El Virus de la Revolución (VI): Pandemia de Hijos de Puta

Publicado el 13 abril 2020 por Moebius
Toda la burguesía mundial ha mostrado su miserabilidad, y la Argentina, no tiene nada que envidiarles. El virus se desplegó por un mundo invadido por expertos en socializar pérdidas y privatizar ganancias, y entonces nos preguntamos cómo hacer para continuar viviendo en un orden social que nunca fue diseñado para preservar nuestro bienestar. Tras el fin de la pandemia estaremos ante una encrucijada: la producción de una deriva autoritaria o el nacimiento de una sociedad cuyo elemento fundamental sea la solidaridad y la vida. El coronavirus es solo la antesala de lo que vendrá en un mundo gobernado por semejante estupidez y crueldad. Y bueno es recordar el final de "La peste", donde el doctor Rieux/Camus, tras observar la miseria, la generosidad, el miedo y la nobleza de la gente, concluye que, en medio de tantas aflicciones, lo que uno aprende es "que en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio". Una superación, en definitiva, de la barbarie posmoderna, del mundo de los hijos de puta.
"...los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global..."
Cristine Lagarde - Ex titular del FMI durante la campaña para aumentar la edad jubilatoria en el gobierno de Mauricio Macri.
"Las amenazas globales solo pueden ser abordadas si nos tomamos seriamente los sistemas económicos que las fomentan. Quizás es el momento de innovaciones económicas, en lugar de las cansadas reclamaciones sobre reducir el gasto gubernamental, recortes fiscales y desregulación"
Neolle Sullivan - Profesora y Antropóloga de la Northwestern University
Sabemos que cambiará el mundo, pero no tenemos certezas hacia dónde.
Vivimos en un mercado planetario que no ha sabido suscitar fraternidad entre los pueblos. Por ejemplo, en Europa, lejos de establecer instrumentos de actuación mancomunada para minimizar el impacto del virus en la economía, optó por dejar al margen el interés mancomunado, demostrando una imagen de total desunión a la hora de establecer criterios globales económicos, políticos, sociales, y sanitarios para el conjunto de la Eurozona. La expansión del Covid-19 en el espacio geopolítico de la Unión Europea, más que reforzar la unidad entre sus miembros, hizo que cada uno optase por un particular "sálvese quien pueda" continental.
Pero además, la pandemia parece empujar hacia el derrumbe el paradigma político, social y cultural que encarnó EEUU durante el siglo XX. El país que hegemonizó política y simbólicamente el siglo pasado hoy muestra su vulnerabilidad, y no solo porque colapsó su sistema sanitario, sino porque el virus hirió de muerte cualquier pretensión de superioridad moral y cultural que los estadounidenses se pudieran atribuir.
Nadie sabe cómo será el mundo cuando la pandemia ceda pero es difícil imaginar que los Estados Unidos, esa Norteamérica hoy comandada por un payaso siniestro, con miles de féretros de madera, generalmente de afrodescendientes y latinos, alineados en el Central Park, podrían volver a generar su supremacía simbólica. A razón de ello, cito el siguiente texto:
"Quizá nunca vimos tan desorientado al capital financiero y sus voceros. Tal vez solamente en 2001, después de la gran crisis de la deuda, cuando todo lo que oliera a “mercados” apestaba. Hoy pasa lo mismo, pero a nivel mundial, y por ende de manera mucho más aguda y crítica. Además, mientras China y Cuba mandaban insumos médicos a países europeos, la reacción de los presidentes neoliberales del mundo fue pésima. Con los literalmente soberbios fracasos de Trump, Boris Johnson o Bolsonaro, queda claro que la derecha internacional no posee hoy la conducción ideológica de la crisis. La derecha se siente cómoda cuando los temas son el narcotráfico o la inmigración. Ante la pandemia, notoriamente, enmudeció".
Damián Selci - "Introducción a la pandemia".
Mientras lo lees, se un despliega buques de guerra, aeronaves y tropas norteamericanas en el Caribe y el Pacífico, como parte de una operación antinarcóticos diseñada para frenar el tráfico de drogas en la región, especialmente frente a las costas de Venezuela.
Hoy, USA tiene la mayor cantidad de casos de infectados por Coronavirus, el equivalente a cuatro veces más que los casos reportados en China, y no es producto de una casualidad. Por eso no es curioso el despliegue bélico norteamericano en el Caribe, y el volumen de la mentira al que el poder norteamericano es capaz de apelar en medio de tanta muerte ya no impresiona a nadie. Solo más de lo mismo.
El orden mundial está trastocado. El coronavirus ha infectado el sistema y el mundo está ahora al revés: Mexicanos bloquean frontera para que no entren a su país desde EEUU. El primer ministro de Singapur ha reconocido públicamente que está convencido de que la crisis de Coronavirus será más dañina de lo que fue ya de por sí la siniestra Gran Recesión.
Neoliberalismo y barbarie
Esta crisis si demuestra algo, es que los egoístas intereses de las minorías dominantes no solamente son contrarios y dañinos para la mayoría de los ciudadanos, sino que configuran una sociedad enferma carente de anticuerpos sociales y, como consecuencia, más propicias a multiplicar la muerte que a fomentar la vida.
Las crisis en esta etapa de capitalismo posmoderno suponen una reordenación de los factores económicos que, por ser estructurales, suponen que la depauperación y retroceso en derechos laborales y cívicos de las mayorías sociales no son excrecencias de una política mal aplicada sino el resultado pretendido por la imposición de un modelo ideológico concreto que el todo social al servicio de los intereses de unos pocos.
No era inesperada, pero una noticia causó sorpresa: Farmacity escondía el alcohol en gel y en sus farmacias había faltantes. La principal cadena de farmakioscos, propiedad del grupo Pegasus, cuyo mascarón de proa fue el ex ministro de Macri, Mario Quintana. Las 9.000 unidades del producto de primera necesidad estaban en un depósito de Chacarita y reaparecieron en las tiendas del grupo en una oferta de 2×1, luego de un rápido procedimiento de la AFIP.
La economía neoliberal ha creado una fragilidad inmensa, en particular en el número creciente de personas que viven en los márgenes de la sociedad. El coronavirus pone de manifiesto las debilidades sistémicas de la ideología dominante del siglo XXI. Una de ellas es la creencia errónea de que el progreso científico y tecnológico por sí solo puede impulsar el progreso humano y moral. Esta creencia nos incita a confiar en que los expertos científicos pueden solucionar los problemas sociales comunes. El coronavirus debería ser una demostración de ello a la vista de todos. Sin embargo, lo que quedará de manifiesto es que semejante idea es un peligroso error. Es verdad que tenemos que consultar a los virólogos; solo ellos pueden ayudarnos a entender el virus y a contenerlo a fin de salvar vidas humanas. Pero ¿quién los escucha cuando nos dicen que cada año más de 200.000 niños mueren de diarrea viral porque no tienen agua potable? ¿Por qué nadie se interesa por esos niños.
Morirse de algo que no sea el coronavirus parece casi de mala educación, aunque sea de hambre. Incluso, el que salga a pedir comida será arrestado en medio de la cuarentena, como sucedió em Mendoza.
Pero no solo de miseria y peste muere la gente. La cuarentena agregó así un saldo sangriento de lo que va del 2020: 102 los femicidios y travesticidios confirmados: 86 mujeres y niñas, 16 travestis y trans.
Estamos viviendo días excepcionales, que debieran demandar del Estado, de las empresas, de los pueblos y de los gobiernos respuestas excepcionales. y sin embargo...
No iban a dejar de ser hijos de puta simplemente porque exista una crisis epidemiológica mundial: está en su naturaleza serlo, como la fábula del escorpión y la rana. Más aun: es en este tipo de situaciones cuando más hijos de puta se vuelven, porque han construido su poder y su fortuna sobre la base del aprovechamiento de contextos como el actual.
Pero acá hay algo más que hijoputismo genético y constitutivo: hay un desafío abierto a un presidente y un gobierno que vienen capeando la crisis como pueden, y que en ese trance van ganando consenso y creciendo en imagen. Y eso simplemente no lo pueden permitir, porque si se fortalecen el Estado, la autoridad electa y la política, se debilitan ellos; que necesitan un Estado bobo, una política cómplice y gobernantes títeres.
 Nestornautas
En medio de la pandemia lo que se viraliza es la hijaputez: una sociedad hipócrita que aplaude por los balcones a los médicos y personal de salud y luego los acosa despiadadamente, empresas que sacan ventaja en medio de la crisis alimentaria, laboratorios privados especulan con el precio de los insumos, trabajadores (mejor dicho explotados de Coto) que reclaman que se cumpla el protocolo de sanidad y los manda a vivir a Cuba, y son varios los que aprovechan para despedir empleados o para reducir sueldos, incluso algunos ue ya han creado desastres en gobiernos pasados, mientras actualmente la ola de aumentos es imparable. No caben dudas que hoy la economía se encuentra congelada y las perspectivas son críticas, pero son las grandes cadenas de supermercados y farmacias las que vienen protagonizando denuncias por remarcación de precios y desabastecimiento con fines especulativos. Nuestro país, que cuenta con un tercio de su masa laboral trabajando fuera del sistema formal y, por lo tanto, casi sin red de contención, se arriesga a "tirar a las fieras" a grandes cantidades de personas que pueden no llegar a tener con qué comer. Hay que decirlo sin vueltas: la economía -o, mejor dicho, la carencia de política económica- puede ser un arma mucho más mortífera y letal que el coronavirus.
En el plano internacional, el presidente de Filipinas amenazó de muerte a quienes protesten por precarias condiciones en cuarentena por Covid-19. Y en Italia hasta emprendieron acciones legales contra investigadores de código abierto por suministrar dispositivos respiratorios a un hospital. El bloqueo de EE.UU. impide a Cuba y Venezuela adquirir ventiladores pulmonares, por lo que Roger Waters instó (otra vez) a EEUU al cese del bloqueo.
En todos lados abundan miserables que de todo quieren sacar tajada económica o política.
Para los poderosos lo importante es la economía y la población es prescindible, sobre todo porque esta crisis sanitaria matará sobre todo a los más débiles y a los más pobres. Para ellos lo importante es la economía y la población es prescindible, sobre todo porque esta crisis sanitaria matará sobre todo a los más débiles y a los más pobres. Y eso hay que recordalo cuando esta pandemia al fin concluya.
Porque cuando termine este desastre, la economía dominante y las autoridades afirmarán que fue una crisis exógena que no tiene nada que ver con defectos inherentes en el modo de producción capitalista y la estructura social de la sociedad. Entonces, para ellos, la próxima recesión será culpa del coronavirus.
Estamos de cara a la crisis del sistema, y las propuestas para enfrentar el virus no significan lo mismo para unos que para otros: amplifican las diferencias, contribuyen a la marginalización y la vulnerabilidad y desnudan el costo del desmantelamiento neoliberal de la salud pública. Es muy interesante el informe de situación de La Garganta Poderosa al respecto.
Frente a la situación de los barrios populares de la Argentina y la falta de información de primera mano sobre cómo se organizan y cuáles son sus verdaderas necesidades en estos tiempos de emergencia por la pandemia, La Garganta Poderosa realizó este pormenorizado informe desde los territorios.
Y los medios –no sólo los hegemónicos- no saben cómo o qué informar, se pierden en lamentar las pérdidas bursátiles y se olvidan de los condenados de la tierra, los marginados de estas sociedades de consumo. 
La crisis COVID-19 no es una guerra, pero las carencias de nuestro sistema sanitario a la hora de combatir esta pandemia son la demostración del daño que han hecho los recortes en sanidad y de la incapacidad del sistema para proteger a la población ante una pandemia. El neoliberalismo y el libre mercado no son una solución, son un problema, el capitalismo es un cáncer.La crisis del coronavirus crea enormes dificultades, pero al mismo tiempo abre una "ventana de oportunidad" para medidas audaces que no son un salto al vacío, sino que se imponen por el peso de la coyuntura.
Nada volverá a ser como antes. Nosotros, todos, saldremos transformados de esta experiencia. Pero ¿habremos aprendido algo sobre nuestro modo de vivir, de producir, de consumir, de gestionar? ¿Sabremos interpretar esta brutal advertencia para prevenir otras pandemias?
Si, una vez superado el virus, seguimos actuando como antes, vendrán crisis mucho más graves: crisis peores,  virus peores, guerras peores; la continuación de la guerra económica; la proliferación del racismo y el nacionalismo contra los emigrantes que huyen porque les han proporcionado a sus verdugos el armamento. Y, no lo olvidemos, la crisis climática, mucho más dañina que cualquier virus porque es el producto del lento autoexterminio del ser humano. 
Todo eso significa mayor desigualdad y mayores dificultades para desandar lo andado, hacia una senda de mayor equidad. Todo nos aleja, de una manera que nos parece irreversible, del retorno hacia sociedades más estables, menos bárbaras, más solidarias y democráticas.
Por el triunfo de la decencia (que así llamó Camus al apoyo mutuo). El caos, destructivo, individualista y no solidario y va en contra de los intereses de los pueblos, aunque se vista y se presente de todo lo contrario. El único sentimiento a promocionar y practicar es la solidaridad. La conciencia colectiva y la organización, serán la única salida a este caos provocado, si llegamos a entender, por fin, que somos más.
Porque el coronavirus es solo la antesala de lo que vendrá en un mundo gobernado por hijos de puta.