Pero este no es el único problema de Laura. Necesita aprender inglés urgentemente si no quiere que se le vuelva a escapar otro ascenso profesional por no saber este idioma. Por eso, está decidida a sacrificar sus vacaciones, el viaje con su prima a Perú y pasarse todo el mes de agosto en un curso intensivo en Inglaterra. Decidida, resuelta y totalmente convencida, contrata un curso por Internet fiándose de una página web y de la foto de carné de una anciana, Mrs. Grose, la que será su profesora particular. Lejos de arrepentirse o de echarse para atrás, a Laura le atrae la idea de vivir un mes aislada, con la única compañía de la peculiar Mrs. Grose, en medio del campo, lejos de la civilización, de Londres, de la tecnología. Además, el paisaje y el caserón son espectaculares, ¿qué más se puede pedir? Laura está convencida de que el método de Mrs. Grose logrará que vuelva a Barcelona dominando el inglés. Y si no, ¿qué es lo peor que le puede pasar? ¿Que no consiga aprender el idioma? ¿Que el curso y la página web fuesen un timo y la estafen? Sin embargo, Laura no sospecha que el método para aprender inglés de Mrs. Grose va mucho más allá que la férrea disciplina británica. Embutida en sus gastados chándals de colores chillones y apestando a sudor, Mrs. Grose ha programado el mes intensivo del curso de inglés sin saltarse ni un solo detalle. Todos los días, de lunes a viernes, Laura tendrá que soportar ocho horas de clases programadas, medidas y calculadas al milímetro. Al menos los fines de semana será libre para escapar del agobiante y asfixiante control de Mrs. Grose, que no le permite decir ni una sola palabra en otro idioma que no sea el inglés, ni siquiera por teléfono. Pero Laura está muy equivocada. Los fines de semana habrá excursiones, también programadas. Pero solo si aprueba los exámenes de los viernes. A sus casi cincuenta años Laura se siente como una alumna díscola a merced de los mandatos y las órdenes de las monjas que le dieron clase. La tensión, el agobio, la angustia y la asfixia crecen a medida que pasamos las páginas y nos sentimos cada vez más cercanos a Laura. Sentimos lástima por ella, compasión, pena, queremos ayudarla, rescatarla, salvarla. Pero, al mismo tiempo, también comprendemos su confusión, su desconcierto, sus dudas. ¿Está Mrs. Grose realmente loca? ¿O simplemente es una persona rara, peculiar, extraña, pero a pesar de todo inofensiva? ¿Tan solo quiere enseñarle inglés o realmente sería capaz de hacerle daño? ¿Cuándo habla en serio y cuándo bromea? ¿Por qué le critica y le ataca tanto? ¿Por qué tanto cinismo, tanto sarcasmo, tanta ironía? ¿Es siempre así o se está burlando de ella? ¿Por qué la humilla? Las preguntas sin respuesta que llenan la cabeza tanto de Laura como de los lectores dan poco a poco paso a la intriga, que va creciendo hasta convertirse en miedo, en terror, en pánico y quizá también en locura. ¿Quién es el loco y quién el cuerdo? ¿Quién el verdugo y quién la víctima? ¿Quién inflinge los malos tratos y quién los padece? ¿Qué es verdad y qué es mentira? Para conocer las respuestas a todas estas preguntas tendréis que leer el libro. Y os aseguro que cuando lo hagáis ya no seréis capaces, igual que le ocurre a Laura, de olvidar aquel verano del inglés.
Pero este no es el único problema de Laura. Necesita aprender inglés urgentemente si no quiere que se le vuelva a escapar otro ascenso profesional por no saber este idioma. Por eso, está decidida a sacrificar sus vacaciones, el viaje con su prima a Perú y pasarse todo el mes de agosto en un curso intensivo en Inglaterra. Decidida, resuelta y totalmente convencida, contrata un curso por Internet fiándose de una página web y de la foto de carné de una anciana, Mrs. Grose, la que será su profesora particular. Lejos de arrepentirse o de echarse para atrás, a Laura le atrae la idea de vivir un mes aislada, con la única compañía de la peculiar Mrs. Grose, en medio del campo, lejos de la civilización, de Londres, de la tecnología. Además, el paisaje y el caserón son espectaculares, ¿qué más se puede pedir? Laura está convencida de que el método de Mrs. Grose logrará que vuelva a Barcelona dominando el inglés. Y si no, ¿qué es lo peor que le puede pasar? ¿Que no consiga aprender el idioma? ¿Que el curso y la página web fuesen un timo y la estafen? Sin embargo, Laura no sospecha que el método para aprender inglés de Mrs. Grose va mucho más allá que la férrea disciplina británica. Embutida en sus gastados chándals de colores chillones y apestando a sudor, Mrs. Grose ha programado el mes intensivo del curso de inglés sin saltarse ni un solo detalle. Todos los días, de lunes a viernes, Laura tendrá que soportar ocho horas de clases programadas, medidas y calculadas al milímetro. Al menos los fines de semana será libre para escapar del agobiante y asfixiante control de Mrs. Grose, que no le permite decir ni una sola palabra en otro idioma que no sea el inglés, ni siquiera por teléfono. Pero Laura está muy equivocada. Los fines de semana habrá excursiones, también programadas. Pero solo si aprueba los exámenes de los viernes. A sus casi cincuenta años Laura se siente como una alumna díscola a merced de los mandatos y las órdenes de las monjas que le dieron clase. La tensión, el agobio, la angustia y la asfixia crecen a medida que pasamos las páginas y nos sentimos cada vez más cercanos a Laura. Sentimos lástima por ella, compasión, pena, queremos ayudarla, rescatarla, salvarla. Pero, al mismo tiempo, también comprendemos su confusión, su desconcierto, sus dudas. ¿Está Mrs. Grose realmente loca? ¿O simplemente es una persona rara, peculiar, extraña, pero a pesar de todo inofensiva? ¿Tan solo quiere enseñarle inglés o realmente sería capaz de hacerle daño? ¿Cuándo habla en serio y cuándo bromea? ¿Por qué le critica y le ataca tanto? ¿Por qué tanto cinismo, tanto sarcasmo, tanta ironía? ¿Es siempre así o se está burlando de ella? ¿Por qué la humilla? Las preguntas sin respuesta que llenan la cabeza tanto de Laura como de los lectores dan poco a poco paso a la intriga, que va creciendo hasta convertirse en miedo, en terror, en pánico y quizá también en locura. ¿Quién es el loco y quién el cuerdo? ¿Quién el verdugo y quién la víctima? ¿Quién inflinge los malos tratos y quién los padece? ¿Qué es verdad y qué es mentira? Para conocer las respuestas a todas estas preguntas tendréis que leer el libro. Y os aseguro que cuando lo hagáis ya no seréis capaces, igual que le ocurre a Laura, de olvidar aquel verano del inglés.