De repente y callado
llegó el silencio...
Un agujero ancho,
profundo y negro
como el negro fango,
como el negro cielo...
Sigiloso y apostado en las esquinas del tiempo
me acecha el miedo,
y canta bajo su canción de dientes apretados
y apretados velos.
La calle es larga y estrecha,
las flores que adornaron sus paredesahora son yertas, y al fin, allá y cada vez más cerca,
está el oscuro dintel que pronto la habrá sellado.
Cuesta arrastrarse...
cuando sólo hace dos días la sobrevolaba intensa, cuesta vivir la estrecha y última recta.¿Qué fue de ti...?
¿Y de mi, que fuera?¿Qué de los rayos del sol?¿Quién los recuerda?
Ahora todo está en silencio... y mi alma,
mi alma que antes cantase a la vida altiva y sincera,ahora baja la frente y sobre el pecho las alas pliega.
El fin siempre llega, siempre llega...
Se nace con su aliento atado a las cejas.Llega y llega y siempre siempre está llegando.
Más ¿para qué temer al desdichado, para qué temer el final de los finados, acaso no es esta la celda donde pájaros, ángeles, jóvenes, viejos y princesas, deshojan de las horas las olorosas prendas, y los días aún no acabados?
¿Horizontes?
¿Dónde?. ¿Sueños? ¿Cuando?Si cuando el opio se agota ya no hay ni sol ni luna ni sombra que resguarde del viejo loco el desamparo...
Y el viejo olvidado ahora es mi persona, el que no se acompaña de amigo, de hijo ni persona; el que pierde el norte y elucubra si alguna vez esta mente trastornada pudo haber pensado.
Acaso todo fue un sueño...
La niñez y la juventud, los amores y los sudores; las luchas, los honores, los versos y tus ojos, que ahora me miran así como se mira a un pobre extraño.