El valor de los fósiles: Equinoideos.

Publicado el 13 noviembre 2009 por Xinquer
El coleccionismo de fósiles es una actividad muy lúdica y apasionante para los aficionados a la vida prehistórica, conocedores de la materia o amantes de las colecciones u objetos de decoración poco usuales; sin embargo, esta actividad puede resultar muy perjudicial para la Ciencia si se practica de forma inadecuada. Los fósiles son un patrimonio, y pueden aportar grandes conocimientos acerca de la evolución o la filogenia de las especies entre otras Ciencias, pero si éstos caen en manos privadas puede suponer una gran pérdida en términos de información. Es por ello que cabe concienciar a aficionados y coleccionistas para la práctica de un coleccionismo responsable y respetuoso con las piezas mineralizadas; adquirir fósiles pertenecientes a especies muy abundantes y bien conocidas por la Paleontología no supondrá necesariamente un inconveniente para ésta, pero si son perseguidos los especímenes más raros e infrecuentes de los estratos, como desgraciadamente pretenden muchos coleccionistas, una valiosa lección puede perderse para la Ciencia y con ella la oportunidad de conocer mejor la biodiversidad evolutiva.
En base a esta situación, personalmente he obtenido algunos fósiles para mi propio estudio y contemplación. Para ser sincero, no me considero en absoluto un coleccionista, pues esa no es la palabra que define mi actitud; con el tiempo, he ido conservando fósiles que he ido hallando durante mis ocasionales incursiones en terrenos sedimentarios y a lo largo de varios años he obtenido piezas destinadas a complementar y diversificar mi archivo gracias a obsequios y adquisiciones, tratando de representar a grandes rasgos los principales grupos biológicos.
En alguna ocasión se ha dado la circunstancia de que tras haber obtenido un fósil aparentemente bien conocido, ha resultado ser un espécimen mucho más escaso de lo esperado debido a una identificación incorrecta por parte del comerciante; pero habiendo descubierto la verdadera identidad del fósil, no he dudado en donar la pieza a la institución elegida sin tener en cuenta el coste que haya tenido que asumir por el material. Éste es el caso de un Branquisaurus gracilis mal vendido como B. salamandroides, procedente de Alemania. Afortunadamente, he contemplado esta conducta en amigos y conocidos incluso del sector comercial, lo cual me complace.
Con este texto y otros venideros tengo la intención de dar a conocer algunas de las piezas que componen mi archivo de fósiles, el cual me resulta eventualmente muy útil a la hora de acometer actividades educativas u ofrecer ejemplo tangible sobre los dogmas de biodiversidad y evolución. Les invito a conocer de forma ilustrativa algunos de los organismos que poblaron nuestro planeta en el pasado, pues los fósiles pueden resultar muy didácticos si se hace un buen uso de ellos.
Como por alguna parte tengo que empezar, lo haré refiriéndome a varias piezas referentes a la Clase Echinoidea, popularmente denominada Equinoideos o más comúnmente conocida como “Erizos de mar”.
En primer lugar presento cuatro piezas halladas por mi humilde persona hace más de una década en la castellonense localidad de Morella (España). En los estratos marinos intercalados del Cretácico inferior son muy frecuentes éstos fósiles pertenecientes al Género Cidaris, el cual contempla gran cantidad de especies extintas y cuenta todavía hoy con efectivos específicos en el litoral mediterráneo. Estamos ante un género caracterizado por prominentes puntos de anclaje donde las alineadas y equidistantes espinas encuentran soporte. Lo cierto es que resulta muy complicado liberar las piezas de su matriz sin dañarlas severamente.

Cuatro fósiles del Género Cidaris.
Como los anteriores, he aquí un ejemplar de Cidaris sp. datado en casi doscientos millones de años; procede por tanto del periodo Jurásico inferior del Sur de Europa y pertenece a una especie diferente indeterminada pero claramente diferente a la presentada con anterioridad. Éste conocido Género da nombre al Orden Cidaroida y fue tomado como Taxón tipo para definir a la Familia Cidaridae.

Cúspide de Cidaris sp. del Jurásico inferior.
Ya extinto, el género Mepygurus abarca un periodo de existencia más bien reducido en comparación con otros Equinoideos. Aquí puede verse un ejemplo de Mepygurus depressus procedente de una mina malgache; data de la etapa faunística Calloviense, ubicada en el Jurásico medio; contémplense los trazos en forma de estrella tan característicos de su Género. Hablamos de un vistoso componente de la Familia Clypeidae cuyos restos son relativamente frecuentes en África central y Madagascar.
 Ejemplar de poco más de 8 Cm. de diámetro.
Igualmente extinguido queda el género Micraster, cuyo registro fósil abarca desde el Cretácico tardío hasta el Paleógeno medio, siendo frecuente su presencia en estratos costeros del Sur de Europa. El ejemplar aquí exhibido procede del Norte de Catalunya (España), donde hallaban su morada en las llanuras marinas de escasa profundidad que componían el paisaje local a mediados y finales del periodo Cretácico. Micraster es un Género compuesto por unas ocho especies, aunque su organización específica es tema de debate; pertenece a la Familia Micrasteridae destacada en el Orden Micrasterina, al que da nombre.
Micraster rogalae, del Cretácico tardío.
Aunque los Equinoideos han estado presentes en gran parte de los litorales costeros del mundo durante los últimos 450.000.000 de años, es decir, desde principios del Periodo Silúrico hasta nuestros días, los fósiles que aquí muestro representan un lapso de tiempo relativamente reducido, no más extenso de cien millones de años; no obstante, ilustran esquemáticamente la variedad de apariencias que podemos hallar en el registro fósil.
Pronto nuevas piezas y nuevos grupos biológicos.