Revista Cultura y Ocio

El viejo maestro Había una vez en el antiguo Al-Anda...

Por Letransfusion
El viejo maestro 
Había una vez en el antiguo Al-Andalus, un viejomaestro en el arte de la guerra , ya retirado que sededicaba a enseñar el arte de la meditación a susjóvenes alumnos. A pesar de su avanzada edad,corría la leyenda que todavía era capaz dederrotar a cualquier adversario. 
Cierto día apareció por allí un guerrero con famade ser el mejor en su género. Era conocido por sutotal falta de escrúpulos y por ser un especialistaen la técnica de la provocación. Este guerreroesperaba que su adversario hiciera el primermovimiento y después con una inteligenciaprivilegiada para captar los errores del contrarioatacaba con una velocidad fulminante. Nuncahabía perdido un combate. 
Sabiendo de la fama del viejo maestro, estaba allípara derrotarlo y así aumentar su fama deinvencible. El viejo aceptó el reto y se vieron en laplaza pública con todos los alumnos y gentes dellugar. El joven empezó a insultar al viejo maestro.Le escupió, tiró piedras en su dirección, le ofendiócon todo tipo de desprecios a él, sus familiares yantepasados. Durante varias horas hizo todo paraprovocarlo, pero el viejo maestro permanecióimpasible. Al final de la tarde, exhausto yhumillado, el joven guerrero se retiró. 
Los discípulos corrieron hacia su maestro y lepreguntaron cómo había soportado tantaindignidad de manera cobarde sin sacar suespada, asumiendo el riesgo de ser vencido. 
-Si alguien te hace un regalo y tú no lo aceptas, ¿aquién pertenece ese regalo? -preguntó el viejomaestro. 
-A quién intentó entregarlo -respondió undiscípulo. 
-Pues lo mismo vale para la rabia, la ira, losinsultos y la envidia -dijo el maestro-, cuando noson aceptados continúan perteneciendo a quienlos cargaba consigo. 
El asno y el camello 
Un asno y un camello caminaban juntos. Elcamello se movía con pasos largos y pausados. Elasno se movía impacientemente tropezándose devez en cuando. Al fin el asno dijo a su compañero: 
-¿Cómo es que me encuentro siempre conproblemas, cayéndome y haciéndome rasguñosen las patas, a pesar de que miro cuidadosamenteal suelo mientras camino, mientras que tú quenunca pareces ser consciente de lo que te rodea,con tus ojos fijos en el horizonte, mantienes unpaso tan rápido y fácil en apariencia? 
Respondió el camello: 
-Tu problema es que tus pasos son demasiadoscortos y cuando has visto algo es demasiado tardepara corregir tus movimientos. Miras a tu alrededory no evalúas lo que ves. Piensas que la prisa esvelocidad, imaginas que mirando puedes ver,piensas que ver cerca es lo mismo que ver lejos.Supones que yo miro el horizonte, aunque enrealidad sólo contemplo hacia el frente como modode decidir qué hacer cuando lo lejano se conviertaen cercano. También recuerdo lo que ha sucedidoantes y así no necesito mirar hacia atrás y tropezaruna vez más. De este modo lo que te parececonfuso o difícil se vuelve claro y fácil. 
Idries Shah, El yo dominante 
El pescador y la botella mágica 
Un pescador encontró entre sus redes una botellade cobre con el tapón de plomo. Parecía muyantigua. Al abrirla salió de repente un geniomaravilloso que una vez liberado le dijo alpescador: 
-Te concedo tres deseos por haberme sacado demi encierro. ¿Cuál es tu primer deseo? 
-Me gustaría que me hicieras lo bastanteinteligente y claro como para hacer una elecciónperfecta de los otros dos deseos -dijo el pescador. 
-Hecho -dijo el genio-, y ahora, ¿cuáles son tusotros dos deseos? 
El pescador reflexionó un momento y dijo: 
-Muchas gracias, no tengo más deseos. 
Las cosas no son lo que parecen 
Un hombre viajaba tranquilamente en su coche.Sucedió que al entrar en una curva peligrosa, otrocoche salía de ésta dando volantazos y viniendohacia él de manera muy peligrosa. Al pasar a sulado casi rozando, gritó su conductor: 
-¡Cerdo¡ 
El primer hombre indignado le respondió con otroinsulto y continuó como pudo entrando en la curvay una vez pasándola se encontró de inmediato conun enorme cerdo, que no pudo esquivar y al quegolpeó saliéndose de la carretera y quedandotirado en la cuneta. 
Naturaleza humana 
En un vagón-restaurante, un pasajero estabaencargando la cena al camarero. 
-De postre –dijo-, tomaré pastelillos y helado. 
El camarero le dijo que no tenían pastelillos. Elhombre explotó: 
-¿Cómo dice? ¡Qué no tienen pastelillos! ¡Esabsurdo! Soy uno de los mejores clientes de esteferrocarril. Todos los años organizo viajes paramillares de turistas y envío cientos de toneladas demercancías…, y cuando a mí personalmente seme ocurre viajar en el tren, resulta que no puedoconseguir algo tan simple como unos pastelillos.¡Me va a oír el presidente de la compañía! 
El chef que lo había oído, llamó aparte alcamarero y le dijo: 
-Podemos conseguirle unos pastelillos en lapróxima parada. 
Y, justo después de la mencionada parada, elcamarero se acercó al enojado caballero y le dijo: 
-Me complace informarle que el chef ha preparadoestos pastelillos especialmente para usted yespera que le gusten. 
El pasajero arrojó su servilleta encima de la mesa,levantó el puño y grito:
-¡Al diablo con los pastelillos! ¡Prefiero estarfurioso! 
Antoni de Mello, Oración de la Rana 2. SalTerrae. Santander 1988. pág. 131. 
Las estrellas de mar 
Había una vez un escritor que vivía a orillas delmar; una enorme playa virgen donde tenía unacasita donde pasaba temporadas escribiendo ybuscando inspiración para su libro. Era un hombreinteligente y culto y con sensibilidad acerca de lascosas importantes de la vida. Una mañana mientraspaseaba a orillas del océano vio a lo lejos una figuraque se movía de manera extraña como si estuvierabailando. Al acercarse vio que era un muchachoque se dedicaba a coger estrellas de mar de la orillay lanzarlas otra vez al mar. El hombre le preguntó aljoven qué estaba haciendo. Éste le contestó: 
-Recojo las estrellas de mar que han quedadovaradas y las devuelvo al mar; la marea ha bajadodemasiado y muchas morirán. 
Dijo entonces el escritor: 
-Pero esto que haces no tiene sentido, primero essu destino, morirán y serán alimento para otrosanimales y además hay miles de estrellas en estaplaya, nunca tendrás tiempo de salvarlas a todas. 
El joven miró fijamente al escritor, cogió una estrellade mar de la arena, la lanzó con fuerza por encimade las olas y exclamó: 
-Para ésta sí tiene sentido. 
El escritor se marchó un tanto desconcertado, nopodía explicarse una conducta así. Esa tarde notuvo inspiración para escribir y en la noche nodurmió bien, soñaba con el joven y las estrellas demar por encima de las olas. A la mañana siguientecorrió a la playa, buscó al joven y le ayudó a salvarestrellas.
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Y desde aquí podrás descargar la hoja para que la imprimas, fotocopies y ayudes a fomentar el gusto por la lectura: Seis cuentos para compartir
Saludos!

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