Si de folklore hablamos, el verano lo es. Unos meses, no más, de un año que se pasa veloz, como todos los años, pero unos meses llenos de pasiones, de juegos, de belleza, de superación constante en esas ramas de la vida condenadas a quebrar por cualquier imprevisto, que a veces nada tiene que ver con el verano. ¿Qué tiene el norte que no tenga el Cerrato?¿Qué significado pueden alcanzar aquí esos meses, que no alcancen en La Valdavia o en La Ojeda? Son diferentes y no viene al caso explicarlo aquí. Indudablemente, al perderse esos vestigios artesanos, o al reducirse a un simple pasatiempo, se perdieron nuestras buenas relaciones con la Tierra de Campos. No quiero decir que ahora sean malas, no. Ahora están detenidas. Recuerdo cuando bajaba con mi padre a los mercados de Saldaña en busca de legumbres o, cuando bajábamos a Potes a vender el pimiento para la mataza. Allí adquiríamos el “queso picón”. Aquél queso, que atufaba las casas, se vendía aquí como rosquillas. También se adquirían nueces y castañas “pilongas”. Ahora, el mercado cántabro se ha encarecido de tal forma que parece un mercadillo de lujo. Ignacio, el alpargatero de Cervera, sigue bajando todos los lunes y ya sabe de qué pata cojea cada lebaniego. Claro que, Ignacio, es un paisano nuestro universal. Otro tando de lo mismo ocurría con Pepe Cajigal, el herrero de San Salvador de Cantamuga. Ahora sus hijos se dedican a empresas más costosas dentro del mismo oficio; Germán, el cacharrero, fue toda una leyenda, con aquella voz de trueno anunciando los productos en las plazas de los pequeños pueblos. En resumen, había un constante movimiento durante todo el año. Los de aquí iban a buscar el vino a Valladolid o a La Rioja; los de Castillería y La Pernía bajaban a San Salvador a buscar pan y piensos. Los de Cantabria subían a la Venta Urbaneja a por el vino de Secundino. En este punto rezaban las “Ordenanzas”: El vino que han de traer para abastecer la villa ha de ser de los terrenos que en el contrato se citan: Del Infantazgo de Ampudia, Madrigal o Tordesillas, y lo venderán al precio que los regidores digan. También se refería a ello nuestro poeta local Gabriel González, en un verso donde dice: El que haga de tabernero en esta villa y Concejo, habrá de dar vino nuevo a igual precio que lo viejo.
Aunque soy joven todavía –lo era cuando escribía estas líneas– recuerdo los famosos “trueques”, donde intervenían los frutos secos, cerezas, manzanas y, entonces, nuestra ricas patatas. (No me refiero a la patata de Comercio, sino a la que servía para el arreglo de cada casa). Otra imagen que también se ha ido perdiendo (no sé qué habrá sido de tanto meritero), es la de la transhumancia. Aún ocupan en la actualidad las Sierras de Herreruela, la Abadía de Lebanza y los Puertos de Cortes y Pineda. Estos hombres entretenían su tiempo libre en la elaboración de utensilios de cuero o de madera; incluso, hacían calcetines de lana. Algunas personas siguen haciendo este tipo de calzado, que luego utilizan para compensar ciertos favores, también como regalo para sus familiares. Todo esto forma parte de un movimiento que tuvo su importancia fundamental para las relaciones entre los pueblos y que contribuyó así a un mejor conocimiento de nuestros mercados y productos y que, sobre todo, fue decisorio en las relaciones humanas. Para recuperar aquella tonalidad está el verano. En este tiempo se reproduce el comercio de la amistad. Esta no se pregona, ni se vende; hay que ganársela poco a poco. Interesa que los amigos sean buenos aunque sean pocos. A este respecto decía uno de los personajes de José Hierro: “Su esperanza no la cifren nunca en corazón alguno. En el mayor infortunio pongan su confianza en Dios; de los hombres sólo en uno, con gran precaución en dos”. Debemos en estas horas ir aunando voluntades para dejar atrás rencillas viejas, errores por los que siempre queremos juzgar a las personas.¿Vendrá otro invierno malo?¿Lloverá?¿Seguirán diciendo las autoridades norteñas que no conocen en profundidad el asunto del pantano de Vidrieros? En medio de este tiempo habrá una ola de desencantos y desencuentros, como siempre, aunque en el fondo aflore el comercio de la amistad dormido durante tanto tiempo. Imagen: Pumar59