El único libro que sí leyó Don Quijote

Publicado el 10 mayo 2013 por Desequilibros
En ningún pasaje del Quijote se menciona expresamente a Alonso Quijano leyendo ninguno de los libros de caballerías que supuestamente le provocaron la locura. 
El único libro que sí leyó Don Quijote, del que se tiene relato expreso en la obra, es su propia historia apócrifa: el Quijote de Avellaneda.
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Al bueno de Don Quijote le atribuyeron locura por su "adicción" a leer libros de caballerías. Así que, en el capítulo VI de la primera parte, un cura y un barbero, con la aquiescencia del ama y de la sobrina, deciden purgar la biblioteca del ingenioso hidalgo y alimentar una hoguera con los volúmenes que ellos consideraron los causantes del desequilibrio.
"…mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego…"
El elenco es variopinto; y pocos fueron los que se salvaron de la quema, literalmente hablando:
El Palmerín de Inglaterra, El Amadís de Gaula, Tirante el Blanco, La Araucana, Las lágrimas de Angélica… todos ellos clásicos de la época y que, según el criterio del propio Cervantes, fueron merecedores de perdón.
Como curiosidad diremos que uno de los libros indultados fue La Galatea, escrito por el propio Cervantes en 1585:
– Pero ¿qué libro es ese que está junto a él?  
– La Galatea de Miguel de Cervantes -dijo el barbero.  
– Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención: propone algo, y no concluye nada; es menester esperar la segunda parte que promete: quizá con la emienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y entre tanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre.*
* (esa segunda parte prometida por Cervantes nunca la llegó a escribir)
Lo cierto es que se da por supuesto que Don Quijote leyó todos esos libros, pero en ningún pasaje se menciona expresamente a Alonso Quijano leyendo ninguno de ellos.
Cervantes publicó la Primera Parte del Quijote en 1605. Y al final de la obra, promete que la continuará en una segunda entrega, adelantando parte de las aventuras que en ella se relatarán. Como se ve, Don Miguel tenía cierta tendencia a anunciar segundas partes, así que le podemos casi presentar como un pionero del márketing literario. Segundas partes que, seguramente, no tenía intención de escribir.
Y anticipó que Don Quijote viajaría a Zaragoza:
"…que don Quijote la tercera vez que salió de su casa fue a Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad se hicieron…"
Pero un tal Alfonso Fernández de Avellaneda decidió anticipar el muy noble arte del plagio o, de la apropiación, o de la "obra derivada", (como prefieran), y se adelantó a publicar en 1614 el Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Y la obra tuvo mucho éxito entre los lectores, seguramente por culpa del propio Cervantes, por anunciar una segunda parte que se demoraba; así que Cervantes tuvo que tomar cartas en el asunto y se decidió, esta vez sí, a continuar él mismo las peripecias del Hidalgo Caballero y publicar su auténtica Segunda Parte del Quijote de la Mancha.
Por desgracia, los zaragozanos nos vimos privados de la visita de Don Quijote a Zaragoza, porque el auténtico no podía seguir los pasos del farsante.
Pero la literatura le debe al tal Avellaneda el estímulo que necesitó "el manco de Lepanto" para continuar y concluir una de las obras más influyentes, si no la más, de la historia de la literatura. Cervantes publicó la Segunda Parte en 1615, solo unos meses antes de morir un 23 de abril de 1616.
Pero héteme aquí que Cervantes decide ir un paso más allá y escarmentar a Avellaneda y a su falsa segunda parte, haciendo mención expresa a ella en el capítulo 59 de la verdadera segunda parte.
Hallánse Don Quijote y Sancho en una venta. Se dirijen a sus aposentos para cenar y allí escuchan una conversación proveniente de los huéspedes de la estancia contigua, "que no le dividía más que un sutil tabique":
– Por vida de vuestra merced, señor don Jerónimo, que en tanto que traen la cena leamos otro capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha.
 Apenas oyó su nombre don Quijote, cuando se puso en pie y con oído alerto escuchó lo que dél trataban y oyó que el tal don Jerónimo referido respondió:  
– ¿Para qué quiere vuestra merced, señor don Juan, que leamos estos disparates, si el que hubiere leído la primera parte de la historia de don Quijote de la Mancha no es posible que pueda tener gusto en leer esta segunda?
– Con todo eso —dijo el don Juan—, será bien leerla, pues no hay libro tan malo, que no tenga alguna cosa buena. Lo que a mí en este más desplace es que pinta a don Quijote ya desenamorado de Dulcinea del Toboso
Don Quijote, lleno de ira y despecho, les responde desde su aposento, desmintiendo tal despropósito. Y sigue una conversación entre los dos caballeros y Don Quijote:
– sin duda vos, señor, sois el verdadero don Quijote de la Mancha, norte y lucero de la andante caballería, a despecho y pesar del que ha querido usurpar vuestro nombre y aniquilar vuestras hazañas, como lo ha hecho el autor deste libro que aquí os entrego.
Y poniéndole un libro en las manos, que traía su compañero, le tomó don Quijote y, sin responder palabra, comenzó a hojearle, y de allí a un poco se le volvió, diciendo
– En esto poco que he visto he hallado tres cosas en este autor dignas de reprehensión. La primera es algunas palabras que he leído en el prólogo; la otra, que el lenguaje es aragonés, porque tal vez escribe sin artículos, y la tercera, que más le confirma por ignorante, es que yerra y se desvía de la verdad en lo más principal de la historia, porque aquí dice que la mujer de Sancho Panza mi escudero se llama Mari Gutiérrez, y no llama tal, sino Teresa Panza: y quien en esta parte tan principal yerra, bien se podrá temer que yerra en todas las demás de la historia.
Y la escena continúa con los cuatro personajes compartiendo "mesa y mantel" y con Don Quijote dando nuevas válidas de sus andanzas y de su señora Dulcinea. Y finaliza:
"En estas y otras pláticas se pasó gran parte de la noche, y aunque don Juan quisiera que don Quijote leyera más del libro, por ver lo que discantaba, no lo pudieron acabar con él, diciendo que él lo daba por leído y lo confirmaba por todo necio, y que no quería, si acaso llegase a noticia de su autor que le había tenido en sus manos, se alegrase con pensar que le había leído…"
Así que ya ven. El único libro del que se tiene relato expreso que leyó Don Quijote, siquiera en parte, fue su propia historia apócrifa.
Otro guiño de Cervantes, que tantos seguidores ha tenido con posterioridad.
Así, a bote pronto, recuerdo un pasaje de Umberto Eco, en El péndulo de Foucoult, en el que se menciona de pasada en una conversión entre dos personajes, uno de ellos editor, un manuscrito sobre los hechos acaecidos en un monasterio medieval italiano…

Ilustración del Capítulo 59 de la Segunda Parte del Quijote
donde se describe la escena relatada