El universo no puede ser necesario, al tratarse de un ente sumamente complejo. La complejidad de algo es directamente proporcional a su contingencia. Tanto menos simple eres, tanto más dependes de lo que te constituye.
No puede resolverse este problema atribuyendo la propiedad de ser necesarios a todos los constituyentes del universo. Es así que lo necesario es aquello cuyo opuesto es imposible. Ahora bien, el universo no es más que un juego de opuestos (lo frío y lo caliente, lo interior y lo exterior, lo vivo y lo inerte), por lo que si uno de ellos es necesario, el que se le opone deviene imposible y, con él, el propio universo.