Microrrelato que leí en el programa de RNE Sexto Continente, dirigido y presentado por Miguel Ángel de Rus.
El último censor fue despedido sin contemplaciones bajo un atronador aplauso general de la cúpula legislativa. Tras largos años de laborioso afán, lo habían conseguido: ya podían declarar erradicada la censura institucional. Individuos así ya no eran necesarios cuando eran los ciudadanos, por iniciativa propia, los que ejercían la censura sobre sus coetáneos, ufanos de ser demócratas ejemplares.
Lo que no lograron aprender, más por idiocia adquirida que por falta de maestros adecuados, fue que su gran logro tenía en realidad un par de definiciones muy trilladas: autocensura y pensamiento único. Su gran logro, en realidad su derrota inadvertida, era haberse convertido a la esclavitud más indigna mediante su tiranía con los demás.
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