Durante la noche, te despiertas y sientes una presencia que te observa. Aunque no te atrevas a mirarla y tu cuerpo no te responda, sabes que está ahí. Entonces notas un peso que te oprime el pecho. Cada segundo te parece interminable. Este fenómeno llamado actualmente como parálisis del sueño se conoce desde hace siglos, pero no se distinguía de las pesadillas. Ambas tenían unos responsables con multitud de nombres, pero con un mismo comportamiento.
Etimología y términos
El término pesadilla deriva de pesar, igual que el italiano pesuarole y el portugués pesadela, relacionados con el antiguo término francés appesart. Desde el siglo XVI, los franceses usan la palabra cauchemar, del neerlandés medio mare ("fantasma") y cauche-, que vendría del latín calcare, "pisotear, apretar" o calceare, "calzarse". Caucher habría surgido del cruce del francés antiguo chaucer y el picardo cauquer. En griego, la palabra ephialtes (Ἐφιάλτης, "pesadilla") significaba "alguien que saltaba encima". Igualmente, incubus significa "quien duerme encima". En el latín medieval, las pesadilla se llamaban phantasma. Temisón de Laodicea acuñó en el siglo I d.C. el término pnigalion, "estrangulador".
En el protoindoeuropeo, *mer- se asocia con "aplastar, presionar y oprimir", "frotar", "dañar" e incluso "muerte". De aquí surgió el protogermánico *marōn que originaría el nórdico antiguo mara, de donde derivan el sueco e islandés mara, el faroés marra, el danés mare, el noruego mare/ mara, el neerlandés (nacht)merrie, el alemán (nacht)mahr y el inglés antiguo mære (también mare, mere o mær), de donde proviene el inglés moderno mare. No hay que confundir esta palabra inglesa con la correspondiente a yegua ( mare), aunque suela asociarse con los caballos, ya que provenía del protogermánico *marhijo-, llegando al inglés antiguo como meare. En cambio, en el neerlandés, nachtmaar o nachtmare sí cambió a natchmerrie, donde merrie significaba yegua. En alemán, el término más usado para pesadilla es Albtraum, que hace mención a los elfos ( Alp o Alb). También tienen los términos alpdrücken ("presión-elfo") y hexendrücken ("presión-bruja"). En los idiomas eslavos derivó en el polaco zmora, el croata morica, el serbio mòre, el checo muera y el ruso kikimora (кики́мора)(1).
Otros idiomas no comparten el elemento mare, como el islandés, donde la palabra martröd proviene de troda, "presionar, estrujar, cabalgar". Ocurre lo mismo con el húngaro boszorkany-nyomas ("presión de bruja"), el estonio luupainaja (quien presiona tus huesos), el finlandés painajainen ("algo que te pesa"), el irlandés tromluí o tromlaige ("pesar, ser presionado").
Algunos términos expresan la sensación de que alguien se sienta a horcajadas en el pecho, cabalgando a la víctima como un caballo. Algunos ejemplos son el noruego mareritt y el inglés witch-ridden, hag-ridden, hag-rod y hag-rided, presentes estos dos últimos en Inglaterra y Terranova.
Se trata de una experiencia tan universal que su presencia se extiende más alla de las largas ramas del protoindoeuropeo. En China lo llaman bei guai chaak ("ser presionado por un fantasma") o bei gui ya ("sostenido por un fantasma"); en Camboya, khmaoch sângkât ("el fantasma te aprieta"); en Indonesia, digeunton ("presionado") o dicekek ("asfixiado o estrangulado"); en Laos, dab tsog o tsog tsuam ("aplastar, presionar o ahogar"); en Tailandia, phi um ("cubierto por un fantasma") o phi kau ("poseído por un fantasma"); en Japón, kanashibari (金縛り, "unido o atado por metal"); en Corea, ka-wi-nulita ("presionado con tijeras"); en Botsuana, sebeteledi ("alguien que ejerce presión o fuerza" o setshitshama ("eso que paraliza"); en Zanzíbar, popobawa ("ala oscura"); en Egipto al-Jathoom (yajthum, "sienta") o kabus (incubus); en Marruecos, boratat ("alguien que te presiona"), en Turquía, karabasan ("presionador oscuro") y entre los esquimales norteamericanos, uqumangirniq o aqtuqsinniq.
Desarrollo
Los asirios hacen la mención más antigua al fenómeno, señalando al espíritu malvado Alu como el causante. Alu es un demonio que se ocultaba tras esquinas, cuevas, ruinas y edificios abandonados, transitando las calles como un perro descarriado para envolver rápidamente a los desprevenidos. El demonio acecha los dormitorios en la oscuridad, aplastando a quien duerme e impidiéndole actuar.
En las antiguas fuentes griegas se habla de cómo el efialtes ataca durante el sueño, provocando presión en el pecho, sensación de asfixia, pérdida de la voz e incapacidad de moverse. Casi todas las fuentes lo relacionaban con la epilepsia, ya que una actúa mientras se está despierto y la otra cuando se está dormido, además de ser englobadas como enfermedades de la cabeza. Es mencionada por la Sinopsis (8.2) de Oribasio de Pérgamo, Aecio de Amida (6.12), Pablo de Egina (3.15) y Pablo de Nicea (26). A través de Celio Aureliano tenemos un capítulo del tema escrito por Sorano de Éfeso. Ya en el siglo I de nuestra era, Escribonio Largo y Dioscórides la mencionan. Un libro chino de sueños del 400 a.C. ya habla de estas pesadillas.
Según Galeno, eran resultado de alteraciones gástricas que producían gases nocivos que subían a los ventrículos cerebrales, no pudiendo disolverse o eliminarse al estar dormido. Los gases se engrosarían estrechando la unión del cerebro con la médula espinal, evitando el flujo del espíritu animal (2) a las partes inferiores del cuerpo y provocando parálisis. Esto podía agravarse en forma de epilepsia, apoplejía o la muerte. Otra explicación era que los gases distendían el estómago, impidiendo la circulación sanguínea y facilitando el estancamiento de la sangre. Plinio el viejo ofrecía un tratamiento en Historia natural (XXVII.LX.89): "Los granos negros, en vino en la dosis indicada, quitan las pesadillas". Hipócrates de Cos y Confucio recomendaban no dormir sobre la espalda, como un cadáver, ya que podía provocar pesadillas.
Celio Aureliano describe los ataques corporales sufridos por algunos pacientes, aunque solo lo considera una enfermedad si ocurre de manera crónica, y Pablo de Nicea escribe que muchos creen que Efialtes es un dios o daimón que los ataca por la noche. Por esto, los autores establecían su opinión sobre su naturaleza, especialmente entre los neoplatonistas, que influiría sobre su tratamiento. Posidonio, en el texto de Aecio, comienza afirmando que Efialtes no es un daimón, sino una enfermedad y síntoma premonitorio de epilepsia, manía y apoplejía. Lo considera una forma leve de epilepsia, ya que, como Galeno, describe que es causado por un fuerte vapor frío que asciende del estómago que sufre de trastornos digestivos a los ventrículos del cerebro, comparándola con la epilepsia, que sería causada por un humor pungente del estómago que moviliza la contracción muscular para intentar expulsar el humor. Oribasio tampoco lo consideraba un daimón, sino por una parte una enfermedad grave y por otra un intérprete celestial y sirviente de Asclepio. Esta referencia a Asclepio se refiere a la práctica religiosa de la incubación, en la que la solución terapéutica se revelaba en sus santuarios a través de un sueño. En este sentido, Artemidoro de Daldis explicaba que Efialtes era una señal de un buen pronóstico, pudiendo hablarle en sueños, entregarle algo o tener sexo. Para Sorano, el responsable de estas pesadillas no era ni un dios ni semidios ni "Cupido"(3). Con todo, las intervenciones divinas se atribuían a Pan, que provocaba los ataques de pánico.
Con el cristianismo se adaptó la clasificación helenística de los daimones, anteriormente neutrales, en agatodémones y cacodemonios como ángeles y demonios. Anteriormente, en la época helenística, los autores consideraban a los daimones malvados como productos de la superstición. Sin embargo, en la época imperial, el medioplatonismo con Plutarco, escuelas paganas como el Neopitagorismo con Apolonio de Tiana y los oráculos caldeos promovían las creencias de daimones malvados. Estos dos últimos eran congruentes con la idea cristiana de entes que buscan dañar a la humanidad. El Neoplatonismo se enfrentó a estas ideas, considerando a los daimones como mediadores de los dioses constituidos de más sustancia material que estos, permitiendo una mayor interacción con nuestro mundo.
En torno a la Edad Media se encuentran más testigos más allá de las antiguas fronteras del imperio romano. En la saga de los Ynglingos (Capítulo XIII), el malvado espíritu femenino Mara mata al rey Vanlandien paralizándole y oprimiéndole el pecho. Avicena lo menciona en su Canon con tres términos: al-Kabus, al-khanaq ("estrangulador") y al-gathum ("lo que se posa"), relacionándolo con la epilepsia y la apoplejía. A comienzos de la Edad Moderna, las responsables de estas pesadillas son las brujas. Dormir con el diablo en forma de íncubo fue una de las principales acusaciones en la caza de brujas. El Malleus Maleficarum explica que los súcubos e íncubos son incapaces de procrear sin interactuar con humanos, siendo la primera quien obtenga el esperma de un hombre para luego, transformarse en o transmitirlo a un íncubo, que concebiría con una mujer.
Los siglos XVII y XVIII viero representaciones más frecuentes de las pesadillas, que aterrorizaban a mujeres, ya que se pensaba que la posición supina era demasiado pasiva para los hombres. La literatura fue testigo de descripciones directas o indirectas en Romeo y Julieta de William Shakespeare, Frankestein de Mary Shelley, Wessex Tales de Thomas Hardy, La caída de la casa Usher de Edgar Alan Poe e incluso en Moby Dick de Herman Melville.
En el siglo XX cambia el enfoque con el que se veían las pesadillas. En 1931, Ernest Jones, biógrafo de Sigmund Freud, publicó La pesadilla, donde explicaba que la pesadilla es una forma de ataque de angustia debido a un conflicto mental por un componente reprimido del instinto psicosexual. A mediados de siglo, con el descubrimiento de la fase REM del sueño, se comprendieron mejores los mecanismos de lo que desde entonces se llamaría parálisis del sueño.
Caballos
Esta [misma] Mab es la que durante la noche entreteje la crin de los caballos y enreda en asquerosa plica las erizadas cerdas, que, llegadas a desenmarañar, presagian desgracia extrema. [Ésta es la hechicera] que visita en su lecho a las vírgenes, [las somete a presión y, primera maestra, las habitúa a ser mujeres resistentes] y sufridas.
Mercucio. Romeo y Julieta. Escena 1. Acto 4.
Es posible que te sorprenda que en las representaciones de las pesadillas como un íncubo, suela haber cerca un caballo de mirada inquietante. Se decía que las criaturas responsables de la afección cabalgaban sobre los caballos. El testigo de esto era que, a pesar de alimentarlo y acicalarlo antes de dormir, por la mañana amanecía sudando y jadeando, con nudos en su crín.
Queso
Así es el queso sin corteza, como la doncella sin vergüenza.
Hablar de queso era una forma sutil de hablar de mujeres, buenas y malas, y/o sexo. En Metamorfosis de Apuleyo hay varios ejemplos, como cuando Aristómenes busca comprar queso y miel y un tal Lobo (nombre común para depredadores sexuales) lo ha comprado todo, o con los problemas de su amigo Sócrates con la tabernera Meroe y su final tras comer queso. Se interpretaba que el queso y las mujeres podían dar problemas, especialmente cuando el causante de las pesadillas fue durante mucho tiempo el estómago.
Tratamientos
Estas pesadillas se trataron como una enfermedad hasta el siglo XIX. A continuación se muestran los tratamientos en los siglos XVI y XVII.
Según la teoría de los humores, los gases subían al cerebro por el torrente sanguíneo, por lo que se recomendaba una sangría para evacuarlos. Los polvos de estornudar de eléboro blanco ( Veratrum album), parietaria, hojas de majorana y flores de lirio de los valles ( Convallaria majalis) se recomendaban para eliminar los residuos intransigentes de los vapores. También se purgaba con unas gotas de aceite de tabaco en malvasía. También se recomendó tomar una copa de bebidas alcohólicas hervidas con antimonio durante varias horas, que expulsaría cualquier mal mediante el vómito, las heces, la orina y el sudor. Se aconsejaba yacer alternativamente sobre los lados izquierdo y derecho para redistribuir los humores, evitar el exceso de ropa de cama y, especialmente, dormir sobre la espalda. Se sugería una dieta libre de excesos, así como métodos (p.ej. enemas) para expulsar desechos y fluidos indeseables, cremas de aceite de camomila para la cabeza, ungüentos de anís y vino caliente, cataplasmas de aceite de anís y colchas craneales de hierbas aromáticas para mantener y restaurar la función craneal. Otras técnicas valoradas fueron la ventosaterapia de las pantorrillas, el masaje del dorso de la cabeza y peinar frecuentemente el pelo.
En el caso de los niños se consideraba que la leche podía ser la causante, por lo que la nodriza debía tomar posset (leche con cerveza) con hojas de salvia ( Salvia officinalis) o betonia ( Betonica officinalis), o las raíces de peonía ( Paeoniaceae). A los niños se le haría una sangría en el cuello, tomarían agua de cereza negra dos veces al día y semillas de peonía o de coral ( Balanophora coralliformis) colgadas al cuello. Si se despertaba por la noche, se usaba una ampolla, probablemente de cantáridos ( Lytta vesicatoria), aplicada en el cuello o detrás de las orejas
La relación entre la parálisis del sueño y el sueño erótico
Durante la época antigua, efialtes se refería exclusivamente a las pesadillas, es decir, a la parálisis del sueño, sin un claro componente sexual, más allá de su identificación con el dios Pan o las interpretaciones de Artemidoro. Cuando se tradujo al latín como incubus ("íncubo"), se asoció con palabras como concumbere ("dormir (con)") y concubinus ("concubina"). Varios siglos después surgió el término succubus ("súcubo, yacer debajo"). Los paganos aceptaban que el interés por el sexo variaba según la edad, el género y la época del año, no siendo un problema siempre que se siguiese la idea de la moderación (σωφροσύνη, sophrosyne). Los desequilibrios y el descontrol se corregían con una prescripción de dieta y ejercicio. Respecto a las emisiones nocturnas, se consideraba una variante leve de la gonorrea. Se consideraba que en la gonorrea se expulsaba semen involuntariamente en cualquier momento, no solo durante un sueño erótico. En cambio, el cristianismo veía todos estos actos como peligros para el alma, acciones de los demonios para manipular a las personas y llevarlas al pecado.
No obstante, aunque tanto el cristianismo como el paganismo llegaron a acusar a los demonios de ciertos males, en el paganismo no solo no eran inherentemente malvados sino que eran dóciles. Se sabe que un hombre llamado Hermias usó un encantamiento ritual para intentar hacer que una mujer que no le correspondía sintiese deseo por él incluso cuando bebiera, trabajase, charlase, durmiese, soñase y tuviera orgasmos en sueños para que terminase deseándolo. Mientras los Neoplatónicos confiaban en los sueños para predecir el porvenir, los cristianos desconfiaban de su naturaleza y lo juzgaron como visiones satánicas.
En la Edad Media se dio más énfasis al súcubo, sirviendo como demonio al que vencer para demostrar la castidad y pureza. El íncubo también podía tentar a las mujeres, pero se las consideraba menos resistentes a los placeres de la carne. Aunque los íncubos y súcubos, y equivalentes, tenían un componente sexual según la iglesia, en los tratados médicos de esta época en adelante, las pesadillas a los que estaban ligados se refería exclusivamente a la parálisis.
Notas
- Si os suena el kikimora, se trata de un espíritu eslavo no necesariamente ligado a las pesadillas.
- El espíritu animal era el fluido que llenaba los músculos durante su contracción.
- Celio Aureliano escribió "Eros" (ἔρως) en vez de "héroe" (ἥρως). "Dioses, daimones y héroes" era una frase filosófica habitual. Además, tanto Eros como el Efialtes neoplatónico actuaban como intermediarios entre los humanos y los dioses.
Fuentes
- Duffin, C. J. (2010). Night-mare and its treatment. Pharmaceutical historian, 40(4), 58.
- Thumiger, C., & Singer, P. (2018). Mental illness in ancient medicine: from Celsus to Paul of Aegina. Brill.
- Stewart, C. (2002). Erotic dreams and nightmares from antiquity to the present. Journal of the Royal Anthropological Institute, 8(2), 279-309.
- Davies, O. (2003). The nightmare experience, sleep paralysis, and witchcraft accusations. Folklore, 114(2), 181-203.
- Oates, C. (2003). Cheese gives you nightmares: Old Hags and heartburn. Folklore, 114(2), 205-225.
- Adler, S. R. (2011). Sleep paralysis: Night-mares, nocebos, and the mind-body connection. Rutgers University Press.