Recuerdo haber escrito alguna vez que a un momento de mierda siempre le sucede un momento memorable. Pues bien, la regla funciona al contrario también. Tras la magnífica experiencia de la Ciudad Perdida me tocó vivir una pequeña travesía por el desierto que se llevo día y medio de viaje.
Empezando por el bus en el que me había dejado Alí, un montón de chatarra sin aire acondicionado que, para variar, petó por el camino haciéndome perder un par de horas. Llegué a Riohacha bastante tarde, bastante cansado y bastante maloliente.Todo lo que quería era una buena ducha y una cama en condiciones tras cinco días en la jungla.
Por desgracia el cuchitril en el que terminé no cumplía ninguno de los requisitos. La cama era dura como el pan de hace una semana y el baño daba asco. La cadena no funcionaba y se ve que llevaba un tiempo así, a juzgar por la cantidad de recuerdos de antiguos huespedes que había en el WC. En semejantes condiciones me ví obligado a cerrar la puerta de aquel maloliente cuarto y prescindir de la ansiada ducha.
Me levanté al día siguiente con muchas ganas de escapar de allí. Creo que nunca me he sentido tan apestoso, después de cinco días sin una ducha en condiciones en un clima que te hace sudar constantemente. En fin, un poquito de desodorante y en marcha…
A Riohacha había ido con dos posibles planes. Uno, subir hasta el extremo Norte de Colombia. Un lugar llamado Punta Gallinas, supuestamente muy bonito y tal. Aparte de eso, es también el punto situado más al Norte del continente. Sólo por eso me hacía ilusión ir, para poder decir que estuve en los dos extremos de Sudamérica (Ushuaia es el punto más al Sur).
Sin embargo resultó que llegar allí era realmente complicado y caro. Carreteras cortadas por la lluvia y transportes cuyo precio sólo resultaba mínimamente aceptable si se compartía entre unos cuantos. Por otro lado, la Koala que acababa de estar me contó que no era gran cosa. Se impuso un cambio de planes y en lugar de profundizar en el Norte colombiano, decidí pasar a Venezuela.
Dos horas de auto compartido después llegé a Maicao, típica ciudad fronteriza. Fea, sucia y sin nada que ofrecer salvo un mercadillo enorme vendiendo todo tipo de movidas piratas. Cambié un montón de pesos colombianos a dólares (luego os explico porqué) y me puse a investigar como llegar a Maracaibo, la primera ciudad venezolana importante tras cruzar la frontera.
Básicamente la elección era pillar un bus a la frontera, cruzar, y allí pillar un coche compartido a Maracaibo o pillar el coche compartido desde Maicao directo a M si el conductor accedía a esperar mientras me sellaban el pasaporte. Encontré un tipo que estuvo dispuesto a ello así que decidí ahorrarme el bus a la frontera. Meeec! Error Paco. Una vez más te pasaste de listo.
Cuando llegamos a la frontera hay bastante gente en la parte colombiana de migraciones y mi chófer empieza a jurar en arameo. Claramente no le hace ni puta gracia lo de esperar por mucho que me dijera que iba a hacerlo. El hijo del mal me baja las mochilas con el pretexto de que van a revisarlas los de migraciones. Aquello me huele a podrido y le digo que si no quiere esperar me devuelve la pasta, me quedo yo allí solito y todos contentos. Me asegura que no, que no me preocupe, que me espera, pero me fío realmente poco de él.
Migraciones colombianas funciona como el culo. La cola no avanza y sólo sellan pasaporte los que le pagan un soborno a un personaje que circula por allí y los mete por la puerta de atrás. Maravilloso lugar. A los cinco minutos vuelvo a comprobar si mi coche sigue allí y me encuentro conque ya cruzó al otro lado de la frontera. Sin embargo el tipo sigue asegurando que me espera.
En ese punto era perfectamente consciente de que mis dos libros, la Lonely Planet de Sudamérica y una novela mierdecilla que había pillado en un hostal, estaban en el asiento delantero del coche. Era también perfectamente consciente de que si los sacaba de allí le estaba dando luz verde al cabrón aquel para irse. Debería haberlo hecho no obstante.
Después de esperar otros cinco minutos y ver que migraciones no avanza vuelvo a donde estaba el coche. Como era de esperar ya no está. El hijo de puta me ha dejado tirado allí, quedándose mi dinero y, lo que más me importa, mi Lonely Planet de Sudamérica. Hijo de una hiena! Lo sabía…
Me cabreo muchísimo. No es que valga tanto ese libro, es la sensación que ya os comenté alguna vez de que estoy perdiendo todos y cada uno de esos objetos viajeros a los que les había pillado cariño. En mitad de mi rebote llego a una determinación. Estoy hasta las pelotas de perder cosas. NO, voy a perder esa guía, la voy a recuperar sea como sea.
Así que en lugar de quedarme haciendo cola para sellar me subo en un bus y me vuelvo a Maicao, al lugar de donde salí con el coche del cabrón estafador. Allí, por supuesto, no queda ninguno de los que estaba por la mañana, pero sigue habiendo gente que está en el negocio así que empiezo a preguntar por el tipo.
Al cabo de un rato encuentro a otro chófer que simpatiza con mi problema cuando le cuento lo que ha pasado. Empieza a echar pestes del otro tipo al que, al parecer, no le tiene demasiada simpatía, y me proporciona el teléfono de su hermano.
Llamo al hermano y le cuento lo que ha pasado. Le digo que sólo quiero recuperar mis cosas, que no pretendo que me devuelva el dinero que le he pagado por nada. Cuando cuelgo el teléfono no he conseguido el número del chófer cabrón, pero sí que el hermano se comprometa a recuperar los libros cuando el otro llegue a casa. Por otra parte, el chófer que me ayudó me dice que se pasará por casa de los otros cuando llege a Maracaibo. Poco más puedo hacer allí, me voy a la frontera, esta vez en bus.
Por supuesto cuando llego allí ya no hay cola. Ahora que tenía todo el tiempo del mundo, sello el pasaporte en cuestión de minutos. A pesar de los problemas fue un momento significativo aquel. Cumplía el reto principal de este viaje. Con el de Venezuela, mii pasaporte tiene todos y cada uno de los sellos de los países de este continente. A saber: Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela.
Sí, ya sé que no estoy contando las guayanas pero son países medio marginales, más caribeños que sudamericanos y en ellos a día de hoy resulta muy complicado viajar al estilo mochilero. En cualquier caso, quien me iba a decir a mí cuando empecé aquel viaje que se suponía iba a durar un mes o dos, que más de año y medio después estaría estampando por décima vez mi pasaporte. Una vez conseguido esto, ya sólo falta cerrar el círculo en Salvador de Bahia para poder dar por finiquitado el viaje.
Las cosas empiezan a mejorar un poco en este punto. Me subo en un coche en el lado venezolano para ir a Maracaibo. Dentro está una alemana, vigilando que el chófer no se vaya mientras sus dos colegas sellan su pasaporte (ventajas de viajar en grupo). En total, son tres así que les sobra un sitio en el que me acoplo yo.
Kristina, Dimitri y Oliver. Dos alemanes y un griego - inglés. Viven en Londres y son consultores de JP Morgan de mucha pasta que se pasan el día colgados de sus Blackberrys corporativas, pero que resultan ser muy buena gente y compañeros de viaje muy agradables. Acabaría compartiendo con ellos mis primeros días en Venezuela.
En el camino a Maracaibo empiezo a preguntarla al taxista por el tema de cambiar mis dólares a bolívares venezolanos. Y es que amigos, a Venezuela uno tiene que ir con todo el dinero que quiera gastarse y olvidarse de los cajeros automáticos.
Me explico, el cambio oficial dólar - bolivar en el país es de 4.5 bolívares por cada dólar. Esto es el indicador que te va a aplicar el banco cuando sacas dinero en un cajero o pagas con tu tarjeta de crédito. Sin embargo, en el mercado negro, los dólares tienen otro valor totalmente diferente que oscila entre los 7 y los 8 bolívares por dólar.
No hace falta ser un genio matemático para darse cuenta de que Venezuela es un país caro o barato dependiendo de donde cambies tu dinero. Los dólares que lleves contigo al país valen casi el doble de los dólares que saques allí. Y con los euros pasa lo mismo, solo que es más complicado encontrar quien te los cambie en el mercado negro.
¿que por qué les interesa a ciertos venezolanos conseguir dólares aún pagándolos mucho más caros de lo que dice el cambio oficial? Pues porque, no sé muy bien porqué, el gobierno del país les limita la cantidad de moneda extranjera que están autorizados a cambiar “oficialmente” al año. Así que si tú eres un venezolano con aspiraciones a viajar fuera, o con negocios en el extranjero, vas a necesitar una cantidad de dólares superior a la que tienes asignada. No te queda más remedio que cambiarle a los gringos.
Casi todas las agencias turísticas te ofrecen la posibilidad de cambiar tus dólares. Algunos incluso te darán una cuenta que ellos tienen en el exterior a la que puedes transferirlos para que, una vez se confirme que llegaron, ellos te den la cantidad correspondiente en bolívares aplicando el cambio “bueno”. A tí te conviene y a ellos también. Casi todo el equipo que compran (kayaks para rafting por ejemplo) lo pagan en dólares. Ni de coña les llega con lo que les deja cambiar Chávez.
Bueno, tras esta necesaria explicación retomemos la historia. El tipo del coche me dice que tiene un colega que cambia dólares porque viaja mucho y tiene una casa en Miami, y un carro cojonudo y negocios en Panamá y blablabla. Hablo con él por teléfono y me ofrece 7.8 bolívares por dolar. Como todavía no sé muy bien cómo va el tema le digo que me lo pienso y le llamo.
Llegamos a la terminal y lo mejor que me ofrecen allí es 7.5 así que llamo al tipo que cambia. A los diez minutos aparece el taxista que, al parecer, no se había ido muy lejos. Nos lleva al aparcamiento y en seguida aparece un coche enorme. Dentro va el tipo que cambia. Nos dice que nos subamos, que lo que vamos a hacer es ilegal y que hay que esconderse un poco. Dimitri y yo nos subimos allí con toda nuestra pasta y el tipo arranca…
Cuando me ví allí dentro, cargado de mis dólares y con dos venezolanos gigantescos me vino a la cabeza que quizás acababa de cometer el error del viaje. Sin embargo, de algún modo, mi intuición no había hecho saltar ninguna alarma. Había habido varias señales que me habían trasmitido la sensación de que aquello era seguro: el tipo que había venido y su coche respondían perfectamente la descripción del taxista, que a su vez nos había dado una tarjeta con todos sus datos personales.
Parecen chorradas pero son cosas que te hacen sentirte algo más tranquilo. Como el hecho de fuera muy bien vestido, o que lo único que haciera fuera dar vueltas alrededor de la estación y no alejarse de ella. Llevamos a cabo nuestra “transación comercial” sin problemas. Ya teníamos pasta venezolana. Con ella compramos un pasaje de bus nocturno para Mérida. Otra noche sin dormir en condiciones. Otro día sin ducharme. Cómo mola viajar ¿eh?
El tiempo que queda para que pase el bus lo paso llamando constamente al hermano del chófer cabrón a ver si hay noticias de mis libros, agradeciendo que dispongo de una Blackberry con llamadas ilimitadas a cargo de JP Morgan. No contesta así que cada vez me hago más a la idea de que la Lonely está perdida. Sin embargo, a cuarenta minutos de la partida del bus por fin logro comunicarme con él..
Lonely sobrevive!!
¡Aparecieron los libros! Se los ha dado al otro chófer, el que me consiguió su teléfono. Rápidamente le llamo y resulta que no vive lejos. Si consigo un taxi rápido estoy a tiempo de ir, recuperar mis libros y volver. Salgo pitando, me subo en un taxi, le explico la situación y consigo llegar en un cuarto de hora al punto de encuentro. Recupero mis libros, vuelvo a la estación justo a tiempo para el bus.
Oh yeah! Sólo perdí tiempo y dinero en aquel nefasto cruce de fronteras. Mi patrimonio viajero no sufrió varaciones. Es un alivio y, de algún modo, aunque el valor de los objetos no es comparable, me resarce de aquella frustrante experiencia en el trekking de El Altar, o la del robo del chaleco en aquel bus colombiano.
Esta vez SÍ recuperé mis cosas. Me subo en el bus a Mérida mucho más contento y ni siquiera las tres paradas en plena madrugada del ejército venezolano para pedir pasaportes y registrar únicamente las mochilas de los cuatro gringos consiguen arruinar mi humor. Allá voy Venezuela!
Concepto Pesos Colombianos Euros
Tyrona - Riohacha 12000 5
Hab Riohacha 20000 8.5
Riohacha - Maicao 15000 6.3
Concepto Bolívares Euros
Maicao - Maracaibo 50 5
Frontera - Maracaibo 40 4