El vaso de agua está lleno con la cantidad de sorbos que le vas a dar hasta que el vaso quede vacío. No sabemos cuantos cl nos tocan a cada uno, lo único cierto es que tarde o temprano, el agua se acabará. Hay quien dará pocos sorbos, los que dieron bastantes pero no los suficientes y a los que el agua les cunde más allá de sus expectativas.
El volumen de agua es una incógnita. Nadie, nada, ningún sabio, profeta, Dios o la IA más sofisticada sabe la cantidad. Y aún sabiéndola, no pueden prever si un golpe de aire tumbará el vaso y derramará todo el agua…
Así que lo primero que deberíamos aprender es que como no sabemos cuantos sorbos hay en ese vaso, nuestro objetivo sea disfrutar de cada uno de ellos.
Esto es fácil de decir y más fácil de escribir pero en la vida real, ser disfrutones no es tan sencillo. Cuesta disfrutar cuando nuestra vida está controlada por los horarios, el sistema de trabajo, la vida familiar, la evolución personal, etc.
Van venir sorbos amargos. Es casi una certeza: pérdidas, rupturas, enfermedades y problemas. Forman parte de la vida y son normales. Amaremos a gente que un día no estará con nosotros, por ejemplo y eso nos llevará a la tristeza, al sabor amargo, agrio y asqueroso del sorbo de ese día.
Pero también vendrán otros dulces y aromáticos, también normales, ante el amor, la satisfacción, la tranquilidad e incluso, la felicidad que es un estado que nunca es total pero tiene sus ratos.
Mientras esas cosas pasan, el H2O que contiene el vaso se va reduciendo así que es necesario entrenar para que cuando vengan los malos tragos, se despliegue un escudo protector compuesto por la certeza que , también vendrán de los otros, los tragos buenos.
Hay que repetirlo como un mantra , cada día, para que el escudo protector sea cada vez más fuerte.
Hay muchos tragos buenos, no hay que olvidarlo…
NB 1 : He acabado con lo de los vasos.
NB 2 : ¡Buen fin de semana!