Pero reincidimos en el problema y recuperamos actitudes punitivas contra el aborto, nos retrotraemos a legislaciones que niegan un derecho, lo constriñen a consideraciones morales y lo autorizan sólo en supuestos tan limitados que prácticamente lo imposibilitan si no se quiere correr el riesgo de acabar en la cárcel. Volvemos a plantarnos en una vieja encrucijada y conseguimos devolver otra vez el temor en las caras a muchas mujeres que se ven obligadas a peregrinar por médicos y clínicas o improvisar precipitados viajes al extranjero para suspender un embarazo no deseado. Un miedo que regresa de la mano intransigente de una moral que dicta leyes y tutela costumbres mediante la prohibición, la represión y el castigo, por simple imperativo religioso, en una sociedad aconfesional constitucionalmente. Se trata de un choque traumático con un pasado irremisible.
Pero reincidimos en el problema y recuperamos actitudes punitivas contra el aborto, nos retrotraemos a legislaciones que niegan un derecho, lo constriñen a consideraciones morales y lo autorizan sólo en supuestos tan limitados que prácticamente lo imposibilitan si no se quiere correr el riesgo de acabar en la cárcel. Volvemos a plantarnos en una vieja encrucijada y conseguimos devolver otra vez el temor en las caras a muchas mujeres que se ven obligadas a peregrinar por médicos y clínicas o improvisar precipitados viajes al extranjero para suspender un embarazo no deseado. Un miedo que regresa de la mano intransigente de una moral que dicta leyes y tutela costumbres mediante la prohibición, la represión y el castigo, por simple imperativo religioso, en una sociedad aconfesional constitucionalmente. Se trata de un choque traumático con un pasado irremisible.