Por Guillermo Sullings
Solemos centrar las críticas y reclamos en los gobernantes porque son visibles, aunque en rigor su poder es relativo, ya que suelen ser socios o rehenes de una Banca que los dirige o condiciona. A la vez, si bien al poder financiero ha predicado el culto neoliberal por su propio provecho para concentrar riqueza, no dudará en cambiar de credo si le resulta necesario para mantener el control. De modo tal que un hipotético debilitamiento de los gobiernos neoliberales no necesariamente implicará la pérdida de poder real para los verdaderos monarcas del mundo. En esta coyuntura de la economía real, en la que todos están perdiendo, tanto trabajadores, como comerciantes y empresarios; si aún así los bancos se mantienen intocables y logran medrar, si en plena tormenta se aferran al timón, ¿Por qué lo soltarían cuando la pandemia pase? ¿Es imaginable que la Banca pierda poder después de la crisis?
Entonces, más allá de que esta experiencia mundial inédita sirva para aumentar la concientización sobre la cuestión de la salud, medio ambiente, distribución de la riqueza y políticas públicas. Más allá de que comprendamos la importancia de la solidaridad y la organización colectiva, si cuando la pandemia pase el timón lo sigue manejando la Banca, el barco retomará el rumbo de la depredación del planeta, la inequidad, la marginación y el consumismo individualista. Será necesario entonces que de esta crisis también salgamos con la certeza de que el mundo no cambiará mientras no se logre desmantelar ese poder; y eso no se logrará con un pacto de convivencia ni arrebatándole las migajas que le sobran. Tal vez, apelando a la metáfora de Morín sobre la Hidra, podríamos aspirar a que la conciencia colectiva se erija en el Heracles que la descabece; y para que eso ocurra debe instalarse esa idea y esa posibilidad en el imaginario colectivo, desplazando al fatalismo de la resignación. En este momento hay situaciones que pueden aumentar la receptividad hacia propuestas de cambio más trascendentes.
Por ejemplo, en el marco de esta emergencia, pasa a ser una cuestión de sentido común el no-pago de las deudas soberanas, pues para la mayoría tiene prioridad presupuestaria atender las necesidades de la población antes que cumplir con la banca usurera. En estas circunstancias, quedan aún más expuestas las inequidades sociales, y eso debiera animarnos más que nunca a cuestionar la legitimidad de las enormes fortunas, explicando que no crecieron por obra y gracia de la meritocracia, sino por la perversa dinámica financiera de la plutocracia, la que no se puede sacralizar en el altar de la propiedad privada. Desde luego que estos planteos hacia un futuro de mediano plazo, no se oponen a otras propuestas para el corto plazo, en los niveles nacionales, como gravar con algún impuesto extraordinario a las grandes fortunas para garantizar un ingreso básico a las personas, e impulsar la economía en general.
Guillermo Sullings - Economista, miembro del Movimiento Humanista de Argentina, autor de varios libros entre los que destaca "Economía Mixta" y "Encrucijada y Futuro del Ser Humano - Los pasos hacia la Nación Humana Universal", publicados en diversos idiomas