Edición: Lumen, 2013Páginas: 392ISBN: 9788426421913Precio: 19,90 € (e-book: 13,99 €)En cuestión de narrativa histórica, Tracy Chevalier
(Washington, 1962) me parece un valor seguro: escribe con buen gusto, reconstruye
épocas y lugares de forma cuidada, se centra en las desigualdades sociales, elige
protagonistas femeninas fuertes, sus personajes tienen una buena
caracterización psicológica y, por si fuera poco, añade detalles atractivos
como las referencias al arte. Su estilo no es el más habitual en el género,
porque no se extiende demasiado ni sobresale por narrar unas aventuras
trepidantes —como sucede en los best-sellers de Ken Follett e Ildefonso
Falcones, por ejemplo—, sino que prefiere ahondar en la introspección, su forma
de escribir es más sutil y elegante. La autora saltó a la fama con La joven de la perla (1999), pero los
que hemos seguido su trayectoria sabemos que ha publicado libros que no tienen
nada que envidiar a su gran éxito, como La dama y el unicornio (2003) o Las huellas de la vida (2009). Con El
último refugio (2013), su novela más reciente, ya son cinco las obras que
he leído de esta escritora y puedo decir que sigue sin defraudarme.Como ya hizo en
su libro anterior, Las huellas de la vida,
Chevalier nos vuelve a trasladar a mediados del siglo XIX con una chica inglesa
como protagonista. Honor Bright, una joven cuáquera, acompaña a su hermana
Grace a Ohio, donde vive el prometido de esta última. Sin embargo, el destino
les depara una desgracia: Grace muere de forma repentina. Honor, que siempre ha sido una muchacha un tanto apocada e ingenua,
debe espabilarse sola en un país desconocido. En su camino conoce a Belle
Mills, una sombrerera encantadora que la acoge unos días, y a su hermano
Donovan, un chico que se dedica a perseguir esclavos negros fugitivos. Poco a
poco, mientras busca su lugar en Ohio, Honor toma conciencia de las injusticias que sufren las personas
negras y empieza a ayudarlas a escapar a Canadá, pero alguien intentará por
todos los medios que no lo consiga.Como en la mayoría
de novelas de Chevalier, el hilo principal es la evolución interior de la protagonista, el paso de joven tímida e
insegura a mujer adulta valiente y con las ideas claras. De algún modo, Honor ha
huido siempre, desde su marcha de Inglaterra hasta sus pasos en Ohio; no se ha
atrevido a hacer frente a las situaciones duras de la vida y esto va a cambiar
(de ahí, en parte, el título del libro). Además, el planteamiento se asemeja
bastante al de las landscape novels
—el género que cultiva Sarah Lark— que están tan de moda: una chica se aleja de
su tierra natal y se abre camino en un lugar lejano. La adaptación a un nuevo país se narra de forma paulatina, con la
sensibilidad (que no sensiblería) que caracteriza a la autora: contacto con las
tradiciones, adopción de una rutina diferente, etc. Además, hay unos
secundarios bastante atractivos, como la sombrerera. Chevalier siempre ha
destacado por el buen tratamiento de los personajes y el predominio del lado
sentimental por encima de la acción; El
último refugio sigue en esta línea, aunque a mi parecer tiene un poco más
de ritmo, sobre todo en la segunda mitad.Más allá de la
psicología y las emociones, Chevalier también brilla en el acercamiento a temas
de interés histórico indudable —una diferencia notable con respecto a Sarah Lark,
que los toca muy por encima—. Si en Ángeles fugaces nos hablaba de las sufragistas y en Las huellas de la vida homenajeaba a las primeras buscadoras de fósiles,
esta vez la reivindicación está dedicada a los esclavos negros y la ayuda que
las personas como Honor pudieron brindarles a través del llamado Ferrocarril Subterráneo
(Underground Railroad), una red clandestina que proporcionaba
alimento y refugio a los fugitivos para que pudieran escapar (este es el
otro significado del título). La contribución de una mujer blanca —cuáquera, un
punto nada baladí— en esta lucha recuerda un poco al argumento de Criadas y señoras, aunque El último refugio se desarrolla cien
años antes. Como he comentado al principio, me gusta este rasgo de la autora,
su habilidad para plasmar las desigualdades sociales de una forma amena y entretenida
para el lector, con una tercera persona centrada en Honor que se alterna con
las cartas de esta a su familia y amigos. Se puede decir que sus libros hacen disfrutar y al mismo
tiempo se aprende algo con ellos, van más allá del mero entretenimiento.Pero esto no es
todo: también hay un hueco importante para el arte, aunque no de forma tan
evidente como la pintura de La joven de la perla o los tapices de La dama y el unicornio, porque en esta ocasión se trata de uno que a menudo pasa
desapercibido o que directamente no se considera arte: la confección de edredones y sombreros. Honor es una gran tejedora de patchwork y Chevalier nos regala
descripciones detalladas de sus piezas, que se utilizan para simbolizar la
personalidad de quienes las utilizan y potenciar el contraste entre ingleses y
norteamericanos. En estos aspectos es donde la autora marca la diferencia,
donde pone su sello bonito, ese toque
que demuestra que estamos ante una escritora curtida que sabe lo que quieren
sus lectores y aprovecha cada página al máximo. Este gusto por los asuntos
asociados tradicionalmente a las mujeres hace que sus libros cautiven sobre
todo a este público, a pesar de que Chevalier me parece una autora interesante
por muchos otros motivos.
Tracy Chevalier
En definitiva,
estamos ante una de las mejores novelas
de Chevalier, a la altura de La dama y el unicornio y Las huellas de la vida,
que para mí son mejores que su libro más conocido. En un principio puede
parecer una lectura agradable sin más, pero avanza con paso firme y con el paso
de las páginas la historia se hace más grande, más rica, más poderosa en todos
los sentidos (temas históricos, personajes, escenas memorables), hasta culminar
en un desenlace de los que emocionan. No decepcionará a sus seguidores, porque
brinda exactamente lo que se espera de ella; y creará nuevos adeptos, porque los
matices hermosos de su voz brillan más que nunca. Una vez más, he conectado con
esta autora y os animo vivamente a acompañar a Honor en El último refugio.