Un simple coche restaurante de los ferrocarriles franceses se convirtió en testimonio del fin de la Gran Guerra y de una venganza algo más de veinte años después. Primero fue el 11 de noviembre de 1918, y en el mismo lugar, un segundo, el 22 de junio de 1940.
La delegación alemana cruzó la línea del frente la noche del 7 de noviembre de 1918 en varios automóviles escoltados por tropas francesas. Diez horas después llegaron a Compiègne. En el vagón lo esperaba el mariscal Foch junto a un alto oficial británico sin ninguna pretensión de negociación. Foch se limitó a entregarle un documento que imponía a Alemania una fuerte desmilitarización, la pérdida de territorios, el pago de grandes indemnizaciones de guerra, junto a otras concesiones. Tenían 72 horas para aceptar las condiciones.
Los germanos protestaron enérgicamente ante tan severas condiciones. No se podía considerar un armisticio. Que era una rendición incondicional. Todo fue en vano, no se cambió absolutamente nada del texto. Humillados, se vieron obligados a firmar. La rúbrica se materializó a las 5:30 del 11 de noviembre en el vagón sin la presencia de testigos, salvo los firmantes y un oficial del ejército francés. Tras la rendición, Foch ordenó que el coche oficina fuera trasladado a París para ser expuesto como triunfo sobre los alemanes.
Para rematar la humillación francesa, Hitler se sentó en el mismo lugar que el mariscal Foch y obligó a los franceses a hacer lo mismo en los lugares que ocuparon, más de dos décadas antes, los representantes alemanes. Tras unas palabras Hitler se retiró, y el mariscal Keitel entregó las condiciones del armisticio que determinaba, entre otras condiciones, que Alemania ocuparía dos terceras partes del país dejando el resto a un gobierno colaboracionista y que Francia debía costear los gastos del ejército de ocupación estimado en unos 400 millones de francos diarios. Evidentemente, los franceses se quejaron de unas condiciones tan duras, pero, como sucedió en 1918, los alemanes se mantuvieron inflexibles.
En 1945 una delegación del ejército francés se dedicó a buscar el vagón para llevarlo de vuelta a París, pero fue en vano. Poco a poco fueron apareciendo algunas partes del vagón del armisticio que actualmente se pueden ver en el Museo del Armisticio de Compiègne. Hitler ordenó a las SS destruirlo para que no volviera a ser usado para la rendición de Alemania. Desde 1950 un coche comedor perteneciente a la misma serie y acondicionado como el original CIWL 2419 D se encuentra en el mismo lugar de Compiégne.
Para saber más:
Museo del Armisticio
National Geographic
La Razón
France24
Asuntos Ferroviarios
AP News