El valor de la muerte

Por Marperez @Mari__Soles

Hoy es Domingo de Pascua o de Resurrección. Para más de 2180 millones de personas, este día es el más importante en su calendario según su religión, ya que representa la victoria de la luz, la verdad, la fe, el amor, la libertad y la vida frente a la oscuridad, la represión y la maldad. Es el día en el que Jesús resucitó, según la tradición cristiana. La mayor prueba de fe no consiste en creer en sus curaciones o  en los mensajes de sus discursos, sino en ese regreso del mundo de los muertos al de los vivos al tercer día.

Pero, a pesar de las cifras y de la aparente importancia del cristianismo, la realidad sigue siendo la misma que en su época: mientras miles están siendo asesinados/as por creer en Él, como los/as 150 universitarios/as kenianos hace solo dos días, otros/as que dicen ser sus seguidores/as lo traicionan día tras día quitándole comida al hambriento, aunque sean niños/as quienes pasan hambre (como está ocurriendo con los comedores escolares).

Pero esto, ¿a quién le importa? Para la mayoría de esos 2180 millones de cristianos/as, la Semana Santa solo significa vacaciones y no van a permitir que nada ni nadie se las empañe.

Da igual que hayan asesinado a ¿cuántas? mujeres en España, a ¿cuántos? voluntarios de la Media Luna Roja en Yemen o a ¿cuántos/as? universitarios/as en Kenia. No importa cuántos/as niños/as no han podido comer caliente esta semana porque los comedores escolares les cerraron las puertas durante las vacaciones. Tampoco interesa saber cuántas vidas se están llevando los recortes en Sanidad o la pandemia de cáncer que se sigue extendiendo.

Y, después de ver la encuesta a pie de calle, que circula hoy en vídeo por las redes sociales, a grupos de jóvenes cristianos/as que asistieron a las procesiones, parece que no importa nada. Ni siquiera el sentido del ridículo. Nada.

Solo “el postureo”, el nuevo palabro de moda: la hipocresía de toda la vida, vamos; algo que, precisamente, fue duramente criticado por Jesús hace ya 2000 años.

Por cierto: hoy se cumple el 21 aniversario del suicidio de Kurt Cobain, el cantante de Nirvana, aquel chico de ojos azules y melenita despeinada que se teñía mechas rubias. Representaba a buena parte de mi generación, con mucho, quizás demasiado, entrenamiento mental pero una infinita sed de comprensión emocional. Cayó en las drogas, como tantísimos otros en aquella época, y por eso no fue capaz de encontrar un equilibrio entre su alma y el mundo. Es lo que tiene ser una mente brillante con un corazón de oro: el resultado puede ser un Mesías o un drogadicto, pero de la profundidad de sus mensajes y de sus finales siempre nos quedará la sensación de que ni ellos encajaron en este mundo, ni el mundo estaba preparado para ellos, ni lo estará mientras siga siendo capaz de mirar hacia otro lado cuando se producen asesinatos y todo tipo de injusticias contra inocentes.


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