̶ ¡Bah! Se me ha escapado ̶ decía con fastidio.
Todas las mañanas se repetía el tintineo metálico del vaso de agua con azúcar que me atraía. Al acercarme, mis antenas se ponían en alerta y del peligro me avisaban: era su mano la que lo agitaba. Con mi alegría natural lo rodeaba y a modo de saludo le cantaba al oído. Él zalamero me susurraba:̶ Ya sé, ya sé que eres la más lista y la más rápida.Durante minutos daba vueltas al agua con la cucharilla y aun sabiendo que el azúcar ya estaba disuelta, se quedaba absorto observando el remolino que por la inercia del movimiento se formaba en el agua. Me conmovía verlo tan concentrado en ese agujero con sus ojos azules apesadumbrados que infundían al rostro una apenada mirada; entonces, silenciosa me alejaba para no incomodarlo. Poco después volvía a ser el hombre enérgico, crítico y nada diplomático con el que yo me enfrentaba. Hoy no ha habido tintineo, ni mano, ni cuchara; un solitario vaso de agua cubierto de nubes negras esperaba y esperaba. Esta imagen tan emotiva para mí me ha atraído, he acariciado el borde y muy despacio he bajado la rampa hasta que mis patas han tocado el agua. Su sabor dulce ha sido mi trampa.
Peleo y lucho con fuerza en esta desigual batalla sabiendo imposible ganarla. Mientras, mi cabeza delibera sobre los caprichos del destino, toda la vida esquivando peligros y ahora yo solita me ahogo en un vaso de agua.
© María Pilar