El voto más caro del mundo

Publicado el 23 septiembre 2015 por Yusnaby Pérez @yusnaby

Durante el verano que dentro de unas horas será historia en España, la Dirección General de Tráfico hizo una campaña para concienciar a los conductores sobre lo caro que puede salir atender a otra cosa que no sea el volante: las gafas más caras del mundo, la canción más cara del mundo, el porro más caro del mundo…  Cada video refleja las consecuencias de una distracción, o más bien una mala decisión al conducir. Desde fallecidos, pasando por lesiones permanentes, orfandad, familias rotas… Vidas que cambian para siempre a raíz de una desgracia.

En Venezuela es imposible hacer una campaña de ese tipo, pues no se puede responsabilizar a un conductor de no entretenerse durante el viaje. Ya bastantes distracciones tiene cada día: los asaltantes en los semáforos, los piratas de carretera, los cráteres en la autopista, la oscuridad en las vías, los túneles cayéndose, la gasolina de mala calidad, los guardias matraqueros. La falta de repuestos, de módulos de auxilio vial, de lugares de descanso… Circular por las vías venezolanas es una demostración de la habilidad de millones de conductores que a pesar de todo lo que tienen en contra son capaces de llegar sanos y salvos a su destino. Da pena, pero mientras el “gobierno bolivariano” gasta miles de millones de bolívares sustituyendo ojos de gato o señalización de las vías por propaganda, en cada kilómetro de asfalto los venezolanos recuerdan que todo esto es consecuencia del voto más caro del mundo.

  

El voto más caro del mundo comenzamos a pagarlo aquel domingo de diciembre de 1998 en el que muchos salieron a castigar a una corrupción nauseabunda sin saber que le estaban dando las llaves del país al autor de un desastre inimaginable hasta para las mentes más macabras. Un desastre de tal magnitud que hace añorar con lágrimas de sangre la Venezuela de los adecos y los copeyanos, esa que solamente puede describirse con el clásico “éramos felices y no lo sabíamos”.

 

El voto más caro del mundo aprobó la creación de una Asamblea Constituyente que transformó una “moribunda Constitución” en un monstruo que como los zombis corrompe todo lo que toca y .ataca desde la más despiadada manipulación dejando caer sobre los ciudadanos el peso del “todo lo que digas será usado en tu contra… Y lo que no, también”.

El voto más caro del mundo nos ha costado más de doscientos mil muertos a manos del hampa –el “gremio” más protegido del país–. Innumerables aviones atestados de familias enteras o de jóvenes solitarios huyendo de las balas, y una grosera cantidad de millardos de dólares desaparecidos de las arcas del Estado. Además nos ha costado el bochorno de tener una legión de malandros ignorantes enquistados en los poderes públicos convirtiéndolos en un circo itinerante que hace el ridículo allá donde va con su séquito de payasos y vividores. Como si todo eso fuera poco, el voto más caro del mundo nos cuesta el desahucio forzoso a miles de enfermos que no tienen la posibilidad de pagarse un tratamiento privado, o que aún teniéndola no consiguen las medicinas necesarias para seguirlo, y eso sin tener en cuenta que a diario también nos supone hacer interminables colas para intentar comprar cosas tan básicas como harina de maíz, aceite o champú, obligándonos a jugar una lotería tan humillante como difícil de ganar.

El voto más caro del mundo significa el encierro de jóvenes ciudadanos brillantes y luchadores, la ruina de muchas de las empresas más productivas del país, la angustia de muchísimos padres que han vaciado decenas de cajeros automáticos para pagar el rescate de un hijo secuestrado, o la nostalgia de las abuelas por volver a ver en su mesa el desayuno de antes cuando sin pensar en el terminal de su cédula daban los buenos días tomando café con leche.

El voto más caro del mundo fue el de quien votó por Hugo Rafael Chávez, de quien quiso creer en la revolución del hambre, de quien se vendió por una lavadora o un sueldo sin trabajar. Pero también lo fue el de quien prefirió irse a playa, se dejó ganar por el desánimo o le siguió el juego a la flojera. Desgraciadamente el resultado es el mismo que en los accidentes de tráfico: muchas vidas destrozadas por la distracción o la mala decisión de otro.

Sufrir tantas penurias debe llevar a los venezolanos a ejercer por fin el voto que este país merece, y hacer como dice Joaquín Sabina:  “que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena”.

En cuanto a la conducción, es necesario hacer lo correcto. Debemos mantenernos vivos, Venezuela está por renacer y tenemos que estar aquí para verlo.

Fotos:

CNN México

El Universal

Notitarde

Videos:

Youtube