Pero, aun con tales contrapuntos, o matices, esta última cinta de Riklis tiene todo el aspecto de una propuesta destinada a hacer reflexionar a su público, utilizando la fórmula argumental, no por poco novedosa menos eficaz, del “doble viaje”: el físico, o geográfico (nuestro protagonista, el director de marras, viajará desde su país de origen, Israel, hasta Rumanía, impelido por un incidente episódico que se erige en punto de arranque de la trama) y el introspectivo, ese mítico “viaje interior”, que será el que recorrerá ese mismo personaje principal a la búsqueda de un sí mismo un tanto desorientado; viaje al hilo del cual habremos de sufrir con sus cuitas, cuestionarnos nuestras premisas a la par que él se cuestiona las suyas, y gozar con la catarsis que el (previsible) reencuentro final suele traer consigo. Es el mismo mecanismo que un film tan hermosamente sencillo como “Un tipo genial” (“Local hero”) nos mostraba, y que, salvando las distancias, habremos de encontrar en éste. ¿Para bien? En la medida en que Eran Riklis haya sabido desplegar su relato con talento y mesura, así debería ser. Y ojalá que así sea...
* Apuntes sobre el cine que viene LVII.-