El Verdugo de Gaudí se publicó originariamente en 2012 en la editorial RBA con el título de El asesino de La Pedrera. Porque es precisamente en este edificio de Gaudí, conocido también como Casa Milá, donde aparece la primera víctima, colgada de uno de los balcones y quemada. El caso no pinta nada bien, el sadismo, la crueldad del crimen hacen pensar a los miembros del Departamento de Homicidios de los Mossos d´Esquadra que se trata de un psicópata, un asesino en serie que va a llenar Barcelona de cadáveres cuando faltan muy pocos días para que el Papa protagonice la consagración de la Sagrada Familia. Por eso, a regañadientes, no les queda más remedio que recurrir a Milo Malart, un inspector suspendido de empleo y sueldo por un expediente disciplinario. Sus compañeros y sus superiores no le reciben precisamente con los brazos abiertos. Milo es especialista en causar incredulidad y rechazo, su impuntualidad, sus prontos, su egoísmo, su mal carácter, su falta de tacto y de empatía, especialmente en las distancias cortas, su hostilidad, le convierten en persona non grata en la comisaría. Pero a él ya todo le da igual. Quien más lo sufrirá será Rebeca Mercader, la subinspectora que se convierte en su sombra. Son como la noche y el día. No pueden ser más distintos, pero como suele pasar, los polos opuestos se atraen, aunque les cueste más de un enfrentamiento. Rebeca me ha caído bien, con sus camisetas estampadas con siglas policiales, siempre teniendo que demostrarse a sí misma y a los demás que puede ser igual o mejor que cualquiera de sus compañeros. Es joven y es mujer. Tiene todo en contra en un mundo de hombres. Pero hace muchos años que decidió no ser una víctima. Milo, por el contrario, es victimista. Separado, que no divorciado, sin hijos, y arrastrando un grave suceso familiar, lucha cada día contra su propia mente, contra un gen que no sabe todavía si ha heredado o no. Esa mente que le permite pensar como los asesinos le está matando a él. Está lleno de defectos. Pero a mí me ha caído de maravilla. Esos juegos con Goyo Bonhora, el forense, para ver quién dice la mejor cita, su costumbre de ir dejando libros repartidos por cualquier lugar de la ciudad, su lealtad hacia su sobrino Marc... Otro de los personajes destacados y que también se ha ganado mi simpatía es Susana Cabot, la jueza que instruye el caso. Una jefa en toda regla. Ex pareja de Milo, los dos se tratan desde hace años con franqueza, sin filtros, se respetan, se aprecian, los dos son muy buenos en lo suyo. Los personajes no han podido gustarme más. Y la trama tampoco se queda atrás. Estamos en el verano de 2010, en pleno Mundial de fútbol. La historia se desarrolla durante un par de semanas y está contada por un narrador omnisciente. Estructurada en un prólogo y 29 capítulos, la novela está narrada con un estilo directo, conciso, certero y, sobre todo, con muchísimo ritmo y fluidez. La novela no da tregua al lector. La sucesión de los asesinatos, los giros argumentales, los descubrimientos de la investigación, todo se desarrolla contrarreloj, sin tiempo para pensar ni mucho menos descansar. El lector, como los protagonistas, llega al final del libro sin aliento, agotado, extenuado, abatido por el sofocante calor. Pero terriblemente satisfecho.
Como novela negra le doy un diez. Y como crítica social, un once. Porque además de los secuestros y los asesinatos, a cada cual más cruel y sádico que el anterior, la novela aborda muchísimos temas secundarios tan importantes o más que la investigación policial. La venganza, la corrupción política y financiera, la especulación urbanística, los privilegios y abusos de todo tipo que cometen los círculos de poder social, político y económico, la eterna división entre ricos y pobres, el suicidio, el sexo, la ambición, la codicia, la basura que supone el periodismo sensacionalista, los grupos antisistema, los masones, las redes sociales... Y todos ellos encajan a la perfección, formando un mosaico, un trencadís a la altura del propio Gaudí. Página a página, recorreremos sus edificios y obras más emblemáticos. La Pedrera, el parque Güell, la plaza Real, la Casa Vicens, el Palacio de Pedralbes, la Casa Calvet, la Casa Batlló y, cómo no, la Sagrada Familia. Porque si hay algo que sobresale por encima de los personajes, de la trama y de las temáticas de la novela es sin duda el escenario. La ciudad de Barcelona, sus calles, sus barrios, sus parques, sus montes, sus edificios, es la protagonista absoluta e indiscutible de esta historia. Una Barcelona que dieciocho años después aún vive a la sombra de las Olimpiadas de 1992. Una sombra tan espesa y alargada que es capaz de hacernos comprender la motivación del asesino. El Verdugo de Gaudí es un grandísimo homenaje a la ciudad de Barcelona y a la arquitectura de Antonio Gaudí capaz de brillar en medio de un novelón negro, negrísimo. Muy bueno