El valor de la esperanza (por qué a veces deliramos)

Por Javier Martínez Gracia @JaviMgracia

(Don Quijote a Sancho Panza) “(Con el bálsamo de Fierabrás) no hay que tener temor a la muerte, ni hay que pensar morir de herida alguna. Y así, cuando yo lo haga y te lo dé, no tienes más que hacer que, cuando veas que en alguna batalla me han partido en dos por la mitad del cuerpo, como muchas veces suele acontecer, la parte del cuerpo que caiga al suelo, y antes que la sangre se coagule, la pondrás bonitamente y con mucha sutileza sobre la otra mitad que queda en la silla, advirtiendo que encaje perfectamente y con exactitud. Luego me darás a beber dos tragos sólo del bálsamo que he dicho, y me verás quedar más sano que una manzana” (Miguel de Cervantes[1]).

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 “La esperanza (…) no siempre sabe lo que pide (María Zambrano”[2]).

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“Bajo la objetividad (…) alguna esperanza ha quedado aprisionada” (María Zambrano[3]).

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“La esperanza es la última substancia de nuestra vida” (María Zambrano[4]).



[1] Miguel de Cervantes: “Don Quijote de la Mancha”, Barcelona, Destino, 2015, p. 92.

[2] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Madrid, Alianza, 1987,  p. 100

[3] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Madrid, Alianza, 1987, p. 100.

[4] María Zambrano: “Hacia un saber sobre el alma”, Madrid, Alianza, 1987, p. 100.