trascurso de 23 años en el poder; y este prócer del nacionalismo catalán tuvo la desvergüenza de entablar querella contra el diario antedicho. Los negocios de Jordi asociados con Abelló, dirigente del socialismo y de Banca Catalana, forman parte de la telaraña urdida para enriquecerse, así empezó la peripecia de los Pujol, de la que han saltado los primeros destellos de un escándalo mayúsculo, a pesar de los pactos de no actuación judicial y de soterramiento de la corrupción.
El nacionalismo tejió un gran sainete tapavergüenzas que encubriría a su jefe en el Poder y le facilitaría seguir el proceso de trinque y engaño. Pujol logró aparecer como víctima de la quiebra de su propio banco, tras muchos años de fraude a través de una doble contabilidad. Al producirse el fenómeno de la corrupción en un partido, es habitual oír a gentes que la disculpan y decir que se trata de una conducta aislada o privada, que no es extensible al colectivo; de ahí, que Arturo Mas intente presentar el fraude fiscal de J. Pujol como algo inesperado e imprevisible y, por tanto, anormal, pero lo cierto es que el tinglado montado por Pujol sólo fue posible por la complicidad del nacionalismo que optó por ignorar las evidencias, porque iban a dañar el proyecto soberanista. España ha padecido numerosos casos de corrupción: Filesa, Ibercorp, fondos reservados, Gürtel, EREs en Andalucía, cursos de formación, Urdangarín… pero esas fechorías fueron investigadas por la Justicia tras ser denunciadas y se exigieron responsabilidades penales y políticas; pero, sin devolución, eso sí.
Pujol no pudo realizar todo este asunto sin la tapadera de Arturo Mas, hombre de confianza muchos años y heredero de su legado político. Este régimen cleptocrático en función durante décadas va íntimamente vinculado a CIU y al nacionalismo, el cual miraba de soslayo y repartía beneficios con sus cómplices. Pujol es la norma y la pauta, reflejo de un modo de entender y practicar la política con un cinismo moral repugnante. Arturo es un producto más de ese sistema, que, mientras se envolvía la señera, -bandera de la Corona de Aragón-, encubría el régimen de latrocinio. El nacionalismo de CIU está basado en el clientelismo político y en la pura mangancia, como en Andalucía; se ha quedado sin credibilidad y sin liderazgo, nada serio puede haber entre dirigentes como Pujol y Mas, que han manoseado su patriotismo en paraísos fiscales; claro, quieren la independencia para ahuyentar la posibilidad de que se levanten las alfombras y abran las alacenas con las bolsas repletas de los millones afanados.
C. Mudarra