Aunque la cosecha de votos en blanco fue inferior a lo esperado, ya que las encuestas llegaron a vaticinar hasta un 9 por ciento, la cifra ha superado en más de 32.000 sufragios las 60.008 papeletas de este signo contabilizadas en 2006, cuando representaron el 2,02% del total, lo que representa un incremento de más del 50 por ciento sobre los votos de los anteriores comicios.
El voto en blanco se convierte así en la octava fuerza política de Cataluña, un resultado importante si se tiene en cuenta el caracter decisivo de las elecciones y la pasión con la que se ha movilizado el electorado catalán, decidido, por encima de todo, a castigar con su voto a los tres partidos gobernantes, el socialista, que es el gran derrotado, Esquerra Republicana e Izquierda Unida, y al presidente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, un político que también es denostado por los catalanes.