Rachel Beckwith no quería regalos por su noveno cumpleaños el 12 de junio de 2011. Mejor dicho, quería uno solo, pero no era para ella. Deseaba llevar agua a África. Había descubierto, a través de la escuela de la iglesia evangélica a la que asistía, que millones de niños en ese continente no llegan a los cinco años por carecer de acceso al agua potable.
No era un impulso nuevo. Ella tenía un corazón que quería resolver todos los problemas que veía a su alrededor en este mundo.Una vez, se cortó todo el pelo y lo donó para hacer pelucas para los niños con quimioterapia por cáncer.
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