EL VENDEDOR DE OROPEL
ARTÍCULO-RELATO PUBLICADO EN PERIÓDICO 20 MINUTOS, 10 DE SEPTIEMBRE DE 2014.
El vendedor de oropel es un simple marrullero mercachifle. Su género refulgente viene presentado en un arcón ornamentado con pulcra filigrana, pero su mercancía está adulterada: no es oro lo que vende, sino papel mojado.
Es un oportunista, traficante de sueños. Sus ojos aviesos, de oscura tonalidad endrina, observan con la paciencia del buitre carroñero cómo se desmiembran y despiezan sus adversarios con ataques pugilísticos que ante los ojos del mundo parecen rituales ancestrales de salvajes montaraces.
El vendedor de oropel espera su momento de gloria sin ajarse los labios profiriendo intenciones; su victoria reside en la debilidad de su oponente, que malgasta su tiempo reconviniéndole en vez de robustecer sus baluartes.
El vendedor de oropel vende sin coste alguno su verborrea sensacionalista y pregona a los cuatro vientos aquello que deplora, pero de sus ideales y sueños no sabemos nada, pues son tan insondables como el horizonte lejano de un país en ruinas y brumas. Con su cháchara de feriante ambulante te engatusa, sacando de su chistera burdos trucos de taumaturgo, pero detrás de esa fachada bizarra y magnánima sólo hay palabras que, como el polvo y las cenizas, se las lleva el viento.