El valor de las palabras

Por Laumiau @cosasdetias

Hoy vamos a hablar de algo muy básico, las palabras. Desde niños comenzamos a utilizarlas para poder pedir y cubrir nuestras necesidades, y poco a poco van cobrando otros valores. Aprendemos a comportarnos adecuadamente siguiendo unas normas, sin darnos cuenta los sentimientos y emociones que las palabras pueden llegar a crear.  Cuando alguien opina y dice por ejemplo “Roberto parece tonto”, no deja de ser una opinión no una realidad, pero si lo oye Roberto y se lo cree, crecerá pensando que es tonto sin importar lo listo y lo inteligente que sea, o las cualidades que tenga. Mientras recuerde esa frase pensará que es tonto, estará bajo el “Poder” de las palabras.

Otro ejemplo lo vemos en Hitler. En sus discursos dirigidos a las juventudes utilizaba el “queremos” “debéis” con dureza e imposición, consiguiendo generar en ellos el miedo y la duda. De esta forma sus palabras trasmitían que al no seguir estas indicaciones las consecuencias serían catastróficas, y no solo para uno mismo sino para toda la sociedad alemana. Esto consiguió una extraordinaria destrucción masiva y odio.

Sin llegar a este extremo pensemos en nuestra personalidad, como algunas palabras que se convirtieron en “etiquetas” han condicionado nuestra forma de actuar a lo largo de nuestras vidas. Solo si somos conscientes de que somos algo más que una “etiqueta” podremos romper barreras y llegar a desarrollar nuestro potencial.

En otro ejemplo que observamos en los colegios es como limitamos a nuestros hijos. Ayer a la salida de una charla con padres pudimos ver cómo el lenguaje que se utiliza entre padres e hijos conforma la personalidad del niño. Había tres niños en un grupo muy altos para los 11 años de edad. Los dos primeros venían de jugar al baloncesto contentos, animados, con paso seguro, haciendo bromas, cuando llegaron a la altura del tercero y le animaron a que fuera con ellos a jugar un partido. Al pedir permiso este último a su madre le contestó: “no porque ya sabes lo patoso que eres y te puedes hacer daño en un tobillo”. El niño entonces se quedó junto a la madre y los otros dos se fueron a jugar.

Los tres tenían los primeros signos de la pubertad, los tres son chicos fornidos y altos, los tres tienen capacidad para el deporte, pero el poder de las palabras anuló la posibilidad de que este último desarrollara una parte de su potencial.

Para terminar no solo tengamos en cuenta las palabras recibidas de otros, sino las que utilizamos con nosotros mismos. Si son palabras motivadoras, abiertas, flexibles, sin etiquetas, dirigidas a la solución, etc. te sentirás bien y reemplazarás el miedo por el amor. Por lo tanto utilicemos el poder de nuestras palabras con cautela y sentido común para crear un ambiente agradable a nuestro alrededor.

“A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada”

Winston Churchill.