En la supuesta eternidad de nuestra inexistente vida, encontramos pequeñas cosas que hacen que olvidemos por completo nuestro día a día, pero a veces no se puede evitar recaer.
Desde los comienzos la humanidad, hemos sido personas sexuadas, es decir nacemos con unos instintos básicos, “en el comienzo fuimos animales, luego aprendimos lo que era la palabra”, con esto me refiero a que al principio somos dominados por los instintos innatos, pero con el paso del tiempo crecemos y aprendemos a ocultarlos y regirnos por otros paradigmas.
A que ha venido esta rápida clase, pues bien sabéis cuando una persona sistemáticamente ha aprendido a convivir con sus problemas que para el obviamente es lo más importante del mundo en este momento, pero posiblemente dentro de un par de año cambiaran y entonces estos se convertirán en lo importante. Pero bien que pasa cuando ese problema se le planta en la cara, le echa una mirada e instantáneamente lo rehace como si nada hubiera pasado, enserio ni siquiera una pequeña sonrisa para saber que todo va bien, que no debe rondarme por la cabeza la preocupación, es decir cómo puede existir tales tipos de persona, no fue nada lo que estuvimos pasando.
Echando la mirada hacia el pasado, vemos la felicidad, como es posible que de repente este mismo deje de abrazarte, por lo cual te invade un sentimiento de culpa, de vacío, y lo único que quieres es dejar la vida misma como llegaste a ella por un agujero. Supongo que todo en esta vida pasa por una cosa, quiero pensar que hay un pequeño diablillo que le gusta ver el sufrimiento y no me dejara ir.
Lo único que hacemos en esos momentos es dañarnos pero sobretodo a todo con lo que convivimos alrededor, pero supongo que así somos las personas, complejas, sin explicación.